Capítulo 2

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Sofía no solo se había quedado a comer sino que también había pasado la tarde entera con Alexia y por la noche cenaron todos juntos, Christopher le había dado el día libre a la niñera así que aprovecharon para disfrutarlo al máximo los tres juntos.

—Descansa, princesa —susurró Sofía, arropando a su hija.

—Dime que no te vas a ir, por favor... Que cuando despierte mañana esto no haya sido un sueño —pidió en voz baja.

—Oh, amor —hizo un mohín con sus labios, acariciando su cabello—. Te prometo que esto no es ningún sueño, duérmete y mañana verás que no te miento.

Se quedó con ella hasta que cayó dormida, Christopher las observaba con dulzura desde la puerta, sin ánimo de querer interrumpir ese tierno momento que estaban protagonizando. Sofía apagó la luz antes de salir de la habitación y cerró la puerta tras su cuerpo.

—¿Quieres quedarte a dormir? —propuso—. Hay una habitación al lado de esta, por si quieres pasar aquí la noche, ya es tarde para andar por ahí...

—Tengo mi ropa y mis cosas en la casa real, además... No creo que sea una buena idea, ¿en donde dormirás tú?

—En el sofá —se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

—Alteza, ¿dormirá usted en el sofá? —burló, poniendo sus manos en su cintura—. No lo creo, no vaya a ser que mañana amanezca con dolores de espalda o algo similar.

—Créeme que he dormido en sitios peores —sonrió con diversión—, pero si tanto te preocupa mi espalda... Podemos dormir los dos juntos, ¿eh?

Ella rió, pensando que bromeaba, como lo había estado haciendo hasta el momento. Pero no. Él había soltado el comentario en serio y sin ninguna maldad.

—Ah, mierda, lo dices de verdad —se aclaró la garganta—. También está la opción en la que yo duermo en el sofá.

—No voy a permitir que tú duermas en el sofá —bufó.

—Pues yo no voy a permitir que estemos discutiendo por una cosa tan ridícula —puso los ojos en blanco, abriendo la puerta que Christopher le había indicado minutos atrás—. Anda, ven.

Él sonrió de oreja a oreja, sabiendo que había conseguido lo que tanto ansiaba, pero la sonrisa se borró al ver el tamaño de la cama. La recordaba más pequeña, por supuesto, pero al parecer era enorme, lo suficiente como para que sus cuerpos no se rozaran en toda la noche si uno estaba en una punta y el otro en la otra.

—Me encanta —declaró ella, deshaciéndose de sus zapatos.

—¿Cómo sueles dormir? —cuestionó él, comenzando a desabotonar su camisa.

—¿Con los ojos cerrados?

—De ropa, lista —puso los ojos en blanco.

—Oh —sintió sus mejillas sonrojarse—, no importa como suelo dormir... Hoy pienso dormir con ropa

—No quiero que duermas incómoda, tonta —le lanzó su camisa una vez que se la quitó—. Puedes usarla, si quieres.

Ella la miró dudosa por unos segundos, nunca había dormido con la camisa de nadie pero en las películas románticas la protagonista siempre usaba la ropa de su novio así que... ¿Por qué no? ¡Sin miedo éxito!

Él se puso de espaldas a ella para darle su privacidad, Sofía aprovechó para sacar su ropa y ponerse la camisa en su cuerpo, no se molestó en mirarse al espejo para ver cómo le quedaba, simplemente se metió en la cama y se cubrió con las sábanas.

—Descansa, Sofía —murmuró Christopher, metiéndose también en la cama.

—Igualmente, Christopher —respondió, por mucho que intentó cerrar los ojos no fue capaz de hacerlo, no tenía sueño y saber que estaba compartiendo cama con el futuro rey de Dinamarca no ayudaba en lo más mínimo.

Dio al menos un par de vueltas durante horas, tratando de buscar la posición perfecta, acomodó su cabeza en la almohada pero tampoco se sentía cómoda de ninguna forma.

Bufó, dispuesta a levantarse, pero en el momento que hizo un ademán de sacarse las sábanas de encima un brazo rodeó su cuerpo y la atrajo hasta él.

—Nunca había estado con una chica que se moviera tanto en la cama —sus labios acariciaron su oído y su ronca voz le hizo estremecer.

Las mejillas de Sofía ardieron una vez más, sintiendo el doble sentido de esa frase al instante.

—¿Podrías estar quieta solo unos minutos? —pidió, bostezando después de hablar.

—Lo siento, no estaba cómoda.

—¿Y ahora lo estás?

¿Lo estaba?

Claro que si. ¿Quien no estaría cómoda en los brazos del príncipe de Dinamarca?

—Sofía, te hice una pregunta, es de educación responder.

—Perdón —musitó—, es que si estoy cómoda...

—Bien —volvió a bostezar—. Hasta mañana.

Ella entreabrió los labios dispuesta seguir hablando pero al tener su cuerpo tan pegado al suyo le fue incapaz decir palabra. Se limitó a cerrar los ojos, tratando de no tener pensamientos impuros con el hombre que la estaba abrazando, la noche sería bastante larga...

Pero la mañana era bastante corta, ahí sí que se le pegaban las sábanas al cuerpo y se negaba a levantar la cabeza de la almohada.

Las mañanas deberían de ser sagradas.

—¡Mamá, estás aquí! —el chillido de Alexia le hizo abrir los ojos, encontrándose a la pequeña corriendo hacia ella mientras que su padre venía tras ella con una mirada de pena.

—Buenos días —dijo este, rascándose la nuca—, se negaba a desayunar sin ti...

—Vaya... —rió, sentándose en la cama y estirando sus brazos—. Entonces habrá que ir a desayunar.

—¡Si! —la niña se subió a la cama con ella y no tardó en ponerse a saltar sobre el colchón, transmitiendo su energía y su ilusión.

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