Capítulo 4

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Sofía estaba de los nervios, sus días en España habían sido de todo menos calmados, no había podido centrarse en el trabajo por culpa del príncipe de Dinamarca que no hacía más que aparecerse por su cabeza. Él, su estúpida sonrisa, su manera de arquear las cejas, su ridículo encanto, su manera de manipularla. Él, con el que tenía una hija en común, con el que se había acostado en su adolescencia y ahora parecía crecer la chispa cada vez que se miraban, pero que ambos preferían ignorar.

La familia real de Dinamarca ha salido esta mañana para anunciar que el hijo mayor de los reyes será coronado el próximo año. Christopher lleva toda su vida preparándose para este grandioso momento, desde pequeño se le inculcaron unos modales y unas enseñanzas dignas de un futuro rey. Todo el mundo sabía que esto ocurría en algún momento, pero nadie se imaginaba que sería tan pronto. El príncipe, futuro rey de Dinamarca, no ha querido dar ninguna palabra a los medios pero se le ha visto sonriéndole a las cámaras cuando entró al palacio acompañado de sus padres.

Apagó la televisión con rabia, las imágenes de Christopher ya se habían repetido al menos tres veces en lo que llevaban de informativos. Había sido una noticia bomba para la que nadie estaba preparado, pero que en el fondo a todo Dios le daba bastante igual. Al fin y al cabo, ¿por qué a los españoles le importaría la coronación del rey de Dinamarca? Si ni siquiera estaban contentos con la monarquía de su propio país. Claro que era raro, normalmente los protagonistas siempre eran los británicos y eso a Sofía le ardía todavía más.

—Esa señora tiene mil años —bufó Miriam al ver la portada en donde la reina Isabel II aparecía sonriente y saludando con la mano alzada.

—Noventa y seis, en realidad —corrigió.

—Su hijo morirá antes de poder llegar al trono, casi me da pena —soltó una risa—. ¿Cuántos años tiene ya el pobre?

—Carlos de Gales, si mal no recuerdo, tiene setenta y dos —chasqueó su lengua contra su paladar—. Es probable que no llegue al trono y que se pase directamente a alguno de sus hijos, es decir, un nieto de Isabel II.

—¿Y por qué tiene que ser un hijo de ese señor y no uno de sus hermanos? Es que menuda mierda, yo soy republicana y todo eso, pero es que no me parece justo ni lo que hacen entre ellos —se cruzó de brazos—. Ya podría subir al poder el guapo, ese que tiene el pelo rizado y sonríe bonito. Aunque no es el mayor de sus hermanos, hay pocas posibilidades de que sea él.

—No te creas, es uno de los favoritos de la reina...

Esa vez casi metió la pata hasta el fondo, ¿cómo habría de saber ella que Joel era uno de los nietos favoritos de Isabel II? No había manera, quizá por un cotilleo de revista o algo así podría inventar, pero Miriam no era tonta y se daría cuenta al instante. Para su buena suerte, ese día no se habló más de príncipes, princesas, reinas ni coronaciones.

Ató su cabello negro en un moño mal hecho y caminó hasta su habitación, el portátil estaba encendido en una pagina web que no le interesaba ver en ese momento, lo cerró y lo dejó sobre el escritorio. Tenía demasiadas cosas por hacer y poco tiempo del que disponía, su primo llegaría en cualquier momento a su departamento y ni siquiera se había molestado en hacer la cama. Bufó, mirando de mala gana las sábanas rosas que se había comprado en el Carrefour el mes pasado, tiró de estas sin importarle que llevaran arrugas y se puso a hacer la cama. Media hora después, mientras barría el suelo, escuchó el timbre.

—Mierda —maldijo al tiempo que llevaba la escoba y el recogedor a una esquina. Alisó su camiseta con sus manos y caminó hasta la puerta—. Adelante, acomódate donde veas...

—Como los chorros del oro, primita —se mofó mirando a su alrededor.

—Si tienes mucha finura vuelve a tu maldito palacio y déjame tranquila, yo no tengo a trescientas personas, sin contar al personal de seguridad, trabajando para mi —bufó y amenazó con pegarle un escobazo.

—Veo que España te pone más agresiva —soltó una carcajada al tiempo que se sentaba en el sofá—. No estoy aquí para hablar de lujos, ¿verdad?

—No, tengo algo muy importante que contarte... ¿Estás solo?

Era obvio que presencialmente lo estaba, pues ningún guardia de seguridad lo acompañaba, pero no era la primera vez que le ocultaban un micrófono en el bolsillo del abrigo para mantéese informados. Velaban por su seguridad, era normal que no lo dejaran solo ni en ocasiones extremas.

—Me he cambiado tres veces de ropa, me di un baño, me volví a cambiar de ropa... Y finalmente fui al Corte Inglés para comprar algo nuevo y ponérmelo —informó sonriente—. ¿Estoy guapo, eh?

Puso los ojos en blanco con fingida molestia, su primo no era de esos que tenían una falsa humildad. Era guapo y lo sabía.

—¿Recuerdas aquella fiesta que hicimos hace años en nuestro país? ¿Recuerdas que después de eso yo me quedé embarazada y pasó lo que pasó?

—Si, Sofía, lo recuerdo... No entiendo porque me estás sacando estos temas ahora.

—He conocido a mi hija —habló—. Su padre me dejó conocerla, ella está en Dinamarca, es preciosa...

Él se levantó conmocionado y la abrazó, después de todo había sido el único familiar que estuvo con ella en todo momento.

—¿Sabes de quien es hija?

—No... ¿Cómo habría yo de saberlo?

—Eres príncipe, podrías saberlo muy fácilmente...

—Tú no te veías interesada en saberlo y yo respeté tu decisión, no soy como nuestros familiares, ¿sabes?

Se mordió el labio inferior, avergonzada.

—El príncipe de Dinamarca —lo nombró, soltando un suspiro pesado—. Él es el padre de Alexia.

—No me jodas... ¿Cómo ha sido eso posible?

—Él estuvo contigo en la fiesta, Joel —tragó saliva—. Creo que te manda saludos, ya me investigó y sabe de donde vengo. Tengo pánico de que todo esto salga a la luz.

—No tienes que preocuparte, hablaré yo con él si es necesario, todo iba bien y seguirá yendo así hasta que tú lo decidas —besó su frente y la miró a los ojos—. En serio, no te preocupes...

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