Capítulo 12

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—Ambos sabemos que no es así, déjame explicarte...

—No tienes nada que explicarme, yo estaba buscando el baño y me confundí de puerta —señaló lo obvio, aclarando su garganta con un carraspeo.

—Quiero explicarte... Y por favor, mírame —pidió poniéndose frente a ella, sus dedos tomaron su mentón para obligarla a levar la mirada a sus ojos—. No iba a pasar nada entre ella y yo, si eso tienes en mente, que sepas que es una idea errónea a lo que soy totalmente.

—Solo ibas a buscar amor en sus caricias, así como pretenderías que ella se sintiese querida con cada beso de tus labios. Pero eso, Christopher, eso más allá de lo que tenéis... El amor no se fuerza, es algo que tiene que salir de ti. Ella te conviene, tú le convienes a ella. Pero no funcionan así las leyes del amor, si así fuera déjame decirte que enamorarse sería lo más sencillo del mundo y nadie lloraría por decepciones románticas —puso una mano en su pecho—. Si te atreves a quererla, hazlo de verdad. No te dejes ganas por la hipocresía que envuelve tu mundo. La monarquía es una mierda porque todo en ella es falso, nada de lo que tienes te pertenece realmente. Alicia tampoco te pertenece, vives recordándote que su amor tampoco lo hace.

—Los monarcas amamos, Sofía.

—Pero tú a ella no.

—Tienes razón, no la amo.

—¿Pero? —alzó sus cejas—. Estás poniendo cara de que quieres seguir hablando.

—Pero te amo a ti —se encogió de hombros como si lo que acabase de decir no fuera a tener un gran impacto en ella—. Al menos estoy empezando a amarte. Antes solo me atraías y tal, pero entiendo que esto no es tu estilo y que por tu odio hacia la monarquía no vas a darme siquiera una oportunidad.

—Menos mal que lo entiendes —suspiró, aunque sabía que no era cierto y solo lo decía por decir.

—Sofía...

—No, Sofía nada...

—No sé porque pretendo que esto se parezca a una película, está claro que no te voy a rogar ni tú vas a ceder. Así que mejor dejemos las cosas así, prefiero que sea así... Eres la madre de Alexia, si nos hablamos que sea por ella y no para darme falsas ilusiones y después romperme el corazón. Porque es obvio que yo voy a ser el único que acabe mal en todo esto.

Ella no supo que decirle, ¿cómo se respondía algo así? La estaba dejando como la mala de la historia y no iba a permitir eso, sin embargo, sabía qué razón no le faltaba.

—Ah, y para que no te quedes con la duda, yo no voy a jugar con los sentimientos de ninguna mujer. Alicia sabe lo que soy y lo que hay, al menos con ella no voy a tener que fingir nada,
¿no?

Sonrió con ironía antes de dar media vuelta y volver a su habitación, donde la joven lo esperaba sentada en la cama y con la mirada perdida en algún punto del cuarto. Al verlo entrar fue rápida en levantarse acercarse a él.

—No quería causarte problemas.

—No me has causado nada, descuida —dejó que sus brazos rodearan su cintura y no se movió—. Alicia, mi vida, habría sido un error un error si nos dejásemos llevar... Menos mal que Sofía abrió la puerta en el momento adecuado.

—Para mi no habría sido un error —aclaró, apretándolo más contra su cuerpo—. Tenemos futuro, date cuenta, no vas a encontrar un mejor partido.

—Pero tú si —susurró, acariciando sus mejillas—. Te mereces a alguien que te quiera, sé ambiciosa.

—Le estoy tirando al futuro rey de Dinamarca, ¿eso no es ser ambiciosa? Christopher, por Dios, te quiero.

—No, no me quieres, lo que quieres es ser la reina del país —chasqueó su lengua—. Y está bien, pero te aseguro que encontrar a alguien que te quiera es mucho más impresionante. No vuelvas más por aquí, ¿si? No quiero darte falsas ilusiones, aunque lo intente no creo que logre quererte nunca. Y no es por ti, de verdad, tú eres preciosa.

—Eres más de pelinegras, lo pillo —sonrió con amargura—. ¿Que tiene ella que yo no tenga?

—Es la madre de mi hija —señaló—. Tiene un encanto que todavía no logro entender ni yo.

Asintió y lo soltó, obligándole a que sus manos abandonaran también su rostro. La miró con pena, no quería herirla, pero era mejor hacerlo cuanto antes, si tardara más tiempo le dolería más.

Ella se retiró de la habitación sin disimular la desilusión que le causó hacerlo, esperaba que él fuera tras ella tal como lo había hecho con la pelinegra, pero eso no pasó. Christopher se dejó caer en la cama y suspiró frustrado mientras miraba el techo de su habitación.

A veces la vida era el juego más difícil.

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