Kim Tae Hyung es nombrado jefe de la investigación que acaba de reabrirse después de 10 años.
Luego de un "pequeño" incidente, el detective Kim y su compañero en el caso, el oficial Jeon Jung Kook, se ven arrastrados a los sucios asuntos de la agru...
10 minutos, sólo diez minutos duró la calma en aquel rincón de Seúl.
Seguía lloviendo, Jungkook sin pantalones, los pies desnudos (ambos con calzados izquierdos) y una chaqueta que con suerte le tapaba las vergüenzas. Taehyung un poco más adecuado para la ocasión. Ambos bajo un paraguas de color morado que el mayor de ambos había traído como ofrenda de reconciliación.
TaeHyung, sonriente y con una mancha de chocolate sobre sus labios, se quedó parado en medio del camino. Por supuesto que Jungkook no lo notó hasta que perdió de vista la boca del menor y tuvo que devolverse para protegerlo de la lluvia.
Un tipo de estatura promedio. Tez blanca, cabello cobrizo, bien cuidado, brillante y un corte a la moda.
Y esa nariz.
Esa nariz que TaeHyung jamás olvidaría.
Para Jungkook fue incomprensible el hecho de que el menor comenzara a temblar e inconscientemente le tomara de la chaqueta con fuerza, tanta, que alcanzó a apretarle un poco la piel. En lugar de intentar separar el otro de sí, casi como si fuera una obligación, se puso delante de él, para protegerlo de esa persona.
Una sonrisa burlona escapó del desconocido y Jungkook pudo sentir cómo cada fibra de su cuerpo lo rechazaba.
—Vaya, no te bastó con ser un maldito pervertido en el instituto. Ahora te conseguiste un perro —la mirada despectiva del pelirrojo hizo que las entrañas de Jungkook se revolvieran. Antes de notarlo, su cuerpo ya se estaba moviendo, pero Taehyung lo detuvo.
—No...— dijo, apenas en un susurro. Los amargos recuerdos de su adolescencia y primer amor le invadieron con una sensación de angustia y terror. Aquellos años, que debieron ser los mejores y más hermosos de su vida, fueron una pesadilla. Todo porque aquel hombre, el que ahora los miraba como si fueran un chiste, había decidido que así sería.
Asombrado ante las palabras de aquel extraño y la reacción de su compañero a ellas, Jungkook podía sentir que el ambiente se tornaba cada vez más tenso. Tanto así, que sentía como si todo fuera una burbuja próxima a estallar.
—Bueno, no puedo decir que me agrada verte, pero, por lo que he oído, es un excelente perro policial el que conseguiste. Dicen que, aunque la comida sea mala, son fieles a sus amos—. Con esa expresión de desdén que tanto le molestaba a Jungkook, el tipo se alejó de ellos sin mirar atrás, y el silencio se apoderó de ambos. Esta vez no era un silencio de complicidad, sino que era uno doloroso y triste. Al menos así lo sintió.
El camino a casa fue largo y lleno de interrogantes para Jungkook ¿quién era ese tipo? Claramente Taehyung lo conocía ¿de dónde? ¿por qué le había llamado perro y por qué sabía que era policía? y encima había llamado pervertido a su hoobae... todo era demasiado confuso y perturbador para él.
Se suponía que irían a trabajar, como siempre, pero ante la situación, Jungkook decidió llamar a la estación de policía para decir una pequeña mentira. Después de todo, si prácticamente vivían juntos y todos lo sabían, no sería extraño que se hubieran resfriado y no se encontraran en las mejores condiciones. Al menos a su jefe pareció hacerle sentido. Y si ese no hubiera sido el caso, siempre estaba la carta tengo un extraño depósito en mi cuenta, de seguro a los medios les encantaría saberlo.
Con un suspiro de frustración ante el silencio de su compañero, Jungkook se sentó al borde de la cama, a un lado de Taehyung, que llevaba un buen rato llorando en posición fetal. Volvió a soltar un suspiro ¿por qué se sentía tan mal? Algo dentro de su pecho dolía, y sus pensamientos no paraban de dar vueltas alrededor de opciones para sacarlo de ese hoyo, pero debía ayudarlo, debía centrarse en el otro.
No sabía por qué, pero hacía varios días que Taehyung había dejado de ser un ruidoso, simple y odioso compañero de labores para Jungkook.
—Oye, cara bonita ¿quieres decirme qué pasa? —dijo, tratando de calmarlo para poder escuchar su voz.
Al notar que el otro no respondió, le dio unos golpecitos con sus manos a uno de los muslos del menor, tratando de animarlo.
—Taehyung, cualquiera sea la situación, puedes contar conmigo. Hace un mes, ese día en el hotel, me dijiste que confiarías en mi ¿puedes hacerlo ahora? Llevamos juntos bastante tiempo, creo que al menos merezco eso —Jungkook se notaba preocupado y casi rogando por escuchar la voz del otro.
Suavemente, aún dubitativo, Taehyung se sentó en la cama con la intención de hablar con el mayor. Le rehuyó la mirada y asintió.
—Hyung, antes de contarte cualquier cosa, debo decirte algo importante —anunció, pero no parecía muy convencido, ya que seguía con la mirada gacha. El mayor, se movió un poco para poder verlo a los ojos. Taehyung pudo notarlo y nuevamente desvió la vista, para luego aproximar una de sus manos a sus labios y morderse los dedos de forma compulsiva.
Al menos cinco minutos pasaron antes de que Tae abriera la boca.
—Yo... —el sonido quedó en el aire.
—¿Tú...? — con un tono burlesco, Jungkook alzó una ceja y le instó a continuar.
Taehyung soltó un suspiro de resignación, dándose por vencido. Tomó aire nuevamente, cerró los ojos y gritó.
—¡SOY HOMOSEXUAL!
Una leve risita distrajo al menor de su nerviosismo ante tal confesión. Extrañado, se quedó viendo a Jungkook, quien ahora no podía parar de reírse ¿era broma?
—Oye... —Taehyung le fulminó con la mirada. Aquella confesión era íntima e importante para él. Durante muchos años se cuestionó su sexualidad. Pensaba en lo decepcionados que estarían sus padres si aún siguieran con vida. Recordó todos aquellos momentos en los que necesitó de un amigo, pero en que jamás lo tuvo por miedo a ser descubierto y repudiado.
El menor de ambos no se había dado cuenta, pero el más alto llevaba unos segundos concentrado en sus labios. Jung estaba dubitativo y, luego de tanto tiempo, al fin veía una oportunidad para hacer de las suyas.
—Tae Hyung —Jungkook le habló con un tono bastante calmado—, si vas a confesar algo así de serio, al menos quítate el chocolate de los labios —dijo el mayor de ambos, y sin previo aviso, se acercó al menor y lo besó.
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