Bed sharing

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Doofenshmirtz no duda en deslizarse fuera de la cama, excusándose de que preparará algo de snack para su maratón mientras los eternos comerciales se reproducen en la pantalla; una conversación breve con miradas es suficiente para entender que el plan es agradable, lo que le permite sentirse aliviado por dentro. Necesita urgentemente un descanso, y que no insista en ayudarlo es una salvación; no da más explicaciones, tan solo un aviso de que volverá lo más pronto posible.

Sale de la habitación con su corazón siendo sostenido apenas con las yemas de sus dedos. Pese a que no era la primera vez que compartían un mismo espacio, podía admitir que el nivel de intimidad al que han escalado es, de alguna forma, maravillosamente aterradora; antes podría discutir por su atención, comportarse como un hombre irritante para que lo viera con ese café tan dulce y amargo, debatiría por cinco minutos si era sensato tomarle de la pata, o inclinarlo a su cuerpo para que se recuesten más cerca de lo que habitualmente harían. Porque eran cosas que funcionaban a la perfección en el sofá, incluso en el suelo de la sala, ¿pero la cama? No sabía cómo responder a compartirla. Menos cuando él parece no tener problemas en acercarse.

Y si su memoria no falla, la última vez en la que pasó eso, estaba ebrio y sentimental.

Y se habían besado.

Cubre su rostro, frustrado por la vergüenza que le causa volver a sentir vivo ese momento.

No importaba si los resultados fueron favorables, algo sigue arrepintiéndose de la manera en la que se reveló todo eso. Puede que el plan que elaboró para confesarse nunca saliera a la luz, no obstante era mucho mejor a lo que pasó.

Tal vez compartir la cama no era el problema sino el suceso que renace cuando ambos están en ella.

Ninguno volvió a retomar el tema posterior a las confesiones, solo actuaron conforme iban sintiendo, lo que no hizo una diferencia significante en su día a día. ¿Era posible que se estuviera ahogando en un vaso de agua? Seguramente; no estaba acostumbrado a tanta felicidad y estabilidad, incluso si con su exesposa llegó a sentirlo de manera efímera. Y lo que estaba sintiendo era diferente, demasiado.

A veces se preguntaba si todo eso no era un sueño.

¿Cómo saberlo?

"Perry el ornitorrinco te lo diría" algo dentro suyo contesta, seguro de sí pese a la

Decide que es momento de sacudir las inseguridades, recordándose que si lo fuera, ambos lo sabrían, no es el único que ha bajado la guardia. Perry lo ha hecho, con mayores dificultades, pero lo hizo. Le contó cosas que nunca hubiera intuido o adivinado, le ha permitido no temer a los misterios que siguen rodeándolo.

Su corazón late y sus mejillas comienzan a doler por la sonrisa que pasó desapercibida hasta ahora.

Todo puede salir bien, incluso si las cosas son imperfectas o desastrosas.

Decide retomar su excusa para convertirlo en un acto real, la cocina ya no es un refugio secreto, en cambio, es una habitación más con sentimientos ambiguos impresos; decide que mientras el agente esté aquí, puede enfocarse en los buenos. Vacía en dos platos distintos sus respectivas comidas: para su persona, una bolsa jumbo de papitas, para el ornitorrinco, una mezcla de semillas y frutas que le han expresado puede comer sin ningún problema.

Trata de no pensar en su mirada recriminatoria por la elección propia de consumo.

"¿Qué me perdí?" pregunta una vez se coloca en su lugar, dejando ambos contenedores en la cama.

"Krrrt".

"¿¡Estás hablando en serio!?" la cama se sacude ante sus movimientos abruptos, deteniéndose al sentir un toque turquesa firme en su mano. Sus mejillas se colorean, incapaces de ignorar la manera en que lo ayuda a centrarse. "Lo sé, lo sé, era algo predecible pero ¡no puedo creer que aun así haya pasado! Tenía esperanzas de que fuera tras Rosario".

Ve ternura en sus facciones, tanta que es sorprendente la tranquilidad que arde en su cara.

Sin duda está disfrutando su conmoción.

Vuelven acomodarse en su lugar, ignorando cualquier calamidad al momento de ser quien se acerca.

Ya le ha compartido toda su vida, pueden compartir todo.

31 ways to tell your nemesis that you like himDonde viven las historias. Descúbrelo ahora