Capítulo XVII

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No sabía a qué quería llegar... Pero estaba entrando en un estado en el que me sentía drogada... Solo sentía a Itachi con sus penetrantes ojos en mí, junto al paisaje que se había tornado en una carmesí vista a lo lejos. Y por supuesto, nuestro árbol en manos de ambos, el cual se oscilaba a causa del viento, que a su vez me refrescaba y nos despeinaba a Itachi y a mí suavemente...

Entonces, solo seguí mis impulsos y me acerqué más y más a mi pelinegro... Deseando sentirlo en mi piel. Necesitaba besarlo, acariciarlo y... Simplemente hacer sentir su presencia a mis labios y a mi corazón.

—I-Itachi...

—Lo sé... También lo siento.—Interrumpió y antes de darme cuenta se me acercó más desapareciendo la corta distancia que quedaba antes.

De repente, sentí sus labios sobre los míos... Necesitaba intensificar el momento... Pero el arbolito que cargaba no me permitió tocar a Itachi.

Él notó que quería safar mis manos de la planta, y mientras seguía respirando sobre mis labios rio suavemente... Entonces sació mis ganas de más inclinándose un poco hacia en frente, comenzando a besarme lentamente provocando deseo en mí.

Todo fue hermoso.
Una pareja en una tarde anaranjada, con tan solo ya nuestras sombras visibles ante nuestros ojos...

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Después del intenso beso, Itachi se separó también lentamente, me quitó el árbol de las manos y caminó pacíficamente hasta una colina.

—Ven, preciosa.—Llamó con la cabeza y comenzó a subir por ella hasta llegar a la cima.

Eso me obligó a seguirlo, así que corrí hasta él y con la respiración agitada lo abracé por la espalda y lo solté con una sonrisa.

Itachi se arrodilló en el pasto, y dejó la planta al lado suyo. Yo copié su acto y me acomodé al otro extremo creando un círculo entre los tres.

De repente, el muchacho comenzó a escarbar la tierra con las manos, lo ayudé y luego de unos minutos teníamos un pequeño, pero profundo hoyo entre nosotros.

Él tomó mi mano, y la puso sobre el árbol, para después tomarlo también y hacer que lo alzáramos a la vez. Sin dejar de mirarme, lo metió en ese hoyo de tierra y luego de unos segundos de contacto visual, aparté mis manos.

Itachi terminó de acomodar la plantita, y comenzó a poner encima la tierra que habíamos sacado antes.

Se veía adorable haciéndolo.

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Cuando ya teníamos nuestro pequeño árbol plantado, Itachi se levantó del suelo ayudándome a hacerlo también.

—Estamos llenos de tierra, vamos a lavarnos las manos.—Dijo sonriendo y me tomó la mano.

—D-de acuerdo... Vamos.—Estaba sonrojada. Ya había sentido mariposas en el estómago por él hace más de medio año, pero ahora era diferente... No me sentía nerviosa con él, sino que sentía extrema paz con un toque de estremecimiento.

Una sonrisa se pintaba en mi rostro sin saber el porqué, pero en ese momento supe que era felicidad pura.

Itachi me llevó hasta un río cercano, era muy cristalino y el agua se sentía muy tibia.

El chico del antro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora