Capítulo 21

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Sofía no recordaba haber dormido tan bien en su vida, no sabía si era debido al colchón, a las sábanas o al hombre que había dormido a su lado, el cual ya no se encontraba allí. Estiró su brazo tratando de alcanzar la mesita de noche y fracasó, fue entonces cuando se reincorporó soltando un suspiro. Ya pasaba de las diez de la mañana, había dormido más de lo que tenía pensado hacerlo pero el cuerpo le pedía a gritos descansar después de la movida noche. Se encaminó al baño para darse una ducha rápida, después se vistió y bajó, todavía con el cabello medio húmedo.

—¡Ahí estás!

Sofía casi se sobresalta al oír el grito de la mujer en su dirección, lo que menos se esperaba esa mañana era encontrarse a Alicia allí. Todo el buen humor acababa de esfumarse con solo dos palabras y una sonrisa.

—Buenos días —saludó—. Tengo hambre, así que si no te importa...

—Vengo a disculparme.

—Ya, si no puedes con el enemigo, únete a él, ¿no era algo así?

—No somos enemigas, Sofía, supéralo.

—Tenemos el mismo objetivo.

—Y ese objetivo sólo tiene un objetivo y eres tú, yo ya lo tengo sabido y no he llorado por ello. Hablamos el otro día cuando me quedé a dormir en el palacio y me dejó las cosas muy claras —admitió—. Tú no sabes cuanto dinero me ofreció el rey solo para estar con él. Me frustra tanto no haber conseguido lo que me pedía... Pero esto es lo mejor, ¿no? Al final el amor siempre triunfa.

—El amor triunfa en Disney, la vida real a veces es más complicada. Ojalá los problemas se solucionasen cantando todos juntos y abrazándonos después de terminar la canción.

—¿Entonces no quieres que cantemos algo y hagamos las paces? —intentó bromear alzando sus cejas.

—No te odio ni te tengo rencor, Alicia, no veo necesidad de hacer las paces.

—Te dije cosas horribles, Sofía —suspiró, ahora poniéndose seria—. No quiero que pienses que yo en realidad soy así. Pensé que sería como en una película, donde se empieza por conveniencia y se terminaba hasta las trancas. Pero está claro que no lo es y que en su vida sólo te quiere a ti. No voy a ser yo la ex despechada que hace de todo para separaros o algo así. Además, ni siquiera estoy segura de que me gustan los hombres, como para estar interesada en él.

—Pero yo te vi con intenciones de acostarte con él aquella noche...

—A los hombres hay que darles lo que quieren, ¿no? —sonrió irónica—. Por algo me gustan las mujeres.

—Él no es así.

—Yo no sé cómo es porque nunca me he molestado en conocerlo tanto como tú. Te vuelvo a repetir que no puede interesarme menos —suspiró.

—¿Cuanto valía lo vuestro? —inquirió, sabiendo que el rey no tardaría mucho en hacerle una propuesta similar. Era algo típico chantajear con dinero para conseguir lo que querías, y mucho más cuando el dinero no te pertenecía.

El rey emérito de España le había regalado 65 millones a una de sus amantes. ¿Cuanto estaría dispuesto a pagar por un hijo? El rey de Dinamarca le daba sensaciones similares al otro, si ya había ofrecido dinero a una para quedarse, lo más probable es que haría lo mismo con ella pero para pedirle que se fuera y que nunca más abriese la boca para hablar del tema. Pero claro, por mucho que quisiera guardar los secretos, estos siempre iban a salir a la luz en algún momento...

—Al principio fueron cuarenta de los grandes, ¿sabes que oferta es esa? Joder, más de la mitad de lo que han ganado mis abuelos y mis padres juntos en toda su vida... Tenía la vida solucionada si lo conseguía, además de que conquistándolo también me convertía en reina de Dinamarca, ¿que más quería?

Tenía sentido. Incluso Sofía, que era partidaria de no jugar con las personas, podía comprender lo que le decía. Era guapa y tenía encanto, si ella no se hubiera puesto en el camino lo habría conseguido fácilmente. Ahora incluso se sentía un poquitín culpable por ello.

—Tengo un par de millones en el banco, pues le dije que o había pago por adelantado o no empezaría con la conquista de su hijo. Por un momento temí que me volviera a pedir ese dinero, por suerte la reina intervino. Me dan asco por ser tan jodidamente ricos.

—Ni que lo digas, nunca se ha visto a una familia real en la pobreza —murmuró divertida—. ¿Ya has desayunado? Porque si no lo has hecho podemos hacerlo juntas, no creo que se molesten si usamos su cocina unos minutos.

Le regaló una sonrisa que no tardó en devolverle y caminaron juntas hasta la cocina para preparar algo. A ellas se unió una de las cocineras, que tras insistir en que ese era su trabajo, dejó que las dos chicas hicieran de las suyas.

Sofía se sentía aliviada. Tenía un problema menos encima. O quizá un problema más, quién sabe cómo podrían tornar las cosas cuando el rey volviera de su viaje de Reino Unido. Mientras tanto las cosas de palacio van despacio, como bien dice el refrán, y la tranquilidad es algo que está presente en cada minuto que allí pasa.

El ambiente es mejor cuando ese señor no estaba en casa, incluso las personas que trabajaban allí se relajaban más.

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