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Eye Contact

Cada que...

La sola idea de verlo le causaba una extraña sensación, era como si todo su cuerpo supiese algo que ella se negaba a aceptar, era el colmo, después de haber pasado toda clase de penurias para poder estar junto a Inuyasha, ahora su mente le jugaba aquellas malas pasadas, ¿Es que acaso estaba loca?

No es que ya fuesen marido y mujer, aún dormía ella en la casa de la anciana Kaede junto a Rin; tal vez sólo eran los nervios, de que cada día se acercaba más y más el día en que se casaría con Inuyasha.

La brisa otoñal le traía un pequeño regalo, era una pequeña hoja ya café, de por sí curiosa por su tamaño, se dió cuenta que tenía forma de corazón. Una sonrisa se formó en sus labios, levantó entonces la vista al cielo y sintiendo una mirada encima suyo, volteó en aquella dirección, detrás de ella estaba aquel hombre que le hacía tambalear sus pensamientos.

- Demonios -musitó la mujer, para luego pensar en echarse a correr. Lo cual, era ridículo.

Parecía que aquel sujeto leía sus pensamientos, pues levantó una ceja, aún mirándola, esperando quizá que ella le devolviera la mirada y entonces sin más avanzó directo hacia ella.

El corazón se le salía a la mujer, no podía correr, no quería quizá, no lograba hilar ninguna frase coherente, algo que explicara por qué se quedaba ahí tan quieta con la mirada en el suelo.

Sesshomaru la observaba tranquilamente, y mientras se iba acercando a aquella humana, sus pensamientos le reclamaban aquella acción, no era necesario saber que aquella era la mujer de su medio hermano, bastaba con el sólo echo de que era una humana, y no tenía ningún sentido acercarse a ella.

Continúo su camino y cuando estuvo a su lado, bajó la mirada... Para su sorpresa, por primera vez, después de tanto tiempo, aquella mujer, aquella humana, le devolvía la mirada con un algo que no sabría explicar, fue cosa de un segundo, pero aquella mirada decía todo, todo cuánto no le decía con palabras, era como si aquella simple acción le hubiese cambiado cualquier pensamiento para quedarse en su lugar, aquella mirada color chocolate.

Sin darse cuenta aquel pequeño segundo sellaría para siempre el destino de ambos.