—De veras, lo siento muchísimo. —Se disculpó por quinta vez con la pelinegra, quien ya se reía cada vez que lo escuchaba decir esas palabras—. No te rías, estoy hablando muy en serio.—Créeme que eso ya lo sé. —Le hizo saber, mirándolo com ternura. Podía ser un hombre pero para pedir perdón se asimilaba a un niño—. No es tu culpa como actúen los guardias.
—Los guardias trabajaban para mi, así que es mi responsabilidad —refutó—. Lo que pase dentro del palacio es mi responsabilidad, lo que tenga que ver con hija también es mi responsabilidad y...
—No —interrumpió—. Lo que tenga que ver conmigo no es tu responsabilidad, no te atrevas siquiera a decirlo. Soy una mujer adulta que puede cuidar de sí misma, yo al menos no necesito guardias de seguridad.
—¿A qué mierda viene eso ahora? —suspira frustrado, pellizcándose el punte de la nariz—. Entiendo que odies a la monarquía pero olvídate de ello cuando estés conmigo, por favor.
La pelinegra dejó escapar un suspiro, no es que quisiera descargar su rabia con él pero siempre estaba ahí cuando los malos recuerdos volvían a su cabeza y el enfado se juntaba dentro de sí. Él era una buena persona, se lo había mostrado y seguía haciéndolo. Un buen príncipe, un buen hijo, un gran padre y, probablemente, el mejor rey que Dinamarca tendría jamás. Sofía no dudaba de él y sus capacidades, se notaba que era el hermano de su mejor amiga, sus personalidades eran muy parecidas. Aunque seguía pensando que Christopher todavía no se mostraba a sí mismo del todo, que aún tenía cosas reprimidas, cosas que durante toda su vida le hicieron reprimir para encajar en su familia.
—Eres un buen tío, quizá el mejor que he conocido en toda mi jodida vida... Y resultas ser el futuro rey de Dinamarca, ¿tú sabes lo que me jode a mi eso? —mordió su labio inferior, desviando la mirada para no confesarle todo eso mirándolo a la cara—. Si fueras alguien normal hasta tendría algo contigo.
Él sonrió. Le alegraba escucharla decir eso, ni siquiera se preocupó por ese "si fueras alguien normal". Estaba prendado de ella desde que la vio en España, siempre buscaba la excusa perfecta para preguntarle a su hermana por ella, incluso en ocasiones le preguntaba a Erick que apenas y la conocía de vista. Conocerla de verdad, saber de donde provenía, quienes eran sus familiares, saber quién era ella debajo de todo lo que fingía ser. Saber que, además de todo eso, era la desconocida madre de su hija, solo fue la guinda del pastel.
—Tú y yo siempre tendremos algo, aunque tú no quieras tener nada conmigo por ser quien soy, recuérdelo —susurró, inclinándose para depositar un pequeño beso en sus labios.
Los ojos de Sofía se cerraron al sentir su cálido tacto, sus labios envolvían los suyos de manera suave y delicada, bien podría acostumbrarse a ese tipo de besos que su boca no había recibido nunca antes.
Su mano fue directa a su mejilla para acariciar esta y profundizar ese beso que seguro no tardaría demasiado en romperse. No quería dejar ir la magia que estaba sintiendo, se rehusaba.
—No puedes decirme eso, besarme y quedarte tan ancho —protestó cuando sus labios se despegaron.
—¿Es que acaso quieres algo más?
—No me voy a conformar con menos —advirtió.
—A veces no te entiendo, Sofiita —admitió, volviendo a besarla, esta vez con más pasión que la primera. Dejando que sus labios se quemaran mutuamente.
Sofía tampoco se entendía a sí misma y mucho menos cuando se trataba de él. Lo que sí entendía era que él le gustaba, todo lo que le envolvía no, por eso no iba a saltar como un kamikaze. ¿De que le servía huir de algo durante toda su vida si ahora se tiraría de vuelta a ello? De nada. No se arriesgaría de ese modo.
—Tus invitados deben de estar esperándote —habló mientras sus manos luchaban por no desabotonarle la camisa.
—¡Que le jodan a los invitados! —su boca dejó la suya para darle guerra al lóbulo de su oreja—. Tu piel es adictiva, creo que estoy teniendo un deja vu.
Sofía juraba lo mismo, los recuerdos de la noche de hace años estaban volviendo a su mente con mucha claridad. Claro, quizá era el toque tan personal que tenía, o su forma de besarla tan inigualable. Todo, absolutamente todo. Su cuerpo le pedía más a gritos, su mente le susurraba que debía de detenerse. ¿A qué haría caso: a los gritos o a los susurros?
La respuesta estaba clara.
—Quiero que sea un deja vu por completo, esta vez ninguno de los dos está pasado de copas y lo recordaremos a la perfección —propuso.
—Vamos a mi habitación —susurró sobre su piel.
—No quiero ir a la habitación donde van todas, quiero hacerlo aquí.
—¿Qué te hace pensar que no han estado en la habitación de invitados? —burló en su oído.
Ninguna de las chicas con las que se había acostado pisó el palacio, tenía sus límites y nadie los sobrepasaría. ¿Cómo se le pasaba por la mente eso de meter a alguna mujer en su dormitorio? ¡Por todos los santos del cielo! Era un príncipe con cabeza.
—Eres la única, Sofiita, despreocúpate...
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El juego real
FanfictionChristopher nunca se había llevado bien con la palabra "compromiso", algo que era esencial si quería ser el príncipe de Dinamarca. La responsabilidad no era su punto fuerte. Pero no le quedaba más remedio que hacer frente a todo, olvidarse de todo l...