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segunda parte

—¿Odile? ¿así se llama? —Louis enarcó las cejas—. Mierda, sí, me confundí en esa parte ¡pero es que fue tan inesperado! ¡Odette y ella parecían la misma jodida persona! No fue culpa del príncipe equivocarse.

—Las interpreta la misma bailarina.

—¡Joder! ¿hablas en serio? —espetó él—. Pero si Odette es tan delicada y-y pura-

—Apolínea.

—Y Odile tan...

—Dionisiaca.

—Sí, mira, no sé qué estás diciendo, yo pensaba en algo como... sexy.

Harry rio con placidez.

El espectáculo recién había terminado. La versión rusa le dictó un final romántico y Louis adoró aquel cliché del bien y el amor triunfando sobre el mal, siendo ignorante de los múltiples finales alternativos. Fue bellísimo, de eso no cabía duda, y el ver a Siegfried y a Odette triunfalmente juntos provocó en ambos chicos un ánimo cautivador e hipnótico entre ellos, así que, desde el último aplauso de la noche hasta ese momento, mientras caminaban tras bambalinas -ganándose múltiples miradas de tramoyistas y técnicos-, se sintieron de verdad, de alguna manera, sensibles.

Ocurrieron varias situaciones para entonces: Harry estuvo a punto de explicarle a Louis el concepto de la dualidad "apolínea y dionisiaca" propuesta por Friedrich Nietzsche; al mismo tiempo, un confundido hombre de mediana edad se acercaba a ellos para preguntarles quiénes eran, o lo que era más importante, cómo habían entrado; y finalmente, logrando que ninguna de las intenciones anteriores se efectuara, una voz masculina se presentó con la exaltación suficiente para captar el interés de cualquiera en el lugar.

—Ne obmanyvayut menya glaza?! no eto yedinstvenny i nepovtorimy Harry Styles!, chto, uzhe i vpravdu pyat' let proshlo? (¡¿Acaso mis ojos me engañan?! ¡pero si es el único e inigualable Harry Styles! ¿realmente han pasado cinco años?)

Así, la atención había sido acaparada por aquel efusivo hombre ruso que se acercaba hacia los jóvenes. Era de complexión grande, cabello canoso, bigote perfilado, ojos que prometían experiencia y una sonrisa tan blanca como la misma nieve de su patria. Sus ropas -un traje sumamente fino- lo hacían ver elegante y privilegiado, y gracias a ello y a que de todo lo que dijo lo único comprensible para Louis fue el nombre de su joven entrenador, el bailarín pudo deducir que se trataba del director de la compañía del ballet de Moscú y, por tanto, de aquel amigo de Harry que les había comprado tan exclusivos lugares en el teatro.

Por su parte, Harry sonreía con timidez mientras hacía contacto visual con los resplandecientes y felices ojos de Vitali Volkoba. Y era que, a pesar de que ese hombre fue quien le compró los boletos de la presentación -fruto de una legítima y antigua amistad- y fue el mismo Harry quien le llamó en primer lugar, la presencia del hombre era... casi irreal. Tuvo que esforzarse por no ponerse a temblar.

—Uh... chetyre, ya dumayo- (cuatro, eso creo-) —se arregló para decir él. No pudo apreciar la instantánea mirada de admiración por parte de Louis, pues de inmediato fue abarcado por un enorme abrazo de parte del director.

—Nu, ty povzroslela...ty tak povzroslela! (Bueno, has crecido... has crecido mucho, ¿sabes?)

Harry no respondió de inmediato, pero cuando logró relajarse por fin correspondió el abrazo con lentitud. De cualquier forma, se aseguró de ladear el rostro en dirección contraria a Louis para que este no reparara en su vulnerable estado.

—Da... ya tozhe po tebe skuchala, Volk (Sí... yo también te extrañe, Volk)

Louis no pudo hacer más que observar la escena con curiosidad y sentirse, de alguna manera, un tanto entrometido.

Royal Ballet |Larry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora