Capítulo 5

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El coronel Jeon, sabía que no tenía tiempo para ir a ver el pálido solo para dejarle comida y sabía muy bien que podía haber mandado a un soldado, pero era un terco por querer ver de nuevo el de los ojos felinos.

Con las llaves quitó el seguro de la puerta y la abrió después, solo para ver el pálido sentado con las rodillas hasta su pecho. ― Tú comida ―  El Coronel Jeon, hablo ronco, viendo después cómo el pálido levanto la mirada.

Yoongi ni siquiera se había dado cuenta cuando el coronel Jeon abrió la puerta ni mucho menos cuando entro junto con la comida que traía consigo mismo

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Yoongi ni siquiera se había dado cuenta cuando el coronel Jeon abrió la puerta ni mucho menos cuando entro junto con la comida que traía consigo mismo.

― Gracias, coronel Jeon ― Yoongi se levantó con vergüenza, se paró enfrente del azabache, llevando así su mano derecha a su sien con los dedos juntos.

El azabache lo miró de piés a cabeza y se detuvo cuando miro los labios del soldado, había perdido el color rosa, ahora los tenía un poco morado y se imagino que era por el frío que hacía adentro.

― Descansa y espero que disfrutes de tú comida ― El azabache hizo un sarcasmo sobre la comida y bajo la charola al suelo, con la mirada sería y mirando una última vez al pálido, salió por la puerta, poniendo de nuevo seguro.

― ¿A ésto le llama comida? ― Yoongi frunció las cejas al ver la charola de comida, dió un gran suspiro y bajo la mano de su sien, se sentó en el suelo en forma de indio y miro de nuevo la comida.

― Ni siquiera es una comida completa ― bufó y acercó su charola con una mueca.

La comida consistía en un pan tostado con un poco de huevo revuelto que ni siquiera estaba bien cocido y una botella de agua; Pero no le importaba sí solo comería eso, tenía hambre y aún que el pan tostado estaba medio quemado, se lo comería de todos modos.

Miro a su alrededor cuando dió un mordisco hacia su pan tostado que lo acompañaba con el huevo revuelto, para empezar vió que desde que cayó no era de pisó, si no más bien era de tierra mojada, las paredes era de un tono blanco, entre café oscuro y húmedo, podía suponer que todo era blanco y que con el tiempo se volvió café por la mugre.

Observo la pequeña ventana que estaba iluminada gracias al sol y
pudo ver al rincón que habían unas cuantas maderas viejas y rotas.

― ¿Pero, que huele? ―

Arrugó su pequeña nariz al detectar un olor horrible, olía como sí más de 100 soldados habían orinado allí mismo, pero no era ese tanto el olor, había otro mucho más fuerte.

Camino descalzo hacía al rincón donde estaba la madera y pudo ver qué había una rata ya un poco putrefacto, podía ver qué alrededor de la rata habían gusanos moviéndose y cayo atrás para después vomitar a un lado.

Después de vomitar lo poco que había comido, gateo hacía la puerta y se arrinconó con las piernas sobre su pecho, mientras calmaba sus náuseas.

― Vaya paraíso, ¡gilipollas! ― Maldijo en voz alta, sabiendo que nadie lo escuchaba.

Obedece al coronel (Kookgi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora