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Kim llegó a su hogar, dispuesto a organizar un bolso para mañana. Sus manos iban tranquilas viajando por sus ropajes y utensilios. Probablemente se quedarían en un hotel, debido a que queda más cerca de la convención y eso sería de utilidad cuando tengan cosas que hacer.

Su madre llamó al teléfono.

—Hola, cielo. Sé que es tarde, ¿Cómo estás?

—Hola mamá, estoy bien. ¿Por qué? ¿Pasó algo?—Se sentó en la cama, teniendo el armario a un costado de la cama matrimonial que ocupaba él solo, cerrando una de las puertas con el pie.

—No, quería saber si estabas bien para mañana y eso. Wonwoo siempre te tira con otro ritmo... Me preocupa que eso te preocupe un poco.—El primogénito rió, encogiéndose de hombros como si le diera la razón a su madre.

—Tienes un poco de razón, pero está todo bien.

—En fin, era eso, pequeño. Mucha suerte, te veré con la transmisión mañana. Estoy orgullosa de ti y tu padre también. Nos vemos, ¿Sí?—Su voz sonaba entusiasmada y feliz, verdaderamente feliz por su hijo.

—Hasta luego, mamá, pásala bien en tu viaje.

La llamada se cortó, y un suspiro largo abandonó sus pulmones. Se sintió más liviano, pero sabía que todo debería irse acomodando como un rompecabezas.

—No creo que esto sea sólo un juego de Tetris. No es tan fácil.—Se habló a sí mismo, intentando motivarse.

Intento inútil de motivación.

—•—

Por otro lado, ahí estaba Jeon, quien esta vez, no sabía como formular siquiera las palabras.

—Qué mierda haces aquí.—Rodeó los sillones de la gran sala, su madre se ubicaba en un sillón individual y Bokyuk en uno igual al lado de su madre, ignorando todo lo demás.

—Hola, Wonwoo... Estás muy grande y apuesto, creciste muy bien.

—¡Nada de elogios, maldito cabrón!—Golpeó la mesa de café con la carpeta y la caja de donas en frente suyo, quedando cara a cara con el hombre mayor y descuidado.—¿Qué es lo que haces aquí?

Una bomba de adrenalina explotó en sus venas y en su cuerpo. Se sentía eléctrico y capaz de asesinar al hombre mayor que se sentaba en sus narices. Se sentía furioso y descontrolado, como si una avalancha se le viniera encima.

—Wonwoo, respira.—Dijo Bokyuk, con las cejas levantadas, sorprendido por el enojo de su hermano mayor.

—¡Claro que no! Es el bastardo que nos abandonó, ¿Recuerdan? ¿Acaso no tienen vergüenza de que entre aquí como si le perteneciera todo esto y formara parte de nuestra familia?—Su ceño fruncido hacía desviar la mirada al hombre, quien estaba incómodo y mostraba toda la vergüenza posible.

—Sólo vino a explicarnos algo.

—¿Qué cosa? ¿Qué es heroinómano? No soy idiota, se nota a leguas.

—¡Jeon Wonwoo, ya basta!—La mujer exclamó, alzando la vista enojada y acallando al nombrado.

—¿Basta qué? ¿Basta de defenderte de quien te arruinó la vida y la de nosotros como hijos?

—Sólo quiere un poco de consuelo.—La mujer fue apagando su tono de voz.

—¿Y tú qué, Bohyuk? Siempre estuviste del lado de papá, ve con él y consuélalo—Wonwoo gruñó, sintiendo calor en su rostro y cuerpo por la rabia.

—Lo siento, papá.

Un silencio fue lo único que sucedió. El hombre subió las escaleras junto a el hermano menor de la familia reencontrada. La mujer se acercó, y alzó su mano hasta golpear a su hijo mayor con una cachetada. La bofetada volteó el rostro del azabache, quien lo veía venir y lo aceptó, redimido.

Dark Red.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora