Capítulo 14

384 38 2
                                    


La inauguración del museo le vino de perlas, tenía que hablar con Miriam y esa podía ser la excusa perfecta,  con un poco de suerte podría despegarla un rato del pelinegro para poder contarle todo aquello que la atormentaba por dentro.

Llevaba un traje de color negro y llevaba por dejado un top de color blanco, no se había roto la cabeza creando el outfit pero tampoco le apetecía ir de vestido, para variar. Miriam si lucía un vestido de color gris que le marcaba su ya notoria barriga, se veía adorable.

—Va a ser aburrido —señaló la princesa republicana mientras su novio le rodeaba los hombros con uno de sus brazos—. Sofía, podemos escaparnos cuando empiecen a hablar de la historia esa que nos van a soltar.

—Ni siquiera sé porque tenéis que asistir a la inauguración de ese museo...

—Habrá un apartado dedicado a la familia real, con joyas exclusivas de los antepasados, fotos niña a vistas, cosas que a nadie le interesan pero tenemos que fingir que si, esperemos que no entren a robarle porque eso debe de valer un pastizal.

—Los museos invierten mucho dinero en seguridad.

—No es para menos, tía —murmura lo obvio.

La primera media hora fue aburrida, tal como Miriam predijo, aunque tuvieron que sonreír porque los flashes estaban sobre ellos en todo momento. Incluso se interesaban por las explicaciones para que los periodistas tuvieran un buen titular al día siguiente.

—Me estoy cansando —advirtió por lo bajo.

—Vamos a sentarnos, las embarazadas no deben de pasar mucho tiempo de pie —tomó su mano y la llevó consigo hasta las mesas que habían preparado allí, había un gran banquete que le hizo abrir la boca al instante. Eso era pura tentación. ¿Como princesa tenía el privilegio de empezar a comer antes que los demás o que? —. Hay algo de lo que quiero hablarte.

—¿Gravedad del asunto?

—Ocho —puntuó—. Ocho con cinco... con setenta y cinco, mejor dicho.

—Mierda, Sofía, ¿y por qué esperas tanto para contarme el chisme?

La pelinegra dejó escapar un suspiro mientras se sentaba frente a ella, ni siquiera ella sabía cómo debía de empezar a contarle el asunto.

—Me acosté con tu hermano —soltó.

—Si, eso ya me lo imaginaba, tenéis una hija así que...

—No, hace un par de días —concretó—. En la fiesta donde anunció que sería rey, ahí nos acostamos. Por eso creo que tuvo problemas con su prometida, pero que conste que yo no sabía que ella lo era, así que bueno... Ya te imaginas el lío que causé. La reina se enteró, vino a verme y hablamos... Ella habló, yo solo respondía. Me dejó demasiado confusa y ahora no sé qué hacer.

—¿Te gusta mi hermano? —preguntó sin rodeos, dejándola callada por al menos unos largos segundos—. Es una pregunta sencilla.

—Lo mismo decía yo cuando te preguntaba por el príncipe de España...

—No evites la pregunta, ¿si o no?

—Si, joder si, me flipa tu hermano... Pero me gusta solo como persona, como padre de Alexia y como amigo.

—Como amigo que te follas —señala.

—¡Miriam!

—Solo te estoy ayudando a aclararte, Sofía.

—No me estás ayudando... —suspira frustrada—. ¿Crea que...?

—¿Qué tú le gustas? Si, desde hace bastante ya, siempre estuvo interesado por ti aunque quisieras hacerte la ciega. No deberías de romperle el corazón, si te decides a quererlo espero que lo hagas bien, sin mierdas de por medio. Yo, aunque me joda admitirlo, estaba dispuesta a aceptar la puta monarquía si eso significaba estar con él.

—Suerte entonces que renunció al trono y se lo dejó a su hermana —dice cruzándose de brazos—. Que pena que no podamos comparar los casos...

—Lo siento, de verdad que lo siento. Pero quiérelo a él no a su título —negó con la cabeza al ver cómo las explicaciones ya habían terminado y ya todos se acercaban a las mesas—. De lo contrario ya sabes cómo terminará la historia, con un final poco feliz para los dos y a quien le dolerá más con el paso del tiempo es a ti, porque eres quien tiene la decisión.

—No soy la única que tiene la decisión...

—¿Acaso él no te confesó ya sus sentimientos? Sofía, dejó a Alicia porque deseaba no engañarla, sabiendo que su corazón ya estaba ocupado por ti. Haceros todos los tontos si queréis pero yo lo veo todo muy claro, quizá demasiado... ¿Qué os cuesta intentarlo?

Sonaba fácil, incluso Sofía creyó que lo era o que podría llegar a serlo, pero todo eso se disipó cuando al alzar la mirada vio a Alicia acercándose a ella con paso decidido. No la había visto desde aquel incómodo encuentro en la habitación del príncipe, pero no parecía la misma, su mirada estaba llena de rabia e incluso parecía que...

Estaba borracha.

Puedo comprarlo cuando empezó a hablar y la lengua le pesaba en el paladar hasta el punto de arrastras las letras al final de cada oración. Ni siquiera decía cosas coherentes, pero si no la calmaba habría pronto un revuelo que no le convendría a nadie, en especial a la familia real.

—¿Por qué tú? ¿Que ve en ti? Si yo soy mucho mejor en todos los aspectos... Yo lo quiero como rey, tú no.

—Tienes razón, tú eres mejor que yo, ojalá pudiera decirte que ve en mi pero yo tampoco lo sé —sonríe apenada—. Alicia, el amor es complicado.

—No debería de serlo... ¿Sabes que tampoco debería de ser complicado? ¡Él! Pero lo es. Desde que tú entraste en su vida lo es, no me puedo creer que esté borracha por una idiota como tú...

—Estás borracha por su culpa, no por la mía.

—¡Es todo culpa tuya! ¡Culpa tuya!

Los gritos alertaron al príncipe, que no tardó en acercarse y llevarse consigo a Alicia, dejando a Sofía con la mirada perdida en la dirección que ellos habían tomado. ¿Por que ahora sentía ese maldito vacío en su estómago? Las personas inocentes no deberían de sentirlo, la culpa solo debería de pesarle a los culpables...

Pero ella no era inocente.

El juego real Donde viven las historias. Descúbrelo ahora