Las estrellas encuentran consuelo posterior a mostrar una fase más personal de su brillo tenue e irregular; dejando que el frío de la noche lo obligue a tratar de exhalar un amanecer que caliente la sensación fantasma que sigue viviendo en su pico. Reacciona al repasar la zona donde estuvo la aspereza más suave que alguna vez existirá, visualizando al dueño del dulce acto malvado descansar, agotado de dar su última ráfaga de energía en una primera vez que no sabrá si es real hasta que el mañana se proclame como algo mejor. Sin importar la permanencia de la sensación anestésica en su cabeza, se esfuerza por mantener las patas en la tierra, por ser uno con la realidad. Quiere simplemente asegurarse de que es alguien físico, existente. Porque sí lo es, sus palabras pueden serlo, ese beso tendría que serlo.
Era lo más lógico a esa hora de la noche, o al menos, es lo que su mente procesa como razonable. Si comprobaba sus sospechas, entonces, todas esas veces que imaginó una primera vez besándolo sería nada comparado a lo que ya ha sucedido.
Acaricia su mejilla, notando que el verano es menos abrigador comparado al calor que emana su piel; él está ahí, lo está sintiendo, lo está viendo. Lo que hizo no estuvo en el plano de un delirio, un sueño o un lapsus raro de tiempo.
Le besó, le correspondió, lo dejó librarse con la suya.
Él acababa de ganar por primera vez el juego.
Sonríe, mareado, cautivado, agobiado. Hay muchas emociones tratando de acumularse en ese gesto.
Mira la hora en su reloj de muñeca, inquieto ante la falta de preocupación de volver a casa. La voz de su cabeza le explica el motivo de su tranquilidad casi impertinente: los chicos estarían dormidos, al igual que Candace y los padres de los niños, creyendo que también su existencia lo estaría haciendo. Su plan le aseguró aquello antes de verse involucrado en su falta de profesionalismo.
Siente el bostezo recorriendo su garganta, derritiendo las defensas que le permitían seguir activo; en consecuencia el alrededor es borroso, aclarándose raramente al tallarse los ojos.
Volver a casa así no era una opción.
Ve la cama debajo suyo, posterior a la puerta de la habitación; podría dormir en la sala, sea en el suelo o en el propio sofá donde lo llegaba a cuidar. Mañana por la mañana se marcharía, dejando una nota para asegurar que le llame y le cuente cómo se encuentra al despertar.
Sacude la cabeza ante la posibilidad de que no vaya a recordar lo que pasó.
¿Qué pasaría si Doofenshmirtz no pudiera recuperar el recuerdo de esa noche? La nota sería algo preocupante, a no ser que agregue el contexto, ¿y si lo adjunta y no le es agradable? ¿Qué pasa si es solo un impulso que se confundió con otras intenciones? Entonces debería limitarse a solo comentar que bebió de más en la reunión.
La jaqueca creciente se pausa ante los gruñidos bajos del anfitrión, llevándolo a peinar las hebras chocolate para volverlo arrullar, parando ante la sonrisa plácida adormilada.
Sean cuales sean las consecuencias, es algo con lo que debería lidiar por la mañana, donde todos los involucrados estén al 100% de sí mismos.
Se arrastra al pie de la cama, enrollándose a un lado de la figura de sus pies.
El sofá sería una elección sensata, quedarse era una instigación anímica con la que no pudo debatir.
De esa manera la mañana aparece con juguetones hilos de luz, que choca contra sus párpados para crear una sombra anaranjada molesta. Derrotado por la tonalidad, decide abrir lentamente sus ojos, cubriendo por encima con sus manos para evitar que la luz lo pueda cegar de un golpe directo.
La cabeza le duele, milagrosamente, no tanto cómo hubiera esperado: debió sospechar que las etiquetas estaban rayadas con un plumón negro al sentir burbujeo en su garganta.
Deja que las escenas del ayer se reproduzcan tal cual una película, sintiendo pena de su actuar ante ciertas memorias; no era grato darse cuenta que es un protagonista parlanchín y cursi, que no deja de hablar de su némesis increíble.
Es ahí cuando recuerda lo que sucedió.
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31 ways to tell your nemesis that you like him
FanfictionLas palabras no eran lo suyo, literal y metafóricamente, pero nunca fueron necesarias para decirle lo que sentía, lo que necesitaba, que lo quería; y de igual forma, él tampoco lo necesito. Llegaron al punto en el que simplemente cualquier acción o...