Capítulo XXXV

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—¡Este es el día!
Voy a... salir de aquí.—Susurré para mí misma viendo llegar a la oficial de policía a mi celda.

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Al principio fue algo increíble. Sé que dije que no era para tanto y simplemente estaba emocionada... Pero cuando realmente llega el día, tus verdaderas emociones salen a la luz.

Eso me pasaba en ese instante. Era algo tan maravilloso tan solo el pensar en que volvería con mi familia...

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Me preparé durante todo el día, me duché, alisté mi maleta, me arreglé... (cosa que no solía hacer por desgano).

Cuando me despedí de las mujeres que me acompañaban, tomé mi maleta y salí de la celda...

La oficial me acompañó hasta la oficina principal, y allí vi a...

—¡Itachi!—Grité con todas mis fuerzas y corrí hacia él.

—¡Mi amor!—De repente, me abrazó.

—Eso es todo, señor Uchiha.
Desde hoy, Uchiha Izumi queda en libertad.—Dijo el abogado que acompañaba a Itachi, y le dio unas palmaditas en la espalda, lo que provocó que mi azabache me soltara.

—Gracias... De no ser por usted, habría pasado más tiempo.—Respondió y me abrazó de lado.
—Por cierto, Shisui vino desde China para recibirte. Está junto a Sasuke, mi madre y los pequeños fuera de este lugar.

—¡¿Vinieron todos por mí?!

—¿Qué esperabas? ¿Que te mandara algo de dinero para que te vayas sola a la mansión?
¡Obviamente no!
Ahora, deja de hablar y vámonos de aquí.

Solo me alcanzó a reír y lo volví a abrazar.

Después, vi a mi suegra en la entrada de la cárcel esperándome. Me hizo una señal para que fuera con ella mientras que Itachi terminaba de hablar con el juez ahí adentro.

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—¡Izumi!—Gritaron todos en coro como la primera vez.

—¡Chicos!—Grité y sonreí al verlos.

En ese momento, no importó que hayamos estado en las aceras de la calle, simplemente nos abrazamos entre nosotros hasta que logramos calmarnos por un segundo.

—Izu... ¡Ya es tiempo de que vayas a casa con tu familia!—Dijo mi suegra.

—¡Por supuesto! Gracias por todo, señora Mikoto.—Vi a mis hijos y... Algo se quebró dentro de mí. Pero a la vez sentí al parecido a un adormecimiento y lo único que salió de mis acciones fue un abrazo de reflejo.

—Mamá... —Pronunció Mizu.—¿Ya te irás a casa con mi papá y mi hermanito?

Sollocé.—Sí, mi amor. Y nunca más me alejaré de ustedes.

—¡Qué bien! El próximo año comienzo el colegio, y me gustaría que estuvieras...

No pude más y comencé a llorar.—Obviamente, hija.
Estaré siempre a tu lado.

El chico del antro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora