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—¡Ya estoy hasta la puta mierda de ti!

El estruendo de algo de cristal estrellándose enfureció aún más a Louis.

—¡¿Y ahora qué diablos te sucede Leah?!

—¡¿Qué me sucede?! ¡¿qué te pasa a ti, imbécil?!, ¡¿crees que no me doy cuenta de cómo buscas a la puta esa?!

Louis se llevó las manos a la cara con un resoplido que acompañó su frustración. Por lo general podía ignorar a sus padres discutiendo. Después de problemas, gritos y humillaciones diarias durante casi once años, se había acostumbrado a aquella vulgar vida y severo ambiente, y estaba bien, dejó de tomarle importancia tiempo atrás, pero a veces, cuando llevaban sus peleas más allá de lo habitual lograban hacerlo enojar en sobremanera. Como en ese momento.

— ¡¿Qué?!

— ¡La zorra de contaduría con la que te mensajeas! ¡¿o qué?! ¡¿ya se te olvidó?!

El sonido de otro objeto rompiéndose llegó a oídos de Louis nuevamente. No tenía que salir de su habitación para saber que era su madre la que lanzaba cosas, pues no era la primera vez que algo así sucedía. Él estaba hastiado. Al menos por ese día ya no podía soportar más gritos, estaba seguro de que en cualquier momento lo llamarían para involucrarlo o llevarían la pelea hasta su cuarto, arremeterían contra él y entonces la situación empeoraría.

— ¡Estás loca Leah! ¡yo no sé por qué has estado todo el día jodiéndome-

— ¡¿Jodiéndote?!

Se trataba de otra pelea sin sentido. Louis sabía que en cualquier momento se cansarían, pararían y al día siguiente todo estaría bien de nuevo, probablemente saldrían de compras o a tener diversiones como si los hechos anteriores no hubieran tenido ocasión, luego el zumbido de una mosca detonaría algún malestar y el drama afloraría en su costumbre. Un ciclo sin fin.

Aun escuchando los bramidos de ira, Louis se levantó de su cama con disposición de irse mientras pudiera, huir un pequeño momento de su realidad, sabiendo que de cualquier forma, al final del día tendría que volver. Tomó su mochila de la escuela -que estaba relativamente vacía- y salió de su cuarto rumbo a las escaleras. A medida que las bajaba, los gritos cobraron fuerza.

Sus padres se encontraban en el comedor con la luz anaranjada encendida sobre sus cabezas, a pesar de que eran las cuatro de la tarde y todo podía apreciarse con claridad. Al pie de las escaleras, Louis observó los objetos hechos pedazos en la alfombra y rincones del piso, en su mayoría platos, pero también identificó la costosa lámpara que alguna vez ocupó su lugar en la sala.

— ¡Eres un lambiscón, un maldito lambiscón! —Leah gritó de nuevo, como espuma ardiente y burbujeante salida de la garganta de la mujer.

— ¡¿Qué carajos, Leah?! —exclamó Austin—. ¡No sé de qué demonios estás hablando! ¡eres tú y tus malditas ideas!

Louis rodó los ojos con descaro, soltó un suspiro de fastidio y se preparó para interrumpir el altercado. Salir de su casa sin previo aviso y permiso, sería para él un error que lo convertiría en una bolsa de desquite para sus padres. Lo cual le parecía un total disparate, porque Austin y Leah eran padres ausentes gracias a los constantes viajes de negocios que la empresa "StarHouse" les exigía. Cuando ellos no se encontraban en Doncaster, y en cambio atravesaban las magníficas y ostentosas zonas de las ciudades de Inglaterra, Louis vivía una vida en solitario con libre voluntad.

—Tengo que salir —anunció él sin moverse de su lugar, interrumpiendo a su padre en el proceso y llamando la atención de ambos adultos al instante.

Austin y Leah lo miraron como si hubiera dicho algo completamente fuera de lugar.

— ¿Cómo que tienes que salir? —preguntó Austin en tono hostil.

Royal Ballet |Larry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora