Capítulo 3

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Tarde o temprano las cosas tenían que volver a la normalidad, Sofía tuvo que despedirse de Alexia y también de Christopher, si por ella fuera retomaría su vida con ellos en ella pero no podía. Tenía muchas cosas que solucionar antes de que esto pasase. En principio solo había ido a Dinamarca por su mejor amiga pero ella todo lo tenía en España, no podía dejarlo todo así sin más.

—Esto no iba a ser para siempre —sonrió sin ganas, mirando con pena al príncipe—. Gracias por presentármela y por tu hospitalidad.

—Era lo mínimo que podía hacer —suspiró, llevándose una mano a la nuca—, eres su madre y no podía seguir ocultándolo... Creo que es momento de decirle a mis padres la verdad y dejar que todo el mundo se entere.

—Te vas a meter en problemas, has estado haciendo un gran trabajo hasta el momento, no dejes que todo se derrumbe... Es una niña, no la sometas a toda la presión que requiere ser de la realeza.

—¿Y cuándo será el momento para hacerlo? —preguntó, negando con la cabeza—. Uno nunca se acostumbra del todo a esto, creo que cuanto antes lo asimilen, no solo ella sino mi familia y todo el mundo, antes nos podremos adaptar a una nueva realidad.

—Entonces te deseo suerte porque la vas a necesitar —posó su mano en su hombro—. Dale muchos besos a Alexia en mi ausencia.

—Gracias, ten por supuesto que se los daré —asintió, con una débil sonrisa en los labios—. ¿Me dejas acompañarte hasta el jet?

Sofía asintió. No podía negar que la compañía de Christopher era agradable, todavía estaba tratando de asimilar que era el príncipe de Dinamarca y también el padre de su hija. Era increíble como la vida podía dar un giro de ciento ochenta grados de un día para otro sin esperárselo. Aunque claro, tener una hija con él no era el mayor secreto que la británica guardaba.

—¿Intuisteis que Miriam era mi hermana por el apellido, no? —cuestionó, mirándola de reojo, pues iba conduciendo y no quería quitar la vista de donde tenía que tenerla.

—Claro, por lógica —respondió con obviedad.

Él asintió, teniendo la respuesta que quería. Sofía no cayó en cuenta de que cosa estaba planeando hasta que al cabo de unos minutos volvió a hablar.

—Eres británica —señaló—. ¿Sabes cual es el apellido de la familia real británica?

—Pimentel —carraspeó—, pero es un apellido común...

—En Portugal, España y Estados Unidos, si —asintió—. En Reino Unido hay alrededor de ciento cincuenta personas con ese apellido, la gran mayoría son todos pertenecientes a la misma familia, así que... ¿Qué relación tienes con la realeza?

—Ninguna.

—Vuélvelo a intentar que esta vez no te ha salido —se mofó.

—Hablo en serio —desvió su mirada, centrándose en todo lo que iba pasando a medida que el coche andaba. Dinamarca era como cualquier otro país, tenía cosas hermosas y otras comunes que no llamaban la atención de nadie.

—Como quieras, pero si no me lo dices voy a investigarlo yo por mi cuenta —chasqueó su lengua contra su paladar, con solo escucharlo se giró de forma violenta para mirarlo con incredulidad.

—¡Eso es violar mi privacidad!

—Mi amor, ¿cuántas veces no han violado mi privacidad y solo tuve que sonreír y fingir que no me importaba? Es el precio de tener sangre real —explicó.

—Pero tú eres tú y yo soy yo.

—Lo que dije va para ambos. Vuelvo y repito, es el precio de tener sangre real.

La pelinegra tragó saliva. No. Él no iba a averiguarlo por sí mismo, él ya lo había hecho y sabía todo lo que le estaba escondiendo.

—Eres un idiota.

—Suelen decírmelo, si —rio por lo bajo, sin pizca de descaro.

—No, en serio, eres un capullo integral —se cruzó de brazos, resoplando—. Si ya lo sabes, ¿para que me preguntas?

—Tenía la esperanza de que fueras una chica sincera, pero por lo visto puedes mentir mirando a la cara y no te arrepientes de ello —señaló—. Toda una profesional, Sofiita.

—Soy sincera solo con lo que me da la gana, este es un tema que no me gusta y del que no quiero hablar. Ni siquiera Miriam lo sabe, así que... Por favor.

Christopher no opinó sobre lo que estaba diciendo, tarde o temprano se sabría la verdad, quizá más temprano que tarde. Esperó a llegar a su destino, la ayudó a bajar las maletas del coche y se las llevó a dentro del jet, por supuesto que también saludó al piloto que se encargaría del vuelo. Cuando la vio acomodarse en uno de los asientos no dudó en acercarse a ella.

—Buen viaje, espero que vuelvas prontito, tu mejor amiga y tu hija estarán esperándote, y yo también, claro —le guiñó un ojo, inclinándose para besar sus mejillas—. Y una cosita más, tu primo, el príncipe de Reino Unido, estuvo conmigo en la fiesta que nos conocimos. Bueno, en la que nuestros cuerpos se conocieron, porque nosotros íbamos pasados de copas.

Se alejó antes de que pudiera darle una respuesta, dejándola con todas las palabras en la boca y las palmas de las manos sudando.

¿Podía confiar en Christopher? ¿O él revelaría el dichoso secreto del que tanto intentaba escapar?

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