Eye contact

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Lo observa desde lejos jugueteando con su bebida, evitando el contacto directo a los ojos de manera prolongada con los que supone deben ser sus compañeros de trabajo, intentando probablemente controlar sus propias anécdotas para permitir que otros cuenten su cotidianidad. Transfiere su atención a la bebida propia, intentando que el reflejo de incomodidad disminuya al practicar su mejor sonrisa; nunca ha sido un amante de las fiestas, mucho menos en las que prácticamente solo conoce una persona que no puede tener a su lado al ser el centro de atención. Sin embargo estaba bien con ello, estaba genuinamente feliz de ver a Heinz sonriendo, incluso si es con timidez, porque se merece ser reconocido por el arduo trabajo que ha realizado; se ha ganado a sus estudiantes y él pareciera realmente amar la idea de ser un profesor parcialmente villano. Y si su opinión personal no le abochornara tanto, admitiría que luce mejor como uno.

Da un trago prolongado, inquieto por los pensamientos que otra vez se están desbordando.

¿Por qué ahora? ¿Por qué en todo el tiempo que se conocen, justo ahora, empieza a darse cuenta de los verdaderos sentimientos que posee hacia Heinz? No podía manejarlo, no podría suprimirlos en una pelea como probablemente lo haya hecho antes ni podría huir del lugar. Estaba vulnerable, y de alguna forma, no estaba completamente asustado; al fin y al cabo, están hablando del ex científico malvado. Por mucho que haya expresado el deseo de conquistar el área limítrofe, no era un monstruo, al contrario, era tan humano que incluso ahora no lo hacen sentir abrumado, ni culpable por lo que está pasando en su cabeza sin importar que no sepa lo qué está pasando. En realidad, se sentía en una de sus trampas, tan elaboradas, tan planeadas, tan pensadas en su existencia.

El ponche es incapaz de borrar la sonrisa que se forma en su pico.

¿Siquiera intentó esquivar el llegar ahí?

Ha escuchado cada historia trágica, dedicando tiempo de su vida en tratar de reparar aquellas heridas que se permitieron sanar, se dejó endulzar en los bailes peligrosos que coreografiaban en cada pelea. Lo permitió en su vida. Le permitió estar en ella si eso significaba que estaría de igual manera en la suya; lo cual pasó, sin importar que la obligación de estar asociados entre sí culminó. Quería, disfrutaba, necesitaba pasar tiempo con el adulto quien inicia una conversación al hacer contacto visual, suplicando algo de ayuda al no encontrar forma de protegerse a ese ambiente tan cálido.

Rueda los ojos, levantándose de su asiento para dirigirse a él.

Surca entre la pista de baile, esquivando las múltiples piernas que marcan paso tras paso al ritmo de la música, visualizando como poco a poco la figura de su némesis engrandece, brillando en vergüenza y confusión por algo que está fuera de su conocimiento.

Toca su mano, atrapando sus dedos, asegurándole que está ahí para salvarlo.

O quizás no tanto.

Tira de él, tratando de llevarlo consigo a la pista.

"¿Perry el ornitorrinco?"

Apunta al borsalino* que reposa en su cabeza, remarcando que en ese preciso momento se encuentra fuera de servicio.

Un pequeño 'oh' se dibuja en los belfos del hombre, quien parece comprender sus intenciones. Una pequeña risa nace, tratando de suavizar la observación que sale al aire. "¿Desde cuándo eres amante de salir a bailar?"

Se sumerge en hombros, restándole importancia a la crítica, después de todo desconoce la respuesta a eso, seguramente ha perdido la cabeza. O simplemente fue derrotado y Doof por fin ha conquistado algo, o alguien.

¿Sería demasiado obvio volver a conectar miradas para transmitirle de la manera más intrínseca posible lo que está provocando?

Lo siente envolviendo sus patas, con un aura entusiasta de danzar una vez más.

"¿Recuerdas la vez que ganamos un trofeo a la mejor pareja de baile en una de nuestras peleas?"

Asiente, intentando no verse emocionado por el recuerdo: lucharon por dirigir, cedieron para permitirse sentir.

Los jueces estuvieron a punto de llorar, excusándose en que la pasión de su tango mortal era tan palpable y real. Como un par de amantes al borde de la locura. Lamentablemente, estaban equivocados.

Son némesis que arden lentamente.





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*Se le conoce como borsalino a un tipo de sombrero de fieltro por ser la empresa de vestuario que lo creó; conocido también como fedora.

31 ways to tell your nemesis that you like himDonde viven las historias. Descúbrelo ahora