Capítulo 16

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Con su pelo atado en dos coletas, las mejillas coloradas y una sonrisa de oreja a oreja. Así fue como Alexia llegó al departamento, soltándose de la mano de su padre para corretear por el pasillo, sabiendo que su madre habría de estar ya allí.

—¡Mamá! —chilló emocionada extendiéndole sus brazos para abrazarla nada más llegar a ella.

—Hola, corazón —le devolvió el saludo de la misma manera, mientras sonreía enternecida mirándola. Llevaba el uniforme de la escuela privada a la que asistía, sabía que no debería de reclamarle a Christopher por eso, ambos habían recibido la misma educación—. ¿Que tal el primer día?

—Venía contándole a papá lo divertido que fue, había muchos niños pero la mayoría son muy aburridos, yo quería divertirme en el recreo pero los veía a todos demasiado tranquilos...

—¿De quienes son hijos esos niños? —bufó la pelinegra mientras negaba con la cabeza.

—De políticos, mayoritariamente —chasqueó Christopher mientras se encogía de hombros de manera desinteresada.

—Bah —hizo un gesto para restarle importancia y bajó de nuevo la mirada a su hija—. ¿Y no había ningún niño guapo, eh?

—¡Sofía!

—Ay, déjame hablar con la niña, son cosas de chicas.

—Si, papá, no te metas en la conversación —dijo su hija con burla.

—Tengo derecho a meterme en la conversación.

—No —la respuesta de las dos no tardó en llegar, ademas al unísono, cosa que les hizo reír.

Él alzó sus manos rendido y les pidió que siguiesen hablando como si nada. Alexia negó con la cabeza y tomó de la mano a su madre para llevarla consigo hasta el sofá, Christopher se cruzó de brazos mientras las seguía. Le interesaba escuchar la respuesta, en realidad.

—Se llama Peter y me dejó beber de su zumo de melocotón en el recreo —dijo con una sonrisa en los labios, idéntica a la de su padre—. Papá, tienes que comprarme zumo de melocotón porque está muy rico.

—Zumo de melocotón, lo apunto —asintió con la cabeza—. ¿Y a parte de eso no hubo nada más, verdad que no?

—Nos dimos la mano.

—¿Os disteis la mano?

—Deja de exagerar —pidió la pelinegra—. No es como si se besaran.

—No, todavía no.

—¿Todavía? —Christopher alzó el tono mirando a su hija como si estuviera loca.

—Oh, ¿que estoy viendo aquí? ¿al futuro rey de Dinamarca dentro de treinta años? —se burló Sofía mirándolo con diversión.

—¡No! ¡Cállate! —chilló alterado—. Alexia, escucha a tu padre, nada de novio hasta pasados los treinta, ¿oíste?

—O novia —agregó su madre.

—O novia, no pasa nada si te gustan las chicas, a mi también me gustan —alzó sus cejas.

Ella los miró confusa y siguió parloteando de ese niño, puesto que había sido el que mejor le había caído de toda su clase. Su padre estaba cruzado de brazos pero no se perdía ni una sola palabra de lo que le contaba.

—¿Y vosotros? —los señaló con su dedo índice.

—¿Nosotros?

—Nosotros no nos damos la mano.

—No exactamente...

—¿Sois novios? —sonrió de oreja a oreja otra vez, escuchar la respuesta a la pregunta le hacía ilusión y más si era de manera positiva—. ¿Os vais a casar?

—No nos vamos a casar —aclaró Sofía riendo—. Tu padre y yo...

—¿Te gustaría que fuéramos novios? —la interrumpió mirando a su hija.

—Si... Así podemos ser una familia feliz todos juntos.

—¿No éramos una familia feliz? —cuestionó Christopher haciendo un puchero.

Ja far —susurró en su idioma natal—, pero desde que estás con ella sonríes más y somos más felices, ¿verdad?

Si, podía ser verdad. Las sonrisas eran mas permanentes desde entonces, es como si llegara a su vida eso que tanto le faltaba y le quitase todos los miedos, las inseguridades y las preocupaciones. Juntos siempre eran más.

Pensó en lo de anoche. En como Sofía se había confesado a él días después de que él le dejase muy claros sus sentimientos.

No se merecía ser una duda, no se merecía un quizá. Ella tenía que ser un si rotundo.

Alexia vaya que ayudaba con sus preguntitas y con sus insinuaciones, no era la primera vez que soltaba alguna frase diciendo que hacían buena pareja o algo por el estilo. ¿La hacían? Claro que si, si hasta una niña era capaz de visualizar eso.

Su hija quería eso. ¿Y cuando le negaba él algo a su hija? Nunca, la tenía demasiado mimada, le decía siempre que si aunque fuese muy ridículo lo que pidiese. Esto no suponía nada raro para él, es más, sería un placer poder hacerlo.

—Entonces si, somos novios —respondió asintiendo con su cabeza.

—Los novios se besan, ¿por que no os besáis?

Hija de su padre tenía que ser.

El príncipe miró a la pelinegra y le regaló una pequeña sonrisa antes de dejar un suave beso en sus labios que hizo chillar de emoción a la menor. Sus padres se estaban besando allí frente a ella después de admitir que eran pareja, ¿que más podía pedir?

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