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El contrato se firmó. 

Finalmente el trato se formó, se consolidó. Ahí estaba Wonwoo con el papel firmado con ambas marcas, y un Mingyu sonreía ampliamente cerrando su pluma. 

¿Acaso sería el inicio de una nueva era? 

Ninguno de los dos volvió a hablar cercanamente. Al menos no fuera de lo que era laboral. Eran socios, eso no cabía duda. Conjunto al señor Kim mayor, quien estaba siendo partícipe de cada reunión y decisión sobre el proyecto que manejaban. Un hombre que hacía liviana la conversación y decisión del equipo. Los tres cumplían roles importantes. Y aunque en realidad todo iba a un paso moderado, nadie podía pensar que en serio iba a funcionar tan bien. Con buenos presupuestos, una buena propaganda que había estallado en las redes sociales e incluso noticieros. Dos empresas, dos corporaciones inesperadas que preparaban algo que nadie había visto. 
Sinceramente Wonwoo agradecía al capitalismo por tener tanta innovación entre oficinas. Con él al mando, y su madre celebrando a su lado. 

Al fin salía de la sombra de ella. 

Ahora era él, quien tomaba los cargos. 

Era de noche, llovía con truenos y relámpagos. Wonwoo no estaba muy contento ese día. 

Muchas cosas habían pasado en las últimas cuatro horas. Primero, su madre se había retirado finalmente de su hogar, ya que su hogar ya estaba arreglado. Se sentía solo. Segundo, tenía problemas con unos diseños, con unos equipos de programación y compatibilidad con la consola. Y por último, y el más frustrante de todos; Mingyu no parecía responder sus llamadas, no parecía importarle en lo más mínimo. ¿Acaso esto era el verdadero vicepresidente? 

Su celular vibró sobre la superficie de su escritorio limpio y sofisticado. Contestó inmediatamente. 

—¡Mingyu, por el amor de Dios!—Exclamó Wonwoo con un puño sobre la mesa. 

—Lo siento... Tuve un pequeño percance. 

—¿Qué sucedió como para no atender los problemas del juego?—Ninguno de los dos siguió hablando.

Un silencio se formó en la llamada, lo único que Jeon podía percibir era una lluvia que parecía querer romper el vidrio y desatar también una tormenta en su domicilio. 

—Sufrí de un bajón... Casi cometo una estupidez.—Wonwoo no dijo nada. Entendió sobre lo que estaba hablando.

No hablaba de un bajón de la glucemia, de eso podía estar seguro. 

—Lo siento mucho. ¿Está todo bien?—El azabache cambió su tono molesto a uno bastante apaciguado, contrario a la tormenta tan indomable que se producía afuera. 

Un suspiro y luego palabras.

—No lo está. Pero ya qué.—Resignación y decepción sonaba en su voz como si pudiera redimirse de lo que sea que haya sucedido.

—¿Necesitas algo?

—No lo sé. ¿Podemos almorzar juntos en tu oficina mañana?—Preguntó el menor, con tono suave y gastado, como si tuviera vergüenza de pedir aquella propuesta. 

—No hay problema. ¿Es por lo de tu... Condición? 

—Sí, no me gusta comer en público. Es irritante.

Wonwoo no entendió eso. ¿Cómo podía ser aquello irritante? No lograba entender muchas cosas de Mingyu. 

Era joven, al menos físicamente, era más joven que él. Alto, robusto, ojos hermosos e innegablemente atractivo para cualquier persona que tenga vista para gente. Mas, había algo, algún tipo de culpa o falta de redención que Wonwoo no podía escrutar.
Sí, así lo describiría. Inescrutable. Una persona que no podía leer por más que usara aumento e intentara hacerlo. No lo disfrutaba, no disfrutaba ver que había culpa en sus ojos. Como si toda su existencia fuese un problema. Quizá lo era. Mingyu no era aceptado como un normal común. ¿No es así? 
No mucho después, la llamada finalizó. 

Dark Red.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora