Capítulo XVI

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Me preocupaba todo lo que había escuchado... ¡¿Qué tenía que ver mi familia en esto?! ¡A ellos no los veía desde hace 2 años atrás!

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Ignorando esos pensamientos, quise fingir no haber oído nada y caminar hacia Itachi y la señora Mikoto como si nada...

—¡¿Izumi?! ¿Qué haces afuera con esta lluvia?
Ven, mi princesa. O vas a resfriarte.—Dijo Itachi abrazándome y puso su paraguas encima de los dos.

—Y-yo... Solo vine a buscarte.—Mentí.

No quería decirle que me había extraviado en su mansión, y que había salido por la primera puerta pequeña que me había encontrado.

—No te preocupes... Mi hijo y yo ya íbamos a volver adentro.—Dijo la Uchiha con una sonrisa de lo más dulce.

—Está bien... —Dije ya sin tomarle importancia a lo anterior, y abrazada de Itachi regresé a la mansión... Aunque esta vez sí pude llegar a su recámara ya que iba con él.

Mientras tanto, la señora Mikoto solo salió de la finca a dar un paseo, según ella.
Me divirtió ver cómo 3 guardaespaldas que estaban totalmente invisibles antes, salieron y fueron detrás de ella. No creí que hubiesen más personas de servicio en esta mansión aparte de Léonard.

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Estábamos ya un buen rato en la cama de Itachi viendo la televisión, y de repente sentí una ganas horribles de orinar.

—Itachi... Necesito un baño.—Dije avergonzada.

—Hay uno aquí.—Dijo apuntando una puerta dentro de su habitación.

—Fiuf, gracias... No quisiera volver a perder–... —Me callé.

—¿Eh? ¿Perderte?—Me alzó una ceja riendo.

—Eeeeh, no. No, nada—Me sonrojé y me dirigí al baño.

—Así que por eso apareciste por la parte trasera de la mansión.—Carcajeó.

—¡Eso nunca debe saberlo alguien!—Grité con la cara toda roja y cerré por dentro la puerta del baño dando un portón... Pude escuchar cómo se reía.

Cuando entré, solo el baño era del tamaño de mi antiguo departamento... ¡Qué loco! Me sentí humillada indirectamente e hice mis necesidades pensando en el dinero de esa familia.

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Al terminar, salí de ese baño de realeza y me encontré a Itachi sin camisa...

—¡¿Itachi?!

—H-hola.

—¡¿Puedes decirme qué haces?!

—Nada... La corbata me incomodó.

—Y... Si solo fue la corbata, ¿por qué te quitaste la camisa?—Dije viendo esta, encima del saco en su cama.

—Tenía mucho calor.

—¿En serio? Pero si en este lugar hace mucho frío siempre...

El chico del antro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora