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—No puedo.

—¿Hum?

—No puedo, no me sale la maldita pirouette.

—Oh.

—Lo intento, y lo intento, y no puedo hacer siquiera una, ¿cómo se supone que voy a competir?

—Claro.

—¿Me corriges?

—Sí, sólo dame-

—¿Me corriges?

—Voy-

—¡¿Me corriges?!

Harry no volvió a responder a las insistentes peticiones de Louis, en cambio, continuó analizando su cabello a través del reflejo del espejo del aula; llevaba delgadas trenzas a cada lado de la cabeza que en la parte posterior se unían para después recogerse en su acostumbrado moño, peinado que le había tomado casi media hora y con el cual no estaba conforme. Harry era consciente de su agraciada apariencia que, sumándola a su esmero por lucir bien, le resultaba en una vanidad colosal.

—Creo que no están rectas —susurró él para sí mismo mientras giraba la cabeza de lado a lado para hacer la comparación.

—Ni siquiera me estás prestando atención —reprochó Louis—. ¿Qué clase de entrenador eres?

La clase no había empezado aún. Aquella era la hora que Harry designaba al almuerzo o a un ligero descanso antes del trabajo, sin embargo, los anticipados arribos de Louis persistían, fuera para vestirse o, como se empezaba a hacer costumbre, practicar. El problema era que el entrenador no quería decirle al entusiasta chico que se detuviera y esperara a la práctica, no cuando por fin mostraba verdadero empeño en el ballet.

—¿Ya me corriges?

No incluso si a veces la situación podría compararse con darle clases a un exasperante niño de seis años.

Harry suspiró pesadamente

—Bien —le dijo por fin, girando en su dirección antes de moverse hacia él—. Muéstrame.

De inmediato, Louis se colocó en la postura adecuada para hacer el ejercicio; acomodó los pies en cuarta posición, situó los brazos redondeados y alejados de su cuerpo, flexionó las piernas para marcar el plié y entonces practicó con un retiré de deficiente técnica del cual Harry notó el error instantáneamente, mas no comentó antes de lo necesario. Tras descender, Louis se impulsó de nuevo con el pie trasero para esta vez tratar de ejecutar el giro, pero antes de lograr terminarlo perdió el control y se obligó a bajar el relevé para no caer, deteniéndose.

Frustrado, Louis miró a Harry en busca de ayuda.

—¿Lo ves? no me sale, no puedo —se quejó Louis, comenzando a desesperarse.

—Nunca digas que no puedes —dijo Harry mientras se acercaba hasta posicionarse a su lado—. De nuevo.

Louis bufó y se acomodó de la misma manera que antes. Al instante, Harry le colocó el dedo índice debajo de la barbilla y la impulsó suavemente hacia arriba para que levantara la mirada.

—Recuerda que no debes ver el piso —le explicó él—. Tienes que tener un punto fijo al frente y tratar de no perderlo de vista.

Puso una mano sobre el vientre de Louis y la otra en su espalda baja

—Ahora enderézate —siguió diciéndole—. Aquí está tu equilibrio, si te agachas te vas a caer, es de esta posición hacia arriba, ¿de acuerdo? concéntrate en subir, no en girar, porque si sigues así sólo girarás como la torre de Pisa.

Royal Ballet |Larry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora