Capítulo 24

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La pelinegra volvió a girarse en la cama, esta vez abriendo un ojo para fijarse en la hora y maldecir en voz alta. Había dormido demasiado y ahora se negaba a levantarse porque todavía se sentía cansada. Además, su estómago también estaba revuelto y sentía que si se levantaba iba a vomitar la cena de la noche anterior.

Hizo un ademán de levantarse justo en el momento que la puerta se abrió, dejando que su mejor amiga entrase como si fuera su propio cuarto.

—Christopher pidió que no te molestáramos pero no es normal que tú estés tanto tiempo en la cama, igual te estás muriendo o algo.

—Gracias por las esperanzas tan altas de vida, Mi —resopló—. Ah, y también gracias por hacerle caso a tu hermano, tú siempre tan guiada.

—De nada, mujer —murmuró divertida mientras se sentaba a su lado como si nada, Sofía ni siquiera se molestó en llamarle la atención porque no conseguiría nada con eso—. ¿Estás bien? ¿Ha sido muy intensito el día de ayer, la noche quizá, para que hoy no puedas ni levantarte?

—Estoy acostumbrada a los polvazos con tu hermano, no te preocupes por eso.

—¡No necesitaba saber eso! A ver que tampoco es que me moleste porque así puedo molestarlo pero... Sigue siendo mi hermano y hay ciertas cosas que prefiero no escuchar, eh. Suficiente tuve con lo de los condones —hizo un gesto con la mano para retarle importancia—. ¿Si viste de cuáles usa, verdad? Que pregunta más tonta, si estáis saliendo y es obvio que os acostáis.

—No hemos usado protección en ninguno de nuestros encuentros sexuales, la verdad —reflexionó en voz alta.

—¿Qué? ¿Cómo que no? —alzó sus cejas—. ¿Y por qué decías que estabas así...?

La pelinegra arrugó su nariz, ya sabía por dónde iban los tiros y no iba a mentirle a su mejor amiga, pues ella también tenía la leve sospecha de que estaba pasando.

—Estoy cansada —admitió, pasando saliva por su garganta— y siento que si me levanto me voy a marear y terminaré devolviendo la cena de anoche. Pero por lo demás estoy bien, ¿sabes?

—Ya —chasqueó su lengua contra su paladar—. Yo pensaba que tenía un virus estomacal y mi hermano dijo que a ver si no duraba nueve meses... ¡Y sorpresa! Embarazadísima.

—Tú eres tú y yo soy yo...

—¿Él lo sabe? —interrogó, conocía a su hermano y sabía que él se daría cuenta incluso antes de que se confirmasen las sospechas.

—No, creo que él es el mismo que piensa que fue por el polvazo de anoche...

—Genial —se levantó—. Se ha ido temprano así que tenemos tiempo de ir a por una prueba de embarazo para que te la hagas aquí en casa, así levantamos menos sospechas. ¿Que dices?

¿Que iba a decir? Tenía que salir de dudas de alguna forma así que no le quedaba más remedio que hacer lo que Miriam acababa de decir. Se levantó con cuidado y caminó al baño, se dio una ducha para despejarse y después se vistió como cualquier otro día, aunque hubiera preferido quedarse en pijama porque era de lo más cómodo que podría existir.

Salieron del palacio y fueron caminando hasta la farmacia que estaba de guardia, quedaba a medio kilómetro así que tardaron poco en llegar.

—Un test de embarazo, por favor —pidió Miriam.

El señor que estaba tras el mostrador alzó una ceja mirándola de arriba a abajo, después señaló su barriga.

—Señora, no es por nada pero... Es obvio que está más que embarazada.

—No es por mi, yo ya sé que estoy embarazada —arrugó su nariz—. Como sea, ¿puede limitarse a hacer su trabajo, por favor?

Él no hizo ningún comentario más al respecto y le vendió el test. Claro que Miriam y Sofía volvieron a casa riéndose a carcajadas por lo que había sucedido.

Al llegar al palacio volvieron a subir a la habitación y Sofía fue directa al baño para hacerse la prueba. Tuvo que esperar ansiosa mientras Miriam jugaba con sus dedos encima de la cama, incluso para ella la espera se estaba haciendo eterna.

—¿Y bien? ¿Que ha dado? ¿Que pone?

—Positivo —leyó tomando la prueba con sus manos.

—Felicidades —se levantó de la cama para abrazarla.

Sofía estaba agradeciéndole cuando su hija entró en la habitación dando saltitos mientras cantaba una de las canciones de su cantante favorito.

—¿Es tu cumpleaños? —alzó sus cejas—. No te he comprado nada, tengo que decirle a papá...

—No, mi amor, no —negó con la cabeza—. No es mi cumpleaños... Es otra cosa.

Le mostró la prueba en sus manos pero la niña no terminaba de comprender que le estaba enseñando ni que significaba eso.

—Vas a tener un hermanito —susurró.

Fue suficiente para que Alexia chillara de la emoción y corriera a abrazar a su madre, su deseo se había cumplido y no podía estar más feliz.

—Pero papá no sabe nada todavía así que tiene que ser un secreto, ¿vale?

—Un secreto —repitió.

—Perfecto —le besó la frente antes de tirar la prueba a la papelera—. Ni una palabra a nadie, tú tampoco Miriam, que ya nos conocemos.

Miriam hizo señales para que se girase, Christopher estaba apoyado en el marco de la puerta murándolas con curiosidad.

—¿Que tramáis vosotras tres, eh? Es peligroso dejaros solas...

—Creo que los que tienen que quedarse a solas son otros —murmuró Miriam tomando la mano de Alexia para salir  de la habitación—. Suerte.

—¿Por qué suerte?

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