Capítulo XIX

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Mi rostro y el de Itachi se llenaron de sangre, mientras que de nuestros ojos nublados, las lágrimas caían sin cesar.

Si antes no estaba segura de qué contestarle a Itachi... Ahora sí, y no dudaría en pelear por nosotros y defender nuestro amor de quien sea a toda costa... Al igual que como habría querido Léonard.

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Habíamos quedado petrificados, y no paramos de llorar hasta después de 1 hora en presencia del cadáver.
Luego de eso, Itachi me abrazó fuerte y me dijo que nos llevemos el cuerpo a un lugar más digno para él... Fue así entonces, como terminó nuestra cita sin que el azabache me haya dicho nada más acerca de nosotros.

Me aconsejó que dejara de mirarlo en lo que él lo llevaba al coche. Antes de voltearme noté que Itachi alzó la pequeña cajita de hace un rato y la volvió a guardar en su bolsillo.

Luego de un rato, él ya se había marchado y yo regresé a la tienda por orden suya.

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Cuando volvió, yo estaba muy asustada, ya que se había llevado el auto y yo me quedé sola en medio del campo.

Escuché pasos hacia mi dirección y me tranquilicé cuando vi la silueta de Itachi por fuera de aquella carpa.

—¡Itachi!—Grité y salí rápido hasta él.

—Izumi... ¿Te encuentras bien?

—S-sí... Algo asustada y sucia, pero sí, lo estoy... ¿Adónde lo llevaste?—Pregunté viéndolo lleno de tierra.

—Con el resto de su familia... —Cerró los ojos y sonrió levemente.

—Entiendo... —Me sequé un lagrima que había caído por mi mejilla y también sonreí.

—Bueno, debemos lavarnos... Otra vez.—Me miró dulcemente.

—Es cierto... Vamos.—Dije mirando la luna... la cual estaba muy grande.

Aunque parecía haber sido un acontecimiento bastante traumante, la verdad es que no guardaba las imágenes en mi cabeza... En realidad yo sentí que fue entristecedor y profundo, Léonard aceptó y pidió su muerte... Así que no me sentí tan agobiada por lo sucedido... al igual que Itachi.

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Habíamos llegado de nuevo al río, y lentamente comenzamos a desnudarnos... Había rastros de sangre en todas las prendas.

Me sentía algo incómoda... Pero la cálida sonrisa de mi pelinegro me daba seguridad, así que no me molestó quedar con todo mi cuerpo al descubierto en frente suyo. Él hizo lo mismo... Aunque debo admitir que me yo me sonrojé demasiado al verlo.

En fin, nos metimos en el agua y aprovechamos para nadar juntos bajo la luz de la luna.
Era algo inexplicable... Solo él y yo con toda la confianza del mundo.

De repente, la distancia que había entre ambos se fue acortando... Hasta estar lado a lado. Teníamos una gran necesidad de abrazarnos... así que simplemente lo hicimos. No sé en qué momento, pero cuando salí de mi durmiente cabeza, me di cuenta de que lo estaba besando.
Sí, yo lo estaba besando... Él solo me dejó hacerlo.

—I-Itachi... Aquí no... —Dije volteando la cara hacia otra parte muy apenada.

—¿Por qué no? Este lugar es hermoso.—Rio viendo el paisaje.

El chico del antro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora