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Esto era sencillo, casi difícil de creer y un verdadero sueño hecho realidad para mí. Ruggero Pasquarelli había estado en mi habitación hace solo horas y se encargó de besarme como lo había deseado.

Y después de casi media hora de besos, se marchó por la puerta tras asegurarme que nos veríamos esta noche. Y cuando volví a bajar, horas después, él ya no estaba.

Ni nadie en realidad.

Así que aquí estoy, acostada en mi cama leyendo un libro de romance que le robé a Sophie.

Ella protagonizó la película de este libro hace algunos años, necesito entender la historia que no fue contada en una película de dos horas.

Sostenía el libro con mi mano derecha y con la izquierda hacia dibujos sin sentido en mi abdomen descubierto pues mi blusa se había levantado. Era una acción casi automática. 

Pero lo que no fue casualidad o coincidencia del destino fue el escalofrío que sentí al tocar cierta parte de mi abdomen bajo.

Cada vez que notaba el agradable escalofrío, mis músculos abdominales se contraían en un espasmo a la vez insoportable y adictivo.

Empezaba a estar más consciente de los movimientos de mi mano izquierda, aunque seguía sosteniendo el libro con la derecha.

Lo siguiente, sucedió de forma más o menos paralela.

Por un lado, estaba yo, sumamente concentrada en libro de Sophie, leyendo cada bendita escena una y otra vez hasta captarla por completo.

Mi cabeza leía las letras cada vez más mecánicamente, porque poco a poco, la descripción de la explícita escena comenzaba a hacer efecto en mí. No es como si estuviese imaginando la escena tan explícitamente, es que la descripción es tan clara y precisa que me cuesta entender cómo la persona que escribió esto, pudo llegar a terminar.

Y por el otro lado, mi mano izquierda seguía explorando, casi con vida propia, en un movimiento muy espontáneo y reflejo, el entorno de mi ingle y mi pubis. Sentí mi garganta secarse en algún momento.

Vagando por mi pubis, mis dedos llegaron a la frontera, rozando la comisura superior de mis labios.

Me estremecí, pero como las sensaciones eran suavemente progresivas, no pensé que estuviera masturbándome. Solo estaba experimentando la agradable sensación que las inocentes caricias causaban.

Acaricié mis labios, con cierta normalidad, pero también notaba que había algo nuevo en mis sensaciones. Mis pensamientos estaban vagando muy lejos. Además, me di cuenta de que estaba muy húmeda, realmente mojada.

Mi respiración se corta, alejo mi mano y me pongo de pie caminando hacia el baño. Necesito ducharme. De nuevo.

Cuando salgo, estoy envuelta en mi bata de baño, me siento frente al espejo y busco mi crema para peinar.

Desenredo mi cabello, conecto la secadora y me dedico a secarlo antes de buscar mi plancha para hacerme ondas bien definidas.

Me tomo mi tiempo para alistarme.

Luego de hacerme unas bonitas ondas, recojo algunos mechones de cabello y los adorno con un peine bañado en oro rosado que Benjamín me dió por mi cumpleaños.

Comienzo a maquillarme, nada exagerado, pestañas rizadas, suficiente rimel, base, labial rojo intenso, iluminador en los lagrimales, y algo de rubor en mis mejillas.

Procedo a ponerme de pie buscando lo que me voy a poner y al final opto por un pantalón de gabardina negro, un top del mismo color al igual que el abrigo, un par de estiletos rojos y una cartera a juego.

Sweet Paradise.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora