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El cambio de actitud que Louis mostró el día viernes fue inmenso, pero aquel no era más que el primer paso para lograr una clase en pleno exitosa. La realidad era que él no tenía la misma satisfactoria condición que las chicas, y eso preocupaba al equipo, por lo que, al término del entrenamiento, Louis recibió múltiples quejas de parte de las jóvenes bailarinas, en las cuales le exteriorizaban sus fallas y reclamaban por los ejercicios que aún no lograba hacer; le exigieron que entrenara más de una manera casi burda, y aunque Harry las reprendió por ello, Louis sospechaba que en el fondo les daba la razón.

Por ello, a raíz de numerosas peticiones, Louis estaba despierto en sábado a las ocho y media de la mañana, entrando al parque Hexthorpe para comenzar a correr y mejorar así su condición física. Y ciertamente lo detestaba. La única razón por la que lo llevaba a cabo fue porque Eleanor mandó un taxi a buscarlo, el cual tocó la bocina de manera incesante e indecorosa hasta que Louis salió sin otra opción más que para tomarlo.

Louis se sentía abatido por el cansancio; con el cabello alborotado de recién levantado, pequeñas bolsas debajo de los ojos y una gran sudadera puesta, se lamentaba haber abandonado la comodidad de su cama para adentrarse al frío mañanero de Doncaster. Pensó en darse vuelta y marcharse, pues nadie lo había visto llegar aún, se excusaría con Eleanor con que el taxi nunca apareció y lidiaría después con las consecuencias; pero cuando se giró con intención de hacerlo, fue atrapado en su cometido.

—¡Louis, sí llegaste!

Louis resopló con pesadez mientras observaba a Harry acercándose hacia él a paso rápido. El joven pocos años mayor parecía más que dispuesto a tener una mañana productiva; de expresión vivaz, vestía un llamativo short amarillo, una chamarra deportiva rosada, y una banda que le recogía el cabello, cargaba una pequeña mochila deportiva al hombro, sus audífonos le rodeaban cuello, y en mano llevaba un termo morado brillante. Louis se agotó de sólo observarlo, y cuando Harry llegó a su lado, negó.

—De hecho, surgió algo y me tengo que ir-

—Oh vamos, no te hagas de rogar —Harry interrumpió en medio de la sonrisa que adornaba sus labios. Con su mano libre tomó el brazo de Louis y comenzó a caminar, llevándoselo consigo.

Louis suspiró en resignación.

—¿Desayunaste? —preguntó Harry.

—No...

—Toma esto —le ofreció el termo morado, empujándoselo contra el pecho. Louis lo agarró por impulso—. Es un licuado de proteína, te hará bien.

Louis frunció el entrecejo.

—Pero... ¿y tú? —preguntó él, no muy dispuesto a aceptarlo—. No voy a quitártelo.

—Tómalo —Harry insistió—. Yo ya tomé uno en casa.

Louis no sabía si eso era una mentira, pero no denegó más, y mientras se dirigían al punto de encuentro bebió el contenido del recipiente. Su lengua saboreó el suave sabor a chocolate, y su estómago agradeció el -aunque escaso- alimento.

No tardaron mucho en llegar a un descuidado quiosco de cubierta puntiaguda, donde las chicas esperaban sentadas en los bordes de los bajos muros y platicaban animadamente. Sus escandalosas voces femeninas eran un contraste al tranquilo ambiente a su alrededor.

—¡Hey, ya llegaron! —Courtney exclamó al aire, tras ver a ambos chicos aproximarse y entrar en la ligera construcción.

—Oh Dios, no puedo creer que sí vino —Donna se mofó, claramente refiriéndose a Louis.

—No durará —Lila declaró—. Es... como un bombón, exquisito, pero-

—Blando —Donna completó por ella.

Royal Ballet |Larry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora