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primera parte

—Harry, estaba pensando-

—Ha, ¿y no te dolió?

Louis rodó los ojos ante tan viejo y usado chiste, giró sobre la cama para así apoyarse sobre su codo y entonces miró el celular sobre la almohada, como si de esa forma pudiera comunicarse mejor con el chico al otro lado de la línea.

—Qué maduro —soltó él con ironía antes de continuar—. Uhm, no, estaba pensando... nunca terminaste de contarme la historia, la de la princesa Odette y el príncipe Siegfried, y ah, quiero saber qué pasó con ellos. Dime, ¿él volvió por ella? Quiero decir, ¿puedes seguir con la historia?

La línea permaneció en absoluto silencio durante algunos segundos. Desde la comodidad de su habitación, Louis aguardó pacientemente sin verle algún problema a su petición, pero cuando Harry comenzó a demorarse de manera inusual, creyó que hubo alguna falla en el servicio o que el cansado adulto se había quedado dormido -pues pasaba de la medianoche-.

—Hey, preciosura, ¿sigues ahí?

Esta vez Harry no tardó en responderle.

—No —dijo, y colgó.

Incrédulo, Louis se quedó inmóvil, parpadeó con estupefacción y luego miró a su alrededor con expresión ofendida, apenas creyendo que Harry lo hubiera dejado de esa manera; tras una plática amena, aquel radical cambio de actitud carecía de sentido. Se rehusó a dejarlo pasar, tomó el celular entre sus manos y sin pensárselo dos veces marcó el número de Harry. Su intento sólo sirvió para ser cruel y directamente enviado al buzón de voz, y más tarde, cuando después de un largo y tortuoso minuto entero de espera volvió a probar, la respuesta fue la misma: nula.

Louis aterrizó su rostro sobre la almohada con frustración y un gemido lastimero, pensando en lo mucho que le reclamaría a su joven entrenador por su inesperada rudeza.

Y, de hecho, así lo hizo.

Por la tarde del día siguiente, en el preciso momento en que Louis atravesó la puerta de cristal del estudio y vio la identificable espalda de Harry a metros de él, comenzó a quejarse como haría un chiquillo resentido para llamar la atención.

—¡¿Qué mierda, Harry?! ¡me colgaste! —reclamó él emberrinchado, logrando que Harry percatara de inmediato su llegada y lo mirara de vuelta—. Y me has ignorado desde anoche, si no quieres hablar conmigo puedes decirlo y ya —espetó mientras caminaba hacia él; dolido, confundido y, de cierta forma, temeroso de que fuera culpable por aquel trato.

Sin embargo, Harry no lucía molesto, incómodo o disgustado con él; por el contrario, parecía un tanto divertido con aquel drama. De este modo, se recargó con levedad sobre la pequeña mesa, echó los hombros hacia adelante con entusiasmo e ignorando el comentario de Louis, preguntó:

—¿Tienes algo qué hacer este fin de semana?

El enojo de Louis no pudo hacer más que colorearle el rostro.

—Me... —arrastró él las palabras—, colgaste.

Sólo entonces Harry mostró verdadero interés en el indignado estado de su alumno. Se reacomodó en su lugar y llevó una de sus manos a juguetear con su cabello, apenado.

—Sí, lamento eso. Recordé que tenía algo qué hacer.

—¿A medianoche? —espetó Louis.

—Sí... cosas de adultos —se excusó Harry con un leve encogimiento de hombros.

Vacilante sobre si hacer del asunto un gran lío o no, Louis se mantuvo estático durante un corto momento en el que sólo se dedicó a observar a Harry, para al final quejarse para sus adentros, resoplar con resignación y darse vuelta rumbo a las rendijas de casilleros con intención de guardar sus cosas. ¿Era Louis infantil por querer la total atención de Harry y por necesitar una razonable explicación que reparara el, aunque absurdo, daño cometido? Al mayor de los dos no le gustaban algunos de los "inmaduros" comportamientos que su estudiante exteriorizaba; como los celos y los arrebatos injustificados. Y ya que Louis no tenía claro si aquella situación calificaba dentro del segundo tipo, estaba dando todo de sí para sosegarse.

Royal Ballet |Larry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora