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Mingyu estaba cansado, aquella cena había sido demasiado para él. Silencios infernales, comida sabrosa pero no suficiente para saciar su apetito, y una gran conversación sobre cosas que ni siquiera lograba entender al cien porciento. Temas parentales que a él no le incumbían, y una serie de noticias globales y nacionales como si la cena fuese un canal de televisión.

Llegó a casa por sí solo. Había estacionado su vehículo, y sacado las llaves de su bolsillo. 
Era tarde, quizá casi las doce de la noche, ya que el castaño se dio una vuelta por la ciudad antes de regresar. 

Caminó hacia el umbral de la puerta, arco grande y con ventanales a los lados que se encontraban tapados. 
Cuando su vista bajó, se encontró con un cuerpo acurrucado, con cabellos azabaches, una camisa negra y zapatos que se veían cómodos pese a lo lujosos que eran. Su anatomía se apoyaba contra el costado de la entrada del lugar, y estaba con los ojos cerrados y los brazos cubriéndolo lo que más podía de la noche. 

Kim se acercó, viendo que estaba dormido, y que no era nada y más y nada menos que Wonwoo. 

—¿Wonwoo?—Pronunció con sorpresa. 

El cuerpo se movió, con un quejido y un suave gemido. 

—Al fin llegas. ¿Qué horas son estas, jovencito?—Susurró, con mirada cansada y tono de voz grave.

Kim no respondió, evadió completamente a Jeon, y abrió la puerta, entrando rápidamente antes de que el contrario lograra escabullirse. Y vaya que no debía subestimar a Wonwoo. Justo antes de que la puerta se cerrara, el muchacho de mechas negras puso el zapato entre medio del marco y la puerta. 

—Tengo mucha más fuerza que yo, y no quiero dejarte con un yeso.—Amenazó Kim. 

—Deja de estar molesto conmigo, ha sido un día de mierda. 

—Vaya forma de asumir consecuencias, ¿Huh?—Dijo con el ceño fruncido. 

—Lo siento, ¿Okay? Han sido muchas cosas. Ver a papá luego de más de... No sé, no sé siquiera los años. Ver a mi hermano así, extrañar a mi mamá y verla tan contenta con papá algunas veces. Tú y yo siendo algo tan imposible pero hermoso. Estoy agotado.

Mingyu dejó de ejercer fuerza en el pomo de la puerta. Jeon estaba hablando con la verdad. Y el lado humano del medio vampiro lo hacía más blando de lo que debía. Suspiró, abriendo la puerta un poco para mirar por completo a Wonwoo.

—Apenas tengo energías para trabajar. 

—Entonces deja de solucionar todo por tu cuenta. 

Se miraron, con ojos bañados en incertidumbre y misterio. Wonwoo fue el primero en quebrar la conexión de aquellos dos pares de luceros tan electrizantes. 
Sorbió su enrojecida nariz debido a la exposición, y se apartó un poco de la puerta. 

—Si no quieres verme por un tiempo fuera de lo del trabajo, lo entiendo. Pero espero me comprendas también.

—No es eso, Won. En serio eres inteligente para todo menos para los sentimientos. 

—¿Entonces qué es? 

—Hay formas de arreglar las cosas, al menos lo nuestro.—Asintió Kim, apoyando uno de sus hombros en el marco de la puerta. 

—¿Cómo? 

—Podríamos hablar con nuestros padres. Ellos sabrán mejor que nosotros qué hacer. ¿No lo crees?—Jeon sonrió de lado mientras escuchaba.

—Es eso, o que nos maten.

El sonido de la noche era contundente. No hubieron sonidos entre sí, pero quizá sí querían romperlo. Ninguno de los dos logró romper la estúpida tensión que tenían. Besarse era mucho, ni siquiera estaban seguro sobre si sentir eso era lo mejor. Sonreír era absurdo, y las palabras eran demasiado cortas para lo que ellos significaban. 
El mundo parecía diminuto, y ellos eran los dueños de la verdad. No estaban bien, pero los términos tampoco eran malos. 

Dark Red.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora