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Louis frunció el entrecejo débilmente al percibir una molesta luz sobre sus pesados párpados. Demasiado cómodo como para moverse trató de ignorar la sensación durante algunos segundos, pero pronto se irritó con facilidad y, con algo de enfado, aún sedado por la falta de sueño, terminó por abrir los ojos con lentitud. Un rayo de sol colándose a través de la cortina cerrada era el culpable de su despertar.

Él refunfuñó y con movimientos entumecidos se dispuso a darse vuelta para continuar con su plácido sueño, pero sus acciones resultaron en vano cuando, tras girar, su vista fue una espalda blanquecina moteada de lunares marrones, y entonces todos los recuerdos del día anterior se reprodujeron en su mente cual película rápida:

Harry lo había llevado a la capital, acudieron a la presentación del Lago de los Cisnes, se besaron exitosamente a mitad de una calle... y pasaron su primera noche juntos.

Louis sonrió con bobería a la vez que se tallaba el ojo derecho con la palma de su mano. Pensó en cómo molestaría a Harry más tarde.

«El diablo entre las sábanas» Le diría; aún podía sentir las mordidas inofensivas en la parte interna de sus muslos y casi podía apostar que aquellos delgados dedos le habían dejado marca en los laterales del cuello, bien se aventuró a lo caótico. Sin embargo, la burla sería después, cuando Louis terminara de procesar que la persona que él más quería, auténticamente su persona favorita y el culpable de sus latidos desenfrenados correspondía sus sentimientos.

Harry, aquel chico de ensueño, hacía sentir seguro a Louis, era calma y confianza.

Louis se arrastró sobre la cama hasta recostarse justo detrás de su acompañante, donde lo abrazó por la cintura y atrajo hacia su propio cuerpo desnudo antes de depositarle un beso sobre el hombro. No fue precisamente delicado; con los sentidos embotados, Harry se reacomodó en su lugar en una lucha interna por no recuperar el pleno estado de conciencia, el cansancio de la semana y la noche anterior pesaban sobre él.

—¿Ya despertarás? —le preguntó Louis en un susurro.

—Sólo dame unos... minutos —respondió Harry con voz mañanera. Colocó su propia mano sobre la de Louis -que aprisionaba su cuerpo- y volvió a caer profundamente dormido.

Louis le permitió descansar al obligarse a sí mismo a no ser impaciente a pesar de que los minutos se transformaron en una hora. En aquel tiempo se dedicó a darle pequeñas caricias a Harry, a contar los lunares de su espalda, a quererlo. Y probablemente habrían seguido así mucho tiempo más, si no fuera porque el estómago de Harry gruñó sonoramente, lo que provocó que este finalmente despertara y que el menor de los dos riera.

Así, el joven adulto rodó sobre la cama para encarar a los somnolientos ojos azules y cabello alborotado que era Louis, entonces le sonrió sin mostrar los dientes, recargó su frente sobre el hombro ajeno y volvió a cerrar los ojos con cansancio.

—Buenos días —canturreó Louis sobre el cabello chocolate del chico.

—Buenos días —respondió Harry. Su estómago volvió a gruñir y él se quejó—. Muero de hambre.

—El desayuno terminó hace varias horas... podríamos pedir algo o salir.

Harry tomó una gran bocanada de aire, se separó un poco -provocando que Louis lo soltara- y estiró sus músculos para tratar activarlos, luego resopló sonoramente.

—Mejor salgamos a buscar algo —respondió él. Procedió a sentarse con lentitud y cuidado y después se cubrió la cara con las manos, en un esfuerzo por despabilarse—. O volveré a quedarme dormido.

Louis no respondió, se dedicó a apreciar la figura de Harry, y entonces la habitación cayó en un silencio cómodo durante varios segundos; poco más tarde, el instructor de ballet perdió la mirada en un punto vacío, pero cuando por fin salió de su trance giró por sobre su hombro y se encontró nuevamente con los ojos de Louis, a quien le sonrió con cierta calidez.

Royal Ballet |Larry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora