1. El comienzo del fin.

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Llevamos media hora en la habitación de mi hermana esperando a que Luna escoja qué ponerse y tras 20 vestidos tirados por el suelo, doce pantalones arrojados al aire y diez tacones abandonados por los pasillos, aún no ha encontrado nada. Si hay algo que caracteriza a mi hermana es que quiere verse fenomenal en todo momento, y no la culpo, si yo fuera la mitad de guapa que ella, también querría, pero hay veces que se obsesiona demasiado con el "cómo se ve".

Yo llevo un top rojo y unos jeans anchos con una chaqueta negra y mis Adidas favoritos, y sí, logré vestirme así después de repetirle a Luna que no me pondría un vestido ni muerta, lo cual solo aceptó con una condición, que me dejara el cabello suelto. Al principio protesté, pero aquí estoy, con mi pelo blanco suelto.

Después de unos diez minutos, finalmente encontramos un atuendo para Luna. Lleva un vestido azul que se le acomoda perfectamente al cuerpo dejando en evidencia todas sus curvas. La rubia toma unos tacones del mismo color y se los pone sin siquiera dudar, yo la verdad, odio caminar en esas cosas, pero ella los ama.

Luna empieza a maquillarse y se recoge el cabello en una coleta alta, y siendo sincera, está preciosa, aunque eso no es ningún secreto. Carlos llega al poco tiempo y al verla le da un asqueroso beso en los labios, y sí, asqueroso porque así es él.

—¿Cómo está mi cuñadita favorita?— me pregunta el baboso.

—No soy tu cuñada— le respondo cortante.

—Si eres hermana de mi novia, eres mi cuñada.

—Qué curioso, acabo de descubrir que si naciste idiota, siempre lo serás.

—Karma...—me regaña Luna y yo solo suspiro.

No me juzguen, les advertí que soy una antisocial y que este tipo me cae mal.

—¿Nos vamos?— pregunta el estúpido y Luna y yo asentimos.

El trayecto hacia la fiesta es la cosa más aburrida del mundo, y por una sencilla razón: Luna y Carlos se besan en cada semáforo. Una calamidad, lo sé, no tienen consideración con mi pobre estómago.

Llegamos a la fiesta y me bajo lo más rápido que puedo del coche, pero al hacer eso me quedo sin palabras. Sé que a los chicos de aquí les sobra el dinero, pero dios santo, esta es la casa más bonita que he visto en mi vida.

Ni siquiera tengo palabras para describirla. Es enorme, está pintada de blanco y llena de luces, tiene dos pisos y según se puede ver, los balcones son de cristal, aunque las puertas son de una madera preciosa. Árboles adornan la entrada y hay una piscina con muchísimos jóvenes dentro de ella, algunos se están besando, o mejor dicho, se están comiendo la boca en el minibar que hay dentro del agua, pero decido ignorar eso. 

—Es bonita, ¿verdad?— me pregunta Luna y yo asiento—. Vamos a buscar a mis amigos, ¿sí?

Asiento nuevamente y entramos en la casa. La verdad es que me he quedado anonadada con la belleza de la casa. A medida que avanzamos me doy cuenta que todos se me quedan mirando como si fuera un alien, pero como hice con los de la piscina, simplemente los ignoro.

—Ahí están— dice Luna señalando al sofá donde se encuentran dos chicos sentados y no tardamos en unirnos a ellos.

—Brandon, Zach, esta es mi hermana, Karma.

—¿Karma? ¿Como el Karma?— pregunta el tal Zach y sé a qué se refiere, me han hecho la misma pregunta toda mi vida.

El chico es alto, lo suficiente como para atreverme a decir que mide 1.80, más o menos. Moreno, de ojos marrones y un cuerpo muy bien definido, cualquiera diría que parece sacado de una película, y créanme que no se equivocarían.

Amor Apocalyptico [✔] +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora