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—Louis, ¿tienes partido el fin de semana? —preguntó Austin Tomlinson mientras aparcaba frente a la prestigiosa institución donde su hijo recibía educación.

Él y su esposa Leah inscribieron a Louis en Greyhound un año más tarde de lo debido por descuidos de agenda, pero el bullicioso joven jamás presentó queja al respecto. Louis se adaptaba bien, en palabras de Austin "quizá demasiado", pues no era ningún secreto que aquel chico tuviera problemas de conducta y un entusiasmo alborotador.

Louis, en tanto, dudó en responder, hacía mucho que les había mentido a sus padres sobre su paradero por las tardes, argumentando estar en el equipo de futbol de la escuela; así que el hecho de que se interesaran por ello súbitamente le resultó casi sospechoso.

—Uh, supongo... ¿por qué?

—¿Y en dónde es? —preguntó esta vez Leah desde el asiento de copiloto, ignorando su pregunta.

De la misma forma en que la temporada inició, Greyhound Dogs jugaría en casa su último partido. Louis lo sabía; más, receloso, apenas pudo articular:

—Creo que nos toca aquí.

—¿Aquí en la escuela? —inquirió ella.

—Sí.

—Oh, es sólo que pensábamos ir a verte jugar —explicó su madre, y con ello, una estrepitosa alarma dentro del bailarín se encendió, acelerándole el corazón y paralizándole la cabeza.

—Eres el capitán ¿no? —preguntó Austin entonces, más en tono de afirmación que inquisitivo; porque claro, cuando Louis les había mentido, lo hizo en grande. Tiempo atrás al adolescente le importó poco lo que otros pensaran con tal de evitar conflictos.

Louis se obligó a responder como si la mentira no estuviera dibujada en cada rasgo de su nervioso aspecto.

—A-ah, sí, pero... bueno, es que... no estoy seguro de si vamos a jugar o no por problemas administrativos, no sé, uhm, ¿van a estar aquí toda la semana? —preguntó, perplejo, tras lograr improvisar con rapidez.

—Estamos viendo si podemos quedarnos el resto del año y trabajar desde aquí —explicó su padre, y con ello, sus ojos conectaron con los de Louis a través del espejo retrovisor.

—¿En serio...? —preguntó él en un susurro.

—Todavía lo estamos buscando con la empresa, pero, bueno... esperemos que sí. Estaría bien ¿ah? —Austin sugirió con una ceja levantada antes de regresar la mirada al camino frente a él—. Pregunta lo del partido y nos avisas.

Louis, que continuaba observando a su padre a través del espejo, tuvo que desviar la mirada para no perder el poco control que tenía sobre su resquebrajado estado emocional. Sobre la probable larga estadía de sus padres, no tenía idea de cómo sentirse al respecto; y sobre el partido, no podía decirles que no fueran a verlo, eso sería innecesariamente cruel y le ganaría un regaño y la detonación de una bomba de peleas y mal humor que, con mucha suerte, estuvo evitando desde la noche anterior.

Por todo ello, simplemente tomó la manija de la puerta, murmuró un "claro" y con un pequeño clock al abrirla, bajó del auto. Aún era demasiado temprano para disfrutar de los cielos "parcialmente despejados" que prometían los canales del clima, así que, tras cerrar la puerta tras él, se ajustó la chamarra para evitar en la mayor medida de lo posible un resfriado.

Terrible. Los frívolos aires de la ciudad poco ayudaban a su ánimo. Louis consideraba que sus padres habían elegido el peor momento para comportarse con decencia y hacerlo sentir, dentro de todo, culpable. Así, el adolescente creía estarles fallando a ellos, a sus amigos, y a Harry; y con ese juicio se adentró en la escuela sin muchas expectativas de tener un buen día.

Royal Ballet |Larry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora