Capítulo 15

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Sofía

Llega la noche y mi mente comienza a divagar de nuevo. Esta vez con las razones más presentes que nunca. La reina me había dejado las cosas claras y Miriam solo le dio el toque final, ¿que más necesitaba? ¿Que viniera Alicia a reclamarme borracha? Ah, ya había pasado también, así que no quedaba nada más.

Sin importarme las horas que sean salgo de la habitación y camino descalza por los largos pasillos del palacio, no había nadie a estas horas por allí, ni siquiera los guardias de seguridad. Había encontrado mi oportunidad para ir a declararme, ¿cuando sería sino el momento? Tenía que aprovechar todo el revuelo que tenía en mi vida. Era ahora o nunca, porque la frase de "nunca es demasiado tarde" no servía para su posición. Si se esperaba más tiempo podría encontrárselo ya casado con otra mujer, por precipitado que sonase, en los asuntos reales el corazón a veces no mandaba lo más mínimo y sabía que lo estaban presionando desde arriba para que no gobernase solo.

—¿A dónde vas? —su voz hizo que mis pies se detuviesen, estaba de espaldas a él pero podía escuchar sus pasos acercándose, no tardó demasiado en ponerse delante de mí.

—Yo... Iba a tu habitación —admití lo obvio, señalando con la mirada el camino que iba a seguir—. Tengo algo que quiero hablar contigo.

—Mi habitación está ocupada —carraspea su garganta, mirándome directo a los ojos.

Oh no.

No, no, no...

—¿A mi no me puedes llevar a tu habitación y a ella si? —cuestiono incrédula—. ¿Que mierda te pasa, majestad?

—Sofía...

Me dolía, claro que me dolía. A mi me había negado ese lugar, tuvimos que follar en la maldita habitación de invitados porque el cuarto del futuro rey me quedaba grande. Por lo visto no le pasaba lo mismo con ella.

No, no eran celos. Era impotencia.

—Olvídalo, creo que no era tan importante lo que iba a decirte. Mejor me voy a dormir que ya es tarde y ha sido un día movidito, necesito descansar.

—No, tiene que ser importante para que andes descalza por la madrugada buscándome. Ven, vamos a hablar a otro lugar.

—¿A una habitación de invitados? —pregunto con ironía—. No, gracias, de hacerlo prefiero que sea aquí.

—Espero que esto no sea por Alicia, tienes que entender que ella no estaba en buenas condiciones y lo único que hice fue cuidarla desde que puso un pie dentro del palacio. No sé qué imagen tienes de mi, pero creo que no es la adecuada...

—Sé que eres un buen hombre.

Y lo sabía, no estaba mintiendo en absoluto. Era comprensible que Alicia estuviera durmiendo en su cama mientras él le acariciaba el pelo y le decía que todo estaría bien. Si, me lo creía, era capaz de hacerlo porque se preocupaba por los demás, como si no tuviera pizca de maldad dentro de sí.

—Entonces es la adecuada, si.

—Creo que te amo, y digo creo porque aún estoy en proceso de aceptarlo, no estoy segura... Bueno, quizá si, quizá de lo que no estoy segura es de dar el paso —admito, evitando su mirada para no hacer esta confesión más profunda. ¿Dónde estaba mi valentía cuando la necesitaba?—. Va a doler más, voy a sufrir más... Cuando termine de aceptarlo. No quiero ni imaginar cuantas lagrimas derramaré por ti cuando admita que estoy enamorada hasta los huesos y tú, después de todo, elijas a otra. Porque estoy segura de que eso pasará, ¿verdad? Y tal vez sea lo correcto, yo sé que si, pero me rehuso a aceptarlo. Me aconsejaron quererte, dos personas que te quieren, y voy a hacerles caso. Ellas saben más que yo del amor. Te quiero, Christopher.

Sus dedos se posan bajo mi mentón y en una delicada y suave acción hace que levante la cabeza para mirarlo. Su semblante estaba serio. No me miraba como los protagonistas miran a su chica después de que esta le confiese sus sentimientos. Estaba igual a cuando jugamos al ajedrez en el escritorio de la biblioteca, pensando cuál sería su próximo moviendo, con que jugada saldría después para poder ganarme... O para dejarme ganar.

—¿Ahora me quieres? —alza sus cejas, sonriendo apenas—. Después de decirme que era lo mejor para mi, ahora me quieres. Primero me sueltas un sermón sobre cómo querer a las personas... A las personas que no son tú, claro, porque no quieres acercarte a la monarquía. Y ahora sueltas esto como si nada —suspira, todavía examinándome con la mirada, esperando también mi próxima jugada—. ¿Que voy a hacer contigo, Sofía? Me confundes cada día más, no sé cómo responder a tus palabras, no sé cómo reaccionar a tus gestos. Sabía que eras alguien difícil, quizá por eso caí ante ti, pero no me digas una cosa y después otra. Yo también siento, aunque tú pienses lo contrario.

—¿Y qué hacemos? —susurro, esperando una respuesta que me convenza y no una que me haga sentir la peor persona del mundo mundial, ya llevaba sintiéndome así bastante tiempo y no quería seguir en esa línea.

—¿Dejamos que las cosas fluyan? —propone, acariciándome la barbilla—. No quiero intentar algo si tú dudas, creo que ninguno de los dos se merece eso.

—Yo no dudo...

—Claro que dudas, te gusto yo pero no te gusta que sea príncipe y futuro rey de este país. Te contradices y solo deseo que me quieras por todo lo que soy, aceptándome al completo —sus labios hacen contacto con mi frente antes de separarse unos centímetros—. Cambiando de tema. Mañana es el primer día de clases de Alexia, es la primera vez que va a un colegio con niños, mis padres insistieron en que era lo correcto... Pasaré a recogerla a las tres y la llevaré al departamento, me gustaría que estuvieras allí, ella querrá que lo estés.

Asentí con la cabeza y le agradecí por contármelo. Al menos me tomaba en cuenta en lo que incluía a nuestra hija, no podía quejarme.

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