Capítulo 28

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—Mi padre habló conmigo —informó Christopher nada más entrar en la habitación.

—Conmigo también —admitió ella mientras se recogía el pelo—. Aunque no creo que por el mismo tema.

Él suspiró mientras la miraba, esperó a que terminase y se acomodase en la cama antes de volver a hablar. No era tonto. Sabía que su padre era un estratega de primera y que ya tenía en mente la próxima jugada. Quería volver a preguntarle cómo estaba ella, cómo estaban las cosas entre los dos. Desafortunadamente uno nunca sabe qué posición ocupa en la vida de otra persona. Hasta donde se es capaz de llegar. A veces uno piensa que es prioridad y en verdad solo es una opción más.

—¿Cuánto?

A Sofía le gustaría no haber entendido la pregunta a la primera. Deseaba haber puesto cara de confusión o hacerse la loca. Pero se estaba volviendo una pregunta tan frecuente que hasta le daba rabia fingir lo contrario.

—¿Cuánto dinero te ha dicho que te daría si me dejabas? —concretó, quizá para que doliera más al decirlo en voz alta—. ¿Cuánto puto dinero cree mi padre que valgo?

—No pusimos números —aclaró—. No necesito hacer negocios con tu padres.

—¿Por qué no?

—Porque tu padre es un gilipollas y...

—No, ¿por qué no has aceptado?

Estaba acostumbrado a que fuera todo lo contrario, como en el caso de Alicia o de muchas más personas que habían pasado por su vida. Ser parte de la realeza tenía sus desventajas y eso cualquier miembro de esta podría confirmarlo. Con el tiempo aprendió a frenar la lengua, a no saltar cada vez que escuchaba algo que no le gustaba. Aprendió a alejarse de quienes no le hacían bien. A evitar esos lugares donde no estaba cómodo. Comenzó a protegerse a sí mismo.

—Yo creía que la comunicación era lo esencial en una relación, pero me estoy dando cuenta de que en realidad es la comprensión, porque puedo decirte mil veces las cosas, pero si no estás dispuesto a entender, entonces seguirá siendo un caso —se levantó de la cama y caminó descalza hasta él—. Yo te amo. Te amo a ti. No al dinero. Ni a este país. Ni a la realeza. No. Te amo a ti —repitió, posando sus manos en su pecho y mirándolo a los ojos de esa manera profunda que tanto le llegaba al alma—. Y el único que podría cambiar eso eres tú, tu forma de ser, tus actitudes... Pero no tu padre, ni mucho menos una señorita que se cree elegante por vestir como mi abuela.

—Todo lo bonito que hay en el mundo está en ti, Sofiita —susurró temiendo parpadear y que las lágrimas desbordasen de sus ojos.

Le acarició el rostro con ambas manos y la besó una y otra vez. Porque su amor valía más que su cuenta bancaria y que la de todo un país. Había que amar libremente, ¿no? Como Disney le enseñaba a todos, como los reyes cuestionaban por no ser lo suficientemente bueno para su familia. Quizás en el fondo si existía un destino. Tal vez hay historias que nunca tienen un final en sí, solo que se cansan de escribirla y le pintan la ultima página de color rosa con su "vivieron felices y comieron perdices".

—Mañana vendrá Peter por la tarde —le informó cuando sintió sus manos colarse bajo la camiseta de su pijama.

—¿Peter?

—El pretendiente de Alexia —especificó.

—Mujer, tú si que sabes como cortarle el rollo a alguien —se quejó mientras meneaba su cabeza—. ¿Quien le ha dado permiso?

—Yo, claramente, porque si te lo decía a ti ibas a hacer un drama. La niña tonta no es —respondió divertida.

—No me gusta ese chico...

—No siquiera lo conoces.

—Si no me gusta sin conocerlo imagínate cuando lo conozca, peor todavía —resopló—. Alexia es muy pequeña para andar pensando en novios y esas cosas, mejor vamos a meterla en un colegio de monjas o algo así.

—¿Estás loco? —se echó a reír mientras se separaba de él, no quería presionar y decirle que dentro de diez años la situación sería más divertida todavía. Con solo imaginarse a Alexia diciéndole que se iba a la discoteca ya le entraba la risa de nuevo—. Solo es un amigo.

—Así que lo deja en la friendzone, eh —chasqueó su lengua contra su paladar—. No me da pena ninguna, tendrá que esforzarse más si quiere ser el futuro rey de Dinamarca.

—Es el primero, Christopher, relájate...

—Lo dices como si le fueran a seguir ciento cincuenta... No, ni te atrevas a mirarme así. Alexia va a ser guapísima pero no por eso tendrá muchos novios, ¿entendido?

—Si se lo prohibes va a tener novios secretos y... Quien sabe, quizá se repita la historia de sus padres por hacer todo a lo callado.

—La historia de sus padres es bonita —defendió.

—Me quedé embarazada de adolescente y después pasó lo que pasó... No hay nada de bonito en eso —aclaró—. ¿Tuvimos momentos bonitos? Si, los tenemos y todavía faltan muchos más por tener. No creo que quieras a la niña embarazada dentro de seis años.

No. Desde luego que no quería. Con solo pensarlo ya se ponía pálido. Su hija lo era todo y más para él, se había prometido ser el mejor padre posible porque ella se lo merecía. Todo lo que él deseó desde niño, todo lo que se calló y no pudo pedir, todo eso lo tendría su hija. Atención. Cariño. Amor paternal. Unos brazos que la rodeasen siempre. Unos oídos que escucharan sus dramas infantiles. Una sonrisa en los labios. Un "te quiero" constante.

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