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Un mes después.

Como hoy era sábado, no tenía que trabajar, hubiera querido quedarme en la cama hasta casi medio día hablando con Ruggero. Pero también sé que tengo la oportunidad de disfrutar de la increíble playa fuera de esta casa que alquilamos. Y de verla sin personas cerca.

Me levanté sin hacer ruido pese a que estaba casi segura de que ni mi mejor amiga, ni mi asistente ni mi representante están en casa. Se debieron haber ido a disfrutar su noche como solo ellos saben.

Camino lenta y pensativamente fuera de la cama, deshaciéndome de mi pijama y me planto frente al espejo para observar mi hermoso cuerpo en el amplio espejo que tenía en el pasillo entre la habitación y el baño.

Y entonces me permití un recorrido visual por mi cuerpo, no consideraba que tenía senos grandes, pero tampoco tan pequeños, era un tamaño justo a mí parecer.

Mi delgada cintura combinaba a la perfección con mis caderas y, poniéndome de lado, pude también admirar y admitir que mi silueta era preciosa. Al diablo, si me encanta mi cuerpo.

Detuve mi mirada unos segundos en el triángulo de mi pubis depilado. De pronto sentí algo en mi interior que me decía que estaba básicamente loca por estar viéndome así.

Giré sobre mis pies e ingresé rápidamente en el baño.

Mirarme en el espejo me había descolocado en su totalidad.

En realidad siempre he tenido una lucha interior para reconocer que mi vida sexual podía comenzar incluso antes del matrimonio. Pero supongo que el miedo a embarazos no deseados y a infecciones y esas cosas siempre ha sido mayor.

Culpo a mi madre por hacerme creer que una mujer no puede esperar un buen hombre después de haberle entregado lo mejor de sí a cualquier otro. Sé que son pensamientos retrógrados pero así me habían educado.

Pero era todo tan loco porque había permitido que Ruggero me tocara como ningún hombre lo había hecho antes, en más de una ocasion. Y, esta vez, estaba descubriendo que cada movimiento, cada pensamiento, cada centímetro de mi piel, de todo mi cuerpo, tenía una  vida propia y latía en mi interior.

Fluía como pequeñas y grandes oleadas de sensualidad que avanzaban rápidamente hacia mis pechos concentrándose en mis pezones y también hacia mi sexo humedeciendo mi vagina y también un poco en el exterior de la misma.

Todavía no comprendía bien qué ocurría en mí para producir esas contracciones en mis paredes vaginales y esos latidos en aquel botón de placer llamado clítoris.

Negando recogí mi cabello y abrí la llave de la bañera comenzando a llenarla. Mientras tanto, preparé algunas cosas y puse algo de música en mi teléfono.

Cuando me metí en el agua, me dediqué a esparcir la espuma por mis brazos y pecho, bajando por el canal en medio hasta mi abdomen y un poco más abajo. Un suspiro de satisfacción escapó de mis labios.

Tenía un fuerte temor que me costó mucho esfuerzo vencer pero logré convencerme y bajé mi mano un poco más.

Acaricié primero mis labios vaginales y luego de separarlos suavemente, pude encontrar ese punto tan sensible y frotarlo ligera pero repetidamente con cada uno de mis dedos: había descubierto lo que tanto buscaba, la llave del placer, la puerta de ingreso al paraíso, la catedral del orgasmo, y sé que estoy diciendo estupideces pero...

—Carajo...

Eché la cabeza hacia atrás, mis labios se separaron ligeramente y ahora respiraba con dificultad mientras los movimientos de mi mano continuaban.

Sweet Paradise.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora