Christopher de DinamarcaElla pasó un pulgar sobre mis labios, sus ojos en los míos a centímetros de distancia. Presioné mis palmas contra sus costillas, justo debajo de su sostén.
Le hice una silenciosa petición, ella no tardó en asentir, reprimiendo el aliento, excitada, bajando su barbilla. Deslicé mis manos hacia arriba, ahuequé sus senos, sintiendo sus endurecidos pezones en el centro del sujetador. Me sorprendió que esto sucediera,
que ella me dejara hacer esto.Oh, jodida mierda.
Yo no podía respirar, pero no necesitaba hacerlo porque ella estaba besándome y dándome su propio aliento, lo más dulce que mi boca podría sentir jamás.
La cara ropa que tanto habían insistido los diseñadores, diciendo que la tela era de lo mejorcito, que debíamos de tener cuidado para lucirla perfecta... Terminó toda en el suelo, quizá para no volver a ponerla nunca más. Yo, borracho de placer, dejé que mis ojos recorrieran su cuerpo desnudo para embriagarme todavía más con el. Había conocido la perfección en ese mismo momento.
—Dios mío, Sofía... ¿Dónde has estado todos estes años? —pregunté de manera retórica, no buscaba una respuesta, solo tenía la necesidad de expresar esa cuestión en voz alta.
Perdí capacidad para discurso cuando me deslizaba lentamente dentro de ella, enterrándome profundamente y más hondo, hasta que mis caderas chocaron con su piel.
Con una mano en su cintura, la otra acariciándola, salí lentamente, luego empujé hacia dentro, gimiendo.—Despacio, su majestad —pidió jadeante.
Me detuve a mitad de un empuje, para así deslizarme de manera lenta.
—¿Así?
—Justo así...
—Así que te gusta lento, ¿eh? —mis dedos pellizcaron su pezón, arrancándole un nuevo gemido.
—De esta manera puedo sentir cada centímetro de ti perdiéndose en mi.
Me ofrecía claros signos de que le resultaba placentero, y eso me ayudaba a llevarla al orgasmo. Puse los dedos en su clítoris y froté este con delicadeza, en el punto justo para hacer que se retorciera de placer en las sábanas de la cama.
Hay momentos donde tu mundo colapsa para mal, donde sientes que todo está perdido ya. Hay otros, sin embargo, en que lo haces por bien. Sucede en el sexo. Tocas a alguien por primera vez y sientes algo tan intenso que
crees que nunca volverás a ser el mismo.
Me sentí así con ella en mis brazos. Ningún cuerpo iba a superar el suyo, podía haber mil mujeres, cientos de princesas, y yo la seguiría eligiendo a ella. Tuvimos la pasión y el sexo era fantástico. Nunca había disfrutado tanto con el sexo, sentía que no todo había sido desenfreno, sudor y gemidos, al menos para mi... Porque ella no dijo demasiado después de llegar al orgasmo, respiraba agitada y mantenía sus ojos cerrados como si quisiera evitar mirarme.—Sofiita... —susurré, dejándome caer a su lado cuando lo que de verdad necesitaba era ir directo a la ducha.
—Esto no debió de suceder —advirtió, abriendo los ojos y mirando los míos.
—Somos adultos, no hagamos de adolescentes porque ya no nos queda el papel —besé su frente antes de levantarme, sabiendo que ella no me quería allí por más tiempo, recogí mi ropa y me vestí—. Si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme.
Las emociones se mezclaban con el deseo y el que iba a salir perdiendo de ese juego solamente era yo.
—Dijiste que no se podía dejar a un rey solo —su voz me detuvo antes de abrir la puerta, no sabía que nuestra partida de ajedrez le fuera a importar tanto. Claro que para mi era un juego significativo.
—La reina en el ajedrez lo es todo, ¿que te hace pensar que en la realidad no lo es? —chasqueé mi lengua—. ¿Por qué le damos tanta importancia a una ficha como el rey que es inútil? La verdadera dueña del juego es la reina, puede moverse como le da la gana y tiene mucho más poder que las demás piezas.
—Tus metáforas son tan buenas que me dan ganas de lanzarte el maldito tablero a la cabeza.
Su comentario me hace reír, entiendo perfectamente que mi hermana y ella sean mejores amigas, tienen contestaciones muy similares.
—Mis metáforas hacen referencia a la realidad, Sofiita —aclaré—. Piensa en ello.
Salí de allí, quizá dejándola con la palabra en la boca y caminé directo a mi habitación. No iba a bajar de nuevo, suficiente había tenido ya. Si esto solo era una fiesta para aclarar algo, no quería imaginarme cómo sería el día de la verdadera coronación. Un escándalo para el país y también para mí.
Me sorprende que al entrar en la habitación ya haya alguien allí, nada más y nada menos que mi querida hermana.
—Apestas a sexo —arruga su nariz al verme—. Venía a decirte que Alexia ya está durmiendo, no te encontré abajo así que... Un momento, ¿con quién coño te has acostado?
—Eso no es algo que a ti deba de importarte —chasqueo mi lengua contra el paladar de mi boca—. Gracias por ser una buena tía con tu sobrina. Tengo que ir a ducharme y después me gustaría descansar, ha sido una noche larga.
—Pensé que estabas prometido, Christopher —suspira, mirándome con decepción—. Y tu supuesta prometida estaba abajo... No puedo creerme que seas un maldito infiel.
—No, hermanita, no te dejes engañar —advertí—. Yo no estoy comprometido con nadie, que los reyes quieran que lo esté es algo totalmente diferente. Alicia es preciosa pero no la quiero, ella se merece a alguien que si lo haga. No porque vaya a ser rey signifique que ande en busca de una mujer para que sea la reina. Además, quítate esa imagen de la mente, yo no juego con las mujeres.
Quizá sólo lo hacía con una, pero no jugaba de esa manera de ilusionarla para después romperle el corazón. Nuestros juegos iban más allá, era como el juego real entre ambos, y no real por la realeza sino por la realidad.
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El juego real
FanfictionChristopher nunca se había llevado bien con la palabra "compromiso", algo que era esencial si quería ser el príncipe de Dinamarca. La responsabilidad no era su punto fuerte. Pero no le quedaba más remedio que hacer frente a todo, olvidarse de todo l...