Ven

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POV Wanda

Cuando llegué al cementerio pude divisar a lo lejos a Natasha. La podía observar acomodando las flores que tenía nuestro hijo y probablemente las que le acababa de comprar.

Esperé unos minutos y cuando la vi sentarse, decidí que aprovecharía que ella parecía hablar para poder acercarme un poco más sin que pudiese notarme, y por ende, evitarme. - ¿Sabes? Tus hermanos están mejor ahora, tu mamá sabe cómo hacerlos felices. - Alcancé a escuchar y sentí mi pecho apretarse. - Aún siento miedo amiguito, pero sé que dejarla ir, dejarlos ir, fue la mejor decisión. - Añadió y sentí la necesidad de manifestar estaba en el lugar y gritarle que no.

- Natasha... - Susurré y ella se giró a verme. - ¿Qué haces acá? - Preguntó tomando otra actitud, bastante más tosca a decir verdad así que solo miré la tumba y ella se puso de pie. - Te daré tu espacio entonces. Luego puedo volver. - Dijo de forma apresurada entendiendo el porqué de mi presencia y negué. - Quédate, estoy segura que sería bueno para él y para nosotras estar juntas en este lugar. - Añadí y la vi bajar sus defensas ante mí.

Ella de inmediato se quitó la chaqueta y la acomodó para que me pudiese sentar. Un gesto tan simple como aquel había hecho sienta vergüenza una vez más. Ella incluso molesta y hastiada de mí, no me dejaba de cuidar. - Hey amigo, vino mamá. - Dijo con todo suave y emocionado. Era evidente lo hacía por él, no por mí.

- Te dije que algún día vendríamos juntas a visitar. - Habló con completa naturalidad y como si realmente confiara en que él la podía escuchar; yo esperaba que fuese así porque quería el nexo con mi bebé, necesitaba alguna forma para hablarle también y disculparme con él. - Veo que mamá es quien ha estado trayendo flores. - Dije con cuidado y me incliné a acariciarlas mientras miraba los datos de la lápida. - Sabiendo cómo es ya te debe haber explicado por qué te trae estas flores y por qué le recuerdan a ti. - Jugué con ellas y sonreí pero antes de hablar otra vez, dejé de hacerlo.

- Ella y yo lamentamos mucho no haber cuidado mejor de ti, amor. - Dije y miré a Natasha. - Fue un accidente y no pudimos preveer lo mucho que íbamos a perder, pero confía en que te queríamos aquí, con nosotras y con tus hermanos y que sin importar nada, te amamos. - La miré una vez más y ella se acercó a pegar su frente a la pequeña pero lo suficientemente alta lápida. Me dolió aquel gesto, porque ella parecía buscar sentirlo, al igual como hacía conmigo y con nuestros hijos, en especial cuando ellos eran bebés.

- Te traje fábulas hoy. Al menos no son leyes como hace dos domingos. - Bromeó de repente y sonreí por inercia. - ¿Quieres leer? - Me preguntó y asentí de inmediato. - Disfruta de esto hijo. - Dijo y comencé a leer para ambos; aquello se sentía más nosotras, era la primera vez en meses que no nos atacábamos, que yo no la hería, era la primera vez en meses que pese a todo, me sentía feliz, e irónicamente aquello lo había logrado no alejándola de mí, sino dejando permanezca conmigo. Qué idiota había sido.

Luego de aquello había prestado atención, una vez la lectura terminó Natasha comenzó a hablarle, a contarle historias nuestras, de sus hermanos, lo que había sucedido en la última semana para ellos y para ella en el trabajo. Era revelador y sumamente doloroso para mí ver cómo la mujer que tenía en frente y que consideraba el amor de mi vida ahora tenía una rutina que desconocía, un día a día en el que yo no aportaba, del que ya no era parte.

La observé y ella estaba dolorosamente más delgada pero extrañamente más fuerte, sabía que no es que todo fuese por mí, había sido también por él, por nuestro hijo; cuidar tanto de mi dolor le había impedido de muchas formas afrontar y hacerse cargo del suyo, había perdido a nuestro bebé y había dejado ir a Nathan y a Emma solo si eso significaba iban a estar bien. Me había dejado ir porque pensaba que al estar sin ella iba a hallar la manera de ser feliz.

¿Qué tanto había destruido en ella? ¿Qué tanto la había empujado a no sentirse merecedora de nada? ¿Cómo había sido capaz de verla perderse frente a mí y darle motivos para no hallar el camino nunca más? Sin darme cuenta ya estaba sollozando y lo primero que hizo ella al verme mal fue alejarse de mí. Vi su necesidad por acercarse pero el pánico de sentir que me lastimaba fue peor. Ella solo dejó que llorara mientras se abrazaba a su propio cuerpo y controlaba las rebeldes lágrimas que se deslizaban por su rostro. No me iba a alcanzar la vida para resarcir el daño.

- Ven. - Le pedí sin fuerzas, y ella al notarlo, no dudó, casi corrió hasta mí y sin que le dijera más, me abrazó. El calor de su cuerpo, su tan característico olor, la forma amable pero segura en la que me sostenía y la suavidad con la que acariciaba mi cabello y besaba por momentos mi frente, me hizo sentir protegida y querida otra vez. Decidí rodearla entre mis brazos y apretarla fuertemente hacia mí. Daba igual cuánto me tardara en lograrlo, la iba a recuperar, ella ya había hecho lo suficiente por mí, ahora era mi turno de hacer algo por nosotras y por nuestra familia.

No tengo idea de cuántos minutos pasaron, quizás un par de decenas de minutos, pero aún cuando ya me había calmado, no podía simplemente desistir de la comodidad de estar entre sus brazos y para mí sorpresa ella parecía estar igual de cómoda que yo. La conocía, sabía que sin importar qué, nos extrañábamos y nos necesitábamos, pero ambas sabíamos que un lo siento no alcanzaba. Yo tenía mucho que resolver y motivar a que ella así lo quisiera también.

Nuestra tácita tregua se vio en la necesidad de llegar a su fin cuando mi teléfono sonó. - Es Pietro. - Le dije en cuanto sentí que se alejó. - Creo que deberías atender y ya nos deberíamos ir. Los domingos cierran un poco antes y ya casi estamos estamos en hora. - Me explicó y asentí. - Hey... - Dije en cuanto respondí. - ¿Dónde diablos se supone que estás? - Me preguntó y suspiré. - Estoy con Natasha viendo a nuestro hijo. - Le respondí. - Ya voy de regreso, no te preocupes. - Me adelanté a lo que sea que fuese a decir y colgué.

- Creo que la ensucié. - Dije cuando me puse de pie y tomé su chaqueta. - Déjame lavarla y luego te la entrego. - Le dije a una Natasha estoica frente a mí y ella asintió. El que no me hablara o mirara más me exasperó un poco, pero supongo que estaba intentando asimilar mi nueva forma "agradable" de tratar.

Nos tomamos un par de minutos para despedirnos de la tumba de nuestro hijo y luego comenzamos a avanzar a la par. - ¿Vendrás a casa mañana? - Pregunté cuando llegamos hasta nuestros vehículos y ella asintió. - Sí, debo ir por ellos, a no ser que tú quieras llevarlos al colegio. - Se adelantó y negué. - No, es su momento, no voy a arrebatarles eso. - Respondí pensando en lo mucho que ya les había quitado.

- Pronto será tu cumpleaños. - Le dije de la nada y ella asintió con cuidado. - ¿Harás algo? - Pregunté y ella sonrió como si le doliera pensar en ello. - No hay nada que hacer o celebrar. - Dijo y suspiré. - Podemos salir con los niños. - Intenté tantear y ofrecer pero ella negó y su expresión cambió.

- ¿A qué juegas Wanda? - Me preguntó amargamente y no supe qué responder. - Hasta antes del divorcio ni siquiera me hablabas, no querías verme y mucho menos hubieras aceptado estar en un mismo espacio conmigo. ¿Qué es lo que pretendes? ¿Que seamos amigas? - Dijo con enojo. - Porque déjame decirte que ya tengo amigos y tú no estás en mi lista. - Concluyó y no respondí porque sabía que me lo merecía.

Luego de aquello ella simplemente caminó a paso apresurado, se subió en su vehículo y se marchó.

***

Es sorprendente la cantidad de veces que Natasha se marcha de su auto. Jajaja pobrecita, es como ¿problemas? run, Natasha, run.

Gracias por leer y comentar. Me hace muy feliz ver que les gusta o que lo disfrutan.

Amor en Té - Scarletwidow / WandanatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora