25- Preocupaciones

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—¿Estás bien?— me doy una bofetada mental por la estúpida pregunta.

Pero él contesta;

—Sí.

Lo miro con una ceja enarcada, con la sospecha de que miente por su alta temperatura, sus sangre por todos lados y que apenas puede moverse.

—¿Eres...—traga saliva— ¿Eres real?

Lo miro confusa, sin entender a que se refiere. Hago memoria de lo que me dijo Jared hace dos días, tiene alucinaciones.

Suspiro y le acaricio la mejilla ardiendo con mi pulgar.

—Soy real, chico sin nombre.— le sonrío un poco y veo la sombra de una pequeña sonrisa en sus labios.

—Lo siento— murmura unos segundos después y le frunzo el ceño.

—¿El que sientes?

—Cómo te trate.

Niego.

—No pasa nada, Jared me dijo lo que te pasaba.

—¿Qué?

—Jared vino a buscarme porque desapareciste y él y Meredith estaban preocupados. Me explicó lo que te pasa, me voy a quedar contigo ¿vale?

Él apenas niega quitando mi mano de su rostro con una mueca dolorida.

—No. Vete.

—No me voy a mover de aquí. Sé que puedes morir y haré lo que pueda para que eso no pase ¿entendido?

Él traga saliva.

—Pero...

—Pero nada. Voy a venir todos los días.— busco con la mirada algo en específico pero no lo encuentro—Ya empecé las exploraciones... podré venir contigo por el día— arrodillada frente a su cuerpo moribundo cojo una costura de la camisa larga que llevo y la rompo, arrancando un trozo de tela—Te cuidaré mientras te curas...

Paso el trozo de tela por su frente, quitando el rastro de sudor. Me preocupa que esté tan pálido.

—¿Hace cuanto no bebes agua?.

—No sé.

Asiento y me giro, cogiendo mi mochila y sacando uno de los botellines de agua. Se lo tiendo pero apenas puede mover el brazo.

Me acerco más a él y abro el botellín, lo sujeto por la nuca y lo levanto un poco haciendo que beba del botellín. Él bebe todo pero un reguero de agua se desparrama por la esquina de su boca, se lo limpio.

Le limpio la sangre seca que tiene en la cara con un nudo en la garganta, no me gusta verlo así.

Me fijo en su abdomen y me da la sensación de que está más delgado que antes.

—¿Hace cuanto no comes?

Me mira pero no responde.

—Necesito que me digas hace cuanto no comes, Bryan— digo suavemente.

Él traga saliva y yo le limpio unas gotas de sudor que volvieron a hacer acto de presencia en su frente.

—Cinco semanas— me detengo en seco y lo miro, no sé como sentirme ante eso.

—¿Ci-cinco semanas? —repito confusa— No puedes vivir cinco semanas sin comida, Bryan. Te habrás confundido.

Él niega.

—Nosotros podemos aguantar mucho tiempo sin comer aunque eso nos debilite.

Ignoro lo impactada que me deja su confesión.

Bryan ; La Isla De La Anarquía (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora