Capítulo 13

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Sofía caminaba por el balcón de manera despreocupada mientras en su mente volaban pajaritos daneses, la última vez que se había preocupado tanto por algo había sido cuando tomó la decisión de ir contra todo para ser ella misma. ¿Y ahora? Tenía una sensación similar cruzándole el cuerpo y no sabía cómo tratarla. Se sentía una verdadera hija de puta ¿pero que iba a hacer ella?

La única culpable de sus acciones era ella. Solamente ella.

—¿Cargo de conciencia? —la voz de la reina hizo que se volteara, llevándose una mano al pecho debido al susto. Podría esperarse a su mejor amiga, pero desde luego que no se esperaba a la reina allí.

—No exactamente... —suspira, acariciando su brazo un tanto nerviosa—. No es algo que pueda hablar con usted, se trata de su hijo.

—Tutéame —pidió acercándose y apoyando sus brazos en la barandilla del balcón—. Sé de sobre que trata de él, por lo contrario no me habría atrevido a venir a hablarte. Eres la mejor amiga de mi hija, por algo será... Y además, por lo que he oído, también eres madre de mi nieta. Algo tienes que tener, Sofía.

—Soy simpática y tal, pero no creo que te refieras a eso.

—Me refiero a algo más profundo —sonrió con diversión, mirándola de reojo—. Sabes a qué me refiero.

La pelinegra se encoge de hombros sin saber cómo responder a eso, ¿que iba a tener ella? No era especial, ni siquiera diferente en el buen sentido. Podía ser una buena amiga, si, la mejor. Pero su vida estaba patas arriba y cuando intentaba arreglarla más lío se hacía. ¿Donde había quedado esa Sofía segura de sí misma? La que no le importaba nada ni nadie. Ahora rompía un corazón y se sentía la peor persona sobre la faz de la Tierra.

—Christopher es un chico complicado. Desde pequeño lo es, pero aprendió a ser adulto antes de tiempo... Es maduro porque sabe que debe serlo, pero en el fondo no existe alguien más irresponsable, los compromisos no son su fuerte y está pasando por todo lo que nunca quiso pasar. La realeza está bien, ¿pero hasta qué punto lo está? No quiero que pase toda su vida amargando por una responsabilidad... Quizá si alguien más le diera un empujoncito lo podría hacer con más ánimos, tal vez tú eres ese alguien. ¿Has pensando en esa posibilidad?

—No —dice mientras menea su cabeza de un lado a otro—. La monarquía no es algo con lo que quiera convivir el resto de mi vida.

—Lo dejaste claro cuando te alejaste de la familia real británica —señala. Sofía la mira con las cejas alzadas, incapaz de ocultar la sorpresa en su rostro—. No te sorprendas, corazón, una madre lo tiene que saber absolutamente todo sobre sus hijos y con quien se juntan... Y más en este mundo tan peligroso, podías ser un peligro, una amenaza, algo...

—No lo soy.

—No lo eres —repite, clavando su mirada en ella—, pero podrías serlo, ¿no? Christopher es inteligente, no voy a decir lo contrario, pero también es alguien inocente con respecto a este tema. Él no lo nota todo en las personas.

—Christopher ha sido el primero en investigarme, señora —indica, queriendo ponerlo a él a su mismo nivel para que esta no se sienta superior a su hijo.

—Pero porque le gustas, no porque desconfíe de ti —chasqueó su lengua contra su paladar—. Piénsatelo bien, Sofía, puedes jugar con el futuro rey del país a tu antojo, tú verás que haces.

—¿Esto es una advertencia o algo similar...?

—No, nada de eso, solo un informe. A las madres nos gusta hacer eso, ya verás tú cuando Alexia sea mayor como te va a gustar hacer este tipo de cosas con sus parejas.

—Se supone que a las niñas las cela el padre.

—Christopher no informa, Sofía, ya deberías de saberlo. Él actúa.

—Él también juega.

—No, él ya tiene la partida ganada desde antes de empezar el juego, si sigue jugando es por pura diversión e interés. Le gustas, le gustas mucho, y le ibas a gustar aunque no fueras miembro de la realeza británica —le hace saber—. Porque le gustas tú, no tus raíces. Déjate querer, no cierres el libro solo porque el título no es de tu agrado. Así no funcionan las cosas. Cuantas maravillosas obras literarias se habían perdido, entonces.

—No hagas metáforas ahora, no es el momento.

—Siempre es el momento, querida... Siempre es el momento.

Con esas palabras se retiró, dejando a Sofía más confusa que nunca y con una clara tentación de quererse tirar por el balcón, quizá con eso las voces en su mente se callasen, tal vez así dejaría de darle problemas a todos, en especial a él. Si un rey tenía problemas, no sólo toda su familia se veía involucrada, también todo el país.

¿Y quien tenía el poder de que todo eso cambiase?

Ella.

Ella lo tenía.

¿Pero debería ella de hacer algo?

Si no lograba aclararse podía pedirle ayuda a alguien más, a su mejor amiga que ya había tenido que lidiar con un problema parecido. La única diferencia es que su príncipe renunció al trono porque tenía a quien dejárselo, no se podía decir lo mismo de este. Había destinos que no se podían cambiar, caminos que no se podían torcer, cosas que estaban hechas para estar.

Pero como bien había dicho la reina: Siempre es el momento.

¿Pero el momento para qué?

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