No vaticinó el estado de su némesis al otro lado de la puerta.
La nariz rojiza, su piel casi de un tono verde caricaturesco, la imagen desaliñada a extremos y un cuerpo frágil que se sostiene en la pared de la entrada. No era algo que esperaba, ni era la forma en la que se confesaría; las intenciones primarias pasan a ser secundarias, silenciando cualquier pregunta que escudriñe los motivos por los cuales ha aparecido sin previa invitación. El título que se adjunta en su nombre no se completa, dejando una oración a medias que se llena una vez lo coloca en el sofá. Le indica que descanse con unos cuantos gestos, ganando una negativa al escucharlo decir que debe calificar trabajos antes de que se acumulen, vuelve a presionar, obteniendo la misma respuesta. Para el tercer intento golpea su cara con un cojín, cambiando el tono de invitación a una de obligación; no es negociable nada a esas alturas, sabe de antemano lo mal que acaba el papeleo ante lo que parece ser un resfriado.
El contrataque no se hace esperar, esquivándolo para acabar lanzando a su estómago una caja de pañuelos.
La figura cúbica es alzada como un proyectil, mismo que cancela su trayectoria al prevenir un estornudo, adquiriendo en cambio un pañuelo que amortigua el impacto mucoso.
"Te odio Perry el ornitorrinco".
Sonríe, limitando su triunfo en acomodarlo en el mueble, prometiendo cocinar algún remedio que lo haga sentir mejor.
Media hora después, el tazón con sopa de verduras es servido en la mesita baja de la sala, llamando la atención del casi moribundo adulto que mezcla el escozor de la enfermedad con la oleada de emoción de la novela que se reproduce en un volumen alto. No interrumpe su concentración, arrastra la madera por el suelo hasta encontrar un lugar en el mueble verdoso, manipulando con cuidado la cerámica caliente y la cuchara que humea ante el caldo caliente.
Llama su atención entre el castañeo de sus dientes, viendo su torpe pero adorable intento de incorporarse. Lo hace a medias, acabando por casi tumbarlo al recostarse en su cuerpo; ha sido cuestión de suerte no haber derramado nada.
Los murmullos se esclarecen, recibiendo halagos por el aroma que transmite la comida.
Alza la cuchara con el contenido, chocando con los delgados belfos antes de que estos mismos accedan abrirse para probar la comida casera que ha aprendido de su familia anfitriona.
Es delicioso.
La segunda cucharada es acompañada con una sonrisa tímida.
La comida se va reduciendo con el paso de los minutos, dejando apenas un rastro de líquido en el plato que se ha dejado en la mesa una vez se le ha pedido, casi entre quejas, que se recueste un poco mientras terminan lo poco que queda de la novela. Así su espalda se recuesta contra su pecho y abdomen, siendo sujetado en un abrazo suave que no lo fuerza a quedarse en caso de que quiera irse. Cosa totalmente alejada a sus deseos.
Ven la manera en que el triángulo amoroso no es lo que parece, cambiando la perspectiva de la trama de manera exponencial; aprecia la manera en la que las críticas en alemán tratan de razonar la nueva información. Intenta traducir una buena parte, otras palabras se quedan impregnadas en su cabeza, con la idea de buscarlas en algún otro momento.
La televisión se apaga al minuto en que el infomercial borra cualquier rastro de lo que estaban viendo.
"Aún debo revisar las tareas ¿sabes?" Los costados son acariciados, luchando por no dormir ni parecer intranquilo por la manera en la que sus dedos hacen cosquillas. Asiente, logrando que se detenga para levantarse en. Las explicaciones sobran al entender lo que quería hacer. "¡Puedo calificarlos perfectamente en el comedor!"
No debate ello, principalmente porque ya se encuentra siguiéndolo para indicarle donde está la torre de actividades.
Esto será un trabajo largo.
Y tortuoso, al parecer.
Encuentra sobres parecidos al que guardó en su guarida, escuchando como estos han sido una clase improvisada en literatura al suplir a la profesora que no asistió ese día, sintiéndose avergonzado a la tercera carta que leyó.
¿Un trabajo de clase lo lleva a casi confesarse?
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31 ways to tell your nemesis that you like him
FanfictionLas palabras no eran lo suyo, literal y metafóricamente, pero nunca fueron necesarias para decirle lo que sentía, lo que necesitaba, que lo quería; y de igual forma, él tampoco lo necesito. Llegaron al punto en el que simplemente cualquier acción o...