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Ruggero Pasquarelli.

Sabes que tu San Valentín va a ser desastroso cuando en lugar de estar celebrando con una cena romántica, una tarde de películas con amigos o lo que sea, vienes a recoger a tres personas que no conoces para darles algunas horas contigo.

Increíble, ¿No?

No, de hecho no lo es.

En mis manos tengo tres sobre de manila con documentos que no sabía que se necesitaban para hacer esto, y a mi lado, a la mismísima Karol Sevilla luego de que le dijera a mi representante que puede tomarse el día libre.

Si, ahora hasta le da el día libre a personas que ni trabajan para ella.

Pero no es como si Lucas se quejó por eso, de hecho le agradeció y me dejó aquí, preguntándome qué hace ella aquí.

Madisson antes de irse dijo que era porque hoy es San Valentín y quiere hacer cualquier otra cosa que no sea estar encerrada en su casa llorando por el ex. Eso y en solo horas su campamento de beneficencia se llevará a cabo.

Y bueno, según ella, esta noche ha venido solamente a asegurarse de que las tres personas que convivirán conmigo, firmen sus contratos de confidencialidad. Y si hay algún menor de edad, de que tenga a un adulto supervisando.

Todo muy normal.

—¿Y cómo sabremos que son ellas?

Me atrevo a preguntar. Karol me mira a través de sus gafas por breves segundos antes de encogerse de hombros.

He de admitir que la situación con ella es tensa, creí que estábamos haciéndonos amigos o algo similar. Pero de la nada se volvió distante y un poco antipática.

Supongo que está en sus días... Desde hace casi un mes.

Pero da igual.

—¿Sabes al menos cómo se llaman?

—No, pero estos sobres sí. —levanto los sobres de manila.— Y se llaman... Dayanna, Devany y... ¿Abril? ¿Quién escribió esto? No se entiende nada.

—¿Y de casualidad no son tres chicas que probablemente estén sufriendo un paro cardíaco mientras corren hacia aquí?

Apenas puedo levantar la mirada cuando ella termina de hablar antes de ser obstruido por tres personas abrazándome y diciendo cosas que no entiendo. Karol sonríe.

—Sí son ellas.

—Yo... Bueno, eh... ¿Hola?

Finalmente se alejan de mí, siento que respiro y tengo que sonreír agradeciendo sus atenciones. Ellas chillan emocionadas.

Bien, comenzamos y ya quiero devolverlas por dónde vinieron...

Con mucho amor, claro.

—Es un placer conocerlas. —aseguro manteniéndome tranquilo.— Les presento a...

—¡Karol Sevilla!

La antes mencionada da un respingo en su lugar por el susto que el grito le causó, lleva una mano a su pecho y sonríe tensa.

—Gracias por gritar mi nombre como si estuviese sorda. —sonríe.— Sí, soy yo. Bienvenidas y disfruten su estadía en...

—¿Están saliendo?

—¿Qué? ¡No! —de inmediato niega.— Escuchen, ¿Quién de ustedes tiene dieciocho o más?

—Yo tengo dieciocho. —dice una de ellas.

—Ay, que linda. Creí que eras la menor. Y no sé por qué me estoy burlando de eso sí yo tampoco aparento mi edad. —suspira.— Bien, primero vayamos a tomar algo y hacemos lo que tengamos que hacer, ¿Bueno?

Sweet Paradise.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora