20- No valgo la pena

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Camino adolorida al comedor.

No creo poder sobrevivir esta semana.

Entro al comedor y noto como todas las miradas recaen en mí. Apenas puedo caminar, me duele todo.

Me dirijo a mi mesa. Justin, Abril y yo bautizamos esa mesa como "mesita", no es muy original pero la intención es lo que cuenta.

Me dejo caer en una silla, apoyando mi peso en la mesa y dejando escapar un gemido adolorido. Enserio, me duele todo.

—Joder, eso si que es duro contra el muro— murmura Justin divertido, sentándose junto a mí.

—Vete a la mierda.

Él ríe, poco afectado.

—Eso pasa por llegar tarde.

Escucho como alguien se sienta en algún lugar de la mesa.

—Madre mía, Alala. Tienes la ropa echa harapos.—masculla con un tinte de preocupación Abril.

Levanto un poco la cabeza, viéndola. No se me olvida que ayer se fue a media noche.

—Te traeré tu comida— murmura levantándose. Le sonrío, o eso creo porque hasta sonreír me duele.

—Te ha machacado, eh— Justin se lleva a los labios el vaso de metal.

—¿Machacado? Creo que he resucitado seis veces.

El rubio ríe mientras niega.

Dylan y Vega llegan con sus bandejas de comida, sentándose con nosotros.

—¿Qué tal tu primer día?— me pregunta Vega con una sonrisa compasiva.

—Con ganas de que llegue el segundo. ¿No ves mi sonrisa entusiasta?— murmuro sarcástica.

Justin acerca su mano a mi cara y con los nudillos me acaricia la mejilla.

—Tenías arena.— me sonríe.

Abril llega con una bandeja que me deja delante. Ella termina por sentarse frente a mí con su bandeja de comida.

—Te ves fatal—murmura llevándose una cucharada de puré a la boca. 

—Gracias.

Ella me dedica una sonrisa amplia para después seguir comiendo.

—No puede ser tan malo.— me dice Dylan y yo lo miro mal.

—¿Qué no puede ser tan malo?—me separo de la mesa y apoyo mis codos en la mesa con una mueca adolorida.—Cinco horas— digo detenidamente— Cinco jodidas horas me las he pasado en el suelo. Me ha dado la paliza de mi vida. 

Él oculta una sonrisa pero Justin no lo hace.

—Pobrecita mi sirenita— me acaricia el pelo y yo le pongo mala cara.

—No te pego porque no tengo fuerzas—le digo cogiendo la cuchara improvisada y tomando un poco de puré.

—Mira el lado bueno— me dice Vega— Al menos tienes la tarde libre.

Río irónica.

—¿Tarde libre? He quedado con la señora Anderson a la tarde. Tres horas me va a tener memorizando las apariencias de unas plantas que ni me importan. No me encuentro ni física ni psicológicamente preparada para ponerme a estudiar en estos momentos. 

—Si estás tan cansada ahora verás en la noche de bodas—murmura Justin burlón.

Río un poco antes de jadear adolorida. Todos ríen en la mesa.

Bryan ; La Isla De La Anarquía (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora