Poco más de ocho meses después nació Abraham, el tan ansiado príncipe de Dinamarca. Durante el embarazo no se había dejado ver por lo que hasta el día del parto estuvieron sin saber si se trataba de un niño o de una niña, aunque los instintos ya apuntaban por la primera opción.La que más se alegró, sin duda, fue Alexia. Que chillaba emocionada a los cuatro vientos que ahora tenía un hermanito que se llama Abraham, igual que Abraham Mateo.
Cuando empezó a andar Christopher se coronó rey y el país le dio una cálida bienvenida al poder. Todos ansiaban el reinado de este y que su padre pasara a ser historia de una vez por todas.
Hablando del rey de Roma... Bueno, rey emérito de Dinamarca, ah. Le llenaba de coraje no haberse salido con la suya como de costumbre y no abandonó su propósito en ningún momento. Podría no estar en el trono, pero seguía siendo un hombre importante y sobre todo, poderoso. No desistió en sus planes de separarlos, aunque ahora más bien lo que intentaba era hacerle la vida imposible a su nuera. Había salido Alicia en varios programas de televisión confirmando sus aventuras con el rey, eran pocos los que la creían pero eso le había dado la fama y ahora cada dos por tres estaba en programas de cotilleo de esos que sólo ven los jubilados porque no tienen nada que hacer.
—¡Abraham ten cuidado con...! —la frase fue interrumpida por el sonido del florero cayendo al suelo y rompiéndose en mil pedazos. Sofía se asustó de inmediato y no tardó en correr hacia su hijo para cargarlo en brazos y ver que no me había pasado nada—. Al menos no te has cortado, qué alivio.
—¿Que ha pasado? —el ruido había alertado también a Alexia, que nada más escucharlo bajó las escaleras a toda prisa—. ¿Otra vez haciendo de las suyas, eh?
—Hermano tuyo tenía que ser —murmuró burlona mientras el menor de la familia reía sin saber la razón.
—¡Que yo he sido siempre muy buena! —exclamó ofendida.
Era verdad. Siempre había sido muy calmada y muy buena niña, la hija ejemplar. Que a su corta edad hablaba tres idiomas y sabía tocar un instrumento. Sofía tenía el cuádruple y con suerte sabía hablar dos idiomas... Ah, y ni hablemos de su habilidad a la hora de tocar un instrumento porque aunque Christopher lo había intentado cientos de veces, era misión imposible. Sus manos no estaban hechas para la música.
Abrió la boca dispuesta a seguirle el juego pero justo en ese momento se escucharon los pasos de alguien acercándose. Alexia, que no sólo era hábil con la vista, supo diferenciar de qué persona se trataba con solo escuchar el ruido de la suela de sus zapatos golpear el suelo.
—¡Papá! —chilló al verlo—. Dile a mamá que siempre he sido buena niña.
—¿Estás intentando meterte con la niñita de papá? —preguntó divertido mientras la cargaba en brazos—. Ya ha llegado el Defensor del pueblo, que nadie se preocupe.
—Papá, nadie se estaba preocupando.
—¿Quieres callarte? Jo, has salido igualita a tu madre, siempre quitándole emoción al asunto.
La pelinegra lo miró casi indignada y el niño que llevaba en brazos imitó su acción.
Si la mayor era cada vez más parecida a su madre en las facciones de su rostro pero a su padre en la forma de hablar y decir las cosas. Entonces esperaba que Abraham fuese lo contrario. Hasta el momento no llevaba de perlas porque físicamente era idéntico a su padre, solo faltaba que dentro de unos años que pudiera decir oraciones con sentido, lo haga al igual que su madre.
—¿Nadie va a mencionar que hay un florero roto en el suelo, una charca de agua a su alrededor y varias flores esparcidas por ahí...? ¿Nadie? Vale, entonces que no se diga más.
—Es que tu hijo es demasiado curioso y quiere tocarlo absolutamente todo.
—No es mi culpa que tu hijo quiera aprender mundo —le echó la lengua, mostrando que era el más maduro de los cuarto.
—Ni se te ocurra imitar esa acción —amenazó en un susurro a su hijo.
—Ahora díselo sin llorar —burló.
Ella puso los ojos en blanco y dejó a Abraham en el suelo cuando empezó a removerse en sus brazos. Christopher chasqueó su lengua mientras imitaba la acción con Alexia, ambos se miraron por escasos segundos de manera cómplice.
—Contigo no se puede hacer nada nuevo —reclamó mientras caminaba hasta ella y se agachaba para recoger algo del suelo.
Sofía alzó sus cejas, ¿iba a ponerse a recoger así? ¿No le sería mejor usar una escoba?
—¿Sabes? Cuando era niño sólo soñaba en hacerme adulto para encontrar a mi princesa, como en Disney pintan, y ser felices. No quería que fuera perfecta, supongo que solo quería que fuera mía, si me permites la expresión porque sé que puede sonar horrible —suspiró mientras se levantaba—. Por suerte, si tú me dices que si vas a ser mi sueño hecho realidad...
Fue entonces cuando sus ojos vieron el mojado anillo que llevaba en los dedos, el que acababa de levantar del suelo y que ella por distraída no había visto.
—Sofíita, tu silencio me está matando... ¿Quieres casarte conmigo si o no? —hizo un puchero mirándola impaciente.
—¡Papá, así no es romántico! —reclamó su hija, que miraba a su madre con una expresión similar—. Pero si, mamá, te agradeceríamos si respondieras hoy.
—¿Quieres que nos casemos? Dios mío, esto no me lo esperaba —admitió, mirándolo a los ojos, sintiendo como su visión comenzaba a empañarse—. Si, claro que si quiero.
Le temblaron las manos cuando le colocó el anillo en su dedo, así como también lo hicieron cuando tomó su rostro para besarla de película.
Era casi obligación que los reyes estuvieran casados por la iglesia, de lo contrario no iban a ver su pareja como algo serio. Pero ambos sabían que la unión iba más allá del juego real al que habían estado jugando. Era por amor. Por amor a ellos y no a lo que les rodeaba.
—Sofía de Dinamarca —le susurró—. Hasta queda bonito y todo.
—Tus familiares británicos nos odiarán cuando vean que elegiste la realeza en otro país antes que en el suyo —susurró de vuelta, divertido con la situación.
—¿Sabes quien también nos odiará?
—Ni te atrevas a mencionarlo, es un momento demasiado perfecto —volvió a besarle los labios, esta vez de manera más breve—. Nos merecemos nuestro final de cuento.
Dirían los cuentos que vivieron felices y comieron perdices, pero a veces es imposible ser feliz al cien por ciento, al igual que es imposible que Sofía coma perdices después de volverse vegetariana.
Fueron historia, más que un juego real, fueron historia.
|| F I N A L ||
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El juego real
FanfictionChristopher nunca se había llevado bien con la palabra "compromiso", algo que era esencial si quería ser el príncipe de Dinamarca. La responsabilidad no era su punto fuerte. Pero no le quedaba más remedio que hacer frente a todo, olvidarse de todo l...