El automóvil se encuentra atascado en una de las calles menos transitadas y conocidas, abandonándolos a la espera de las herramientas que ninguno de los dos se ha asegurado equipar. Internamente se culpa por ello, de antemano reconoce que Doofenshmirtz podría olvidarlas, ¿pero su persona? Fue un descuido casi intencional, abandonando el actuar metodológico al distraerse entre los jugueteos que aumentaban en medio de la organización del equipaje; da un par de palmadas a su pierna, tratando de incitar la idea de que se marchen con la esperanza de que algún autobús pueda llevarlos a ambos al lugar.
Dan un par de pasos lejos del transporte averiado, sintiendo un mal presentimiento apenas el mayor llamó su atención.
«Podría ser peor» es lo que había dicho el profesor, «al menos no está lloviendo» declaró segundos previos a las primeras gotas de lluvia, «¿qué es un poco de agua?» de pronto sus palabras se empaparon al mismo grado que su ropaje. Temió alzar la vista, preocupado de encontrar una expresión que hace mucho no se dibujaba en sus expresiones, por supuesto, es su deber asegurarse de que el mal no triunfe. Apenas las líneas de amargura se gesticulan, llama su atención, tratando de recordar el lenguaje de señas que el mismo le enseñó cuando decidieron que era tiempo para aumentar su comunicación.
"Tú lo has dicho, podría ser peor" detiene la línea de pensamiento contraria. "Pero ¿cuándo un mal clima te ha detenido en tus planes?" el brillo en su mirada le hace sentir un cosquilleo en la garganta, cuestionándose si es un traqueteo de su característico ruido o la necesidad de soltar el aire caliente que se acumula en su pecho. "Eres el Dr. D" los brazos flaquean ante el contacto inesperado en su cabeza, que peina el pelaje húmedo tal cual lo haría estando seco.
Parpadea varias veces, notando la manera en que su distancia se acorta gradualmente.
Las manos delgadas y callosas sostienen los laterales de su cuerpo, reemplazando el frío por una calidez que marea. "¿Qué haría yo sin ti, Perry el ornitorrinco?"
Desconoce la respuesta, ni siquiera quiere saberla. El conocerla implicaría encontrarse con otra versión de los hechos donde no se conocieran en absoluto, exponiéndose a la sensación de ausencia que ahora mismo no existe.
Atrapa el par de mejillas gélidas, procurando que la impresión que deje en ellas sea lo más suave posible.
Recibe una reluciente sonrisa a cambio, donde el blanco es cegador como cautivador.
Duda unos segundos, tratando de averiguar si la sensación de vértigo es por un factor fisiológico o por su propia incapacidad de generar valentía en esos actos delicados.
¿Sería imprudente...?
Las patas inferiores se aferran al suelo, nervioso de perder el equilibrio si decide colocarse en puntillas; se detiene a los centímetros, intercambiando la bochornosa idea de besar su mejilla bajo la lluvia a pegar su frente en su barbilla, deslizando el agarre hasta sus hombros donde se aferra, buscando estabilidad, rogando que sea suficiente como una confesión de que lo necesita, o por lo menos, quiere necesitarlo aún en su vida, sea o no un deber. Porque ya es inevitable el sentir que lo quiere a pesar de que no encajen en las etiquetas normativas de las relaciones.
Tiembla internamente al sentir el aliento caliente por encima de su cabeza, apretando la tela blanca entre sus puños; los brazos de titanio lo rodean, abrazándolo, provocando que piense más de lo que puede procesar: ¿cómo paso de ser el mejor agente a un ornitorrinco que anhelaba pasar el tiempo con su némesis ya casi retirado? ¿En qué momento se embriago en el caos de su tez? ¿Por qué es tan complicado decir lo que la voz de sus pensamientos murmura cada que se encuentran?
Su cuerpo se tensa ante la nueva sensación que hay en la piel, incapaz de rehusarse a la combustión de su corazón acelerado.
Las llamas metafóricas se extinguen al separarse lentamente, permitiéndole procesar la nueva información antes de que se encuentren cara a cara; por desgracia y fortuna, la atención de ambos se dispersa al ver el deslizador llegando, dejando la caja de herramientas cerca del coche.
La lluvia se detiene y todo va mejor.
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31 ways to tell your nemesis that you like him
FanfictionLas palabras no eran lo suyo, literal y metafóricamente, pero nunca fueron necesarias para decirle lo que sentía, lo que necesitaba, que lo quería; y de igual forma, él tampoco lo necesito. Llegaron al punto en el que simplemente cualquier acción o...