Capítulo 19

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El heredero al trono arropó a su hija cuando se fue a dormir mientras insistía en ese tema que tanto había mencionado durante toda la tarde, él ya no sabía que más decirle para evitarlo.

—Te prometo que pensaremos en la idea de darte un hermanito sólo si no vuelves a mencionar el tema.

—¿Lo prometes de verdad? —abrió sus ojos, quizá sólo era para hacerle ese truquito que nunca fallaba.

—Lo prometo —susurró dejando un beso en su frente.

—Quiero que se llame Abraham, como Abraham Mateo —pidió sonriéndole—. A mi me gusta mucho Abraham Mateo, papá, tienes que escuchar sus canciones.

—Ya sé quién es Abraham Mateo —soltó una risita—. He escuchado ya su música, Alex, es realmente buena. El chico tiene una muy buena voz y unas letras impresionantes, alguna que quizá tú no deberías de haber escuchado, pero te lo paso solo porque es Abraham Mateo, ¿eh?

Ella se carcajeó. Tenía un padre molón, no como los demás padres que solo se preocupaban por el trabajo y tenían hijos solo para que se quedaran con lo que ellos tenían. No quería un padre aburrido. El suyo era genial, si hasta escuchaba a Abraham Mateo, ¿que más le podía pedir a la vida? A parte de un hermano pequeño, claro.

—Ahora duérmete que son casi las once y las niñas buenas se duermen a ls diez.

—Me dejaste quedarme hasta las diez y media.

—Porque es sábado —recordó—. Mañana a las diez te quiero durmiendo que el lunes tienes que madrugar, ¿entendido?

—Si, papá, si.

—Bien, así me gusta. Yo iré con tu madre para hablar de lo que te prometí.

—No te molestes, ella está con el abuelo.

—¿Cómo? —alzó sus cejas confuso.

—Papá, no te enteras de nada. Mamá y el abuelo están en la biblioteca hablando, la puerta estaba abierta cuando subimos, ¿no te fijaste?

—No pensé que estaría con él.

—Pues si que lo estaba.

Era observadora. Se fijaba en cada mínimo detalle de cualquier pequeña cosa. Tal vez por eso siempre sacaba conclusiones antes de tiempo, conclusiones que terminaban siendo realidades porque casi nunca fallaba. Como en la relación de sus padres, por ejemplo. Ella notaba la miradas que se lanzaban el uno al otro, como sonreían cuando el contrario hablaba, pequeñas cosas que tal vez solo una niña podría darse cuenta y que para un adulto era algo sin importancia. Para ella nada pasaba desapercibido. Como esa tarde cuando mencionó el tema del hermano. ¿Como interpretaría sus miradas en aquel momento?

Sofía si sabía cómo hacerlo. Con nervios. Porque no sabía si sentirse aliviada o si eso le aumentaba más la tensión. La regla le estaba tardando ya dos días y no podía ser un error, había tenido sexo sin protección porque les había dado la real gana. Quizá más bien por un capricho al no pensar en las consecuencias. Pero vamos, al día siguiente solo recordó el polvazo de la noche y no en que debía de tomarse una pastilla si no lo quería lamentar nueve meses después. Quizá sólo terminaba siendo un susto, por eso no dijo nada, por eso había decidido reírse y no hablar más del tema. ¿Como iba a reaccionar también él? Andaba con demasiadas cosas en la cabeza, ser rey del país ya era más que suficiente, no hacía falta agregar también un hijo a sus problemas. Iba a colapsar y no quería ser ella la causante.

—Mi hijo es como un niño —habló el rey, sacándola de su imaginación y llevándola de vuelta a la realidad—, para él todo es un juego.

—La vida es más bonita jugando, eh.

—No estamos en la misma línea.

—O no estamos en el mismo juego —alzó sus cejas—. ¿Cual es su juego favorito, su majestad?

—¿Me ves pinta de jugar? Yo tengo cosas importantes a las que atender, todo un reino depende de mi, por si no lo sabías. No malgasto mi tiempo jugando.

—¿Jugó alguna vez con su hijo cuando él era pequeño?

—No lo recuerdo —admitió llevándose una mano en la cabeza—, tal vez le enseñé a jugar al ajedrez... Si, sin duda eso si que lo hice.

Ella chasqueó su lengua. Tenía sentido. Era un juego donde el rey era la pieza más importante cuando no servía para nada. Era normal que el rey jugase al ajedrez.

—En el ajedrez la reina siempre da la vida por el rey, se mueve para matar a todo aquel que lo amenace, da la vida por él si es necesario... ¿Tú crees que serías capaz de algo así, Sofía?

—¿Cree que no soy capaz de dar la vida por su hijo? —negó con la cabeza—. No hace falta un juego para entenderlo. Para ello sólo necesitamos el amor. Si, yo daría lo que fuera necesario por él, pero él, al contrario que en el ajedrez, también daría lo que fuera por mi. Es bonito querer a alguien así.

—Yo ya tengo a alguien que me quiera así.

—¿Y usted a ella también la quiere de la misma manera? —resopló—. Siempre tiene que haber un hijo de puta en una relación real. En la española, por ejemplo, es Letizia. El rey daría lo que fuera por ella, pero no podemos decir lo mismo de ella por él.

—¿Por qué habla tanto de España? —sonrió con diversión—. Háblame mejor de Reino Unido y de la familia británica.

—No diré nada.

—Uhm, persona que rechaza la realeza en su país, ¿debe ser aceptada en la realeza de otro? Permíteme dudarlo, porque mi mente va a crear muchos escenarios que tal vez no sean los correctos.

—La realeza es una mierda —señaló—. Pero yo, por amor a su hijo, aquí estoy de nuevo. ¿Ve a lo que me refiero o acaso necesita un esquema gráfico para entenderlo mejor?

Christopher se apoyó en la puerta de la biblioteca, observándolos a ambos después de haber escuchado parte de la conversación, una sonrisa se dibujó de inmediato en sus labios cuando ella se giró decidida a irse y dejar al rey allí solo, pero al verlo se planteó que quizá no era la mejor opción.

—¿Has oído, papá? ¿O te lo repito yo? —preguntó él com diversión mientras acortaba la distancia—. Suerte en tu viaje a Reino Unido, cuidaremos bien del palacio en tu ausencia.

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