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Varias veces después de correr en el parque Hexthorpe, Harry y Louis acostumbraban a desayunar en la Cafetería Dell; fuera en compañía de algunas de las chicas del grupo escolar Royal Ballet o a solas, ambos lo disfrutaban, el lugar se había convertido en uno de sus favoritos, y esa mañana, sería sede del nervioso encuentro entre los jóvenes.

Louis había llegado primero, diez minutos antes de las nueve y media, por lo que era el primer cliente del día. Escogió un lugar fuera de la instalación para darse cuenta con más facilidad del momento en que Harry llegara, una sencilla y redonda mesa metálica con dos sillas, una de cada lado, y pidió para él una malteada de chocolate y para el entrenador de ballet un café. Aguardó, y poco después, exactamente a la hora acordada, Harry apareció.

El joven de veintidós años vestía pantalones blancos ceñidos a sus piernas con un holgado suéter gris, llevaba el cabello suelto y mostraba una expresión seria de ojos apagados. Louis, que por su parte usaba ropa tomada del armario de Zayn, quiso levantarse de su silla en cuanto se le acercó, pero Harry negó con la cabeza al darse cuenta de su intención y le hizo una seña con la palma de su mano en petición de que no lo hiciera, por lo que lentamente Louis se reacomodó en su asiento, y Harry tomó lugar frente a él.

—Te...pedí un café —mencionó Louis, motivo por el cual Harry dirigió su mirada hacia la humeante taza blanca sobre la mesa—. Latte con leche de almendras y sin azúcar.

Era el único tipo de café que Harry bebía, él no recordaba si se lo había dicho a Louis alguna vez o este lo advirtió por su cuenta, pero la atención lo ablandó un poco.

—Gracias —susurró él sin levantar la vista.

Louis tomó aire con profundidad, movió sus pies nerviosamente de manera discreta y aprisionó sus propios labios. Sabía que no era hábil con las palabras, decía lo que sentía y pensaba sin antes reflexionar al respecto, pero su relación se encontraba en juego, y él estaba demasiado enamorado como para tomárselo a la ligera.

—Me fui de mi casa —soltó Louis, creyendo que era mejor hacerlo saber desde el principio.

Al instante, Harry dirigió su mirada hacia él con ojos exageradamente abiertos y la preocupación tiñendo su rostro, sus palabras no se hicieron esperar.

—¿Qué? pero-

—Mi padre jamás aceptará que me gusten los hombres y el ballet, y si mi madre no lo ha dejado en años, tampoco lo hará ahora.

—Por Dios, Louis... —expresó Harry con desasosiego, su ceño fruncido fue la señal para que el menor se apresurara a tranquilizarlo.

—Está bien, estoy quedándome con Zayn-

—Debiste decirme —lo interrumpió Harry.

Louis dio un pequeño resoplido y negó con la cabeza.

—Si te fuiste del auditorio fue porque todo se volvió demasiado ¿no? —preguntó él, dándole a entender que si no lo hizo fue para no abrumarlo más de lo que ya estaba. Como Louis ya esperaba, no obtuvo respuesta—. En serio, está bien —le aseguró—. De cualquier forma, no he vivido con mis padres en años...se siente como la mejor decisión para todos.

Harry se mantuvo mirando el lastimado rostro de Louis algunos pocos segundos más, observó su labio roto e inflamado, un ligero corte cicatrizándole en la ceja izquierda, un obscuro moretón en su barbilla y uno más claro -aunque más grande- en la sien, el golpe de Liam acentuado. Entonces Harry adoptó una remarcada expresión de disconformidad, desvió la mirada a un punto perdido y se reclinó en el respaldo de la silla, cruzando una pierna sobre la otra.

Louis observó sus movimientos con atención, le tomó un momento atreverse a hablar de nuevo.

—Estás enojado —le dijo; a lo que Harry negó, pero no en rechazo hacia su idea, sino con incredulidad—. Sé que anoche- —comenzó a decir, sólo para ser interrumpido.

Royal Ballet |Larry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora