El sol con sus rayos radiantes iluminaba a través de las cortinas claras, quemadas por su entrega en la estación de la flora deslumbrante. La habitación con poca gracia recibía la luz, y el foco eléctrico desgastado se alegraba por la compañía.
Noah comenzó a sentir como por primera vez, su cuerpo se acaloraba por la temperatura de treinta y cuatro grados centígrados; sus dedos se libraban de la contención de una fina sábana que con sutileza y lentitud pudo alejar. Abrió sus ojos, desbloqueó su visión preciada, y luego de unos minutos recuperó sus sentidos. Respiró profundamente, sintiendo incomodidad en sus fosas nasales, y seca su garganta que le daba picazón. Observó su entorno, confundido, atónito. Su corazón latía y resonaba en sus oídos.
Miró de repente hacia la puerta de la habitación, se abría lentamente y asomaba una mujer de cabello largo, con un uniforme rosa. Coincidieron con la mirada y ella se asombró, él se asustó por su reacción, no comprendía lo que estaba sucediendo. Se le acercó con una sonrisa de consuelo y le preguntó cómo se encontraba; intentó responderle pero no pudo, por alguna razón sus palabras no lograban salir de su boca, estaba mudo. Le pidió tranquilidad y se marchó informándole que citaría a un tal doctor Báez para que lo revisara.
Pasados unos pocos minutos un hombre uniformado también, se sentó a su lado sobre un banco de metal y posó su mano sobre la suya, algo fría.
—¿Cómo te sientes, Noah? —interrogó esperando respuestas.
El chico negó con su cabeza, frunciendo el ceño preocupado.
—Entiendo. —Asintió—. Con calma, sé que sientes que no puedes hablarme, lo he visto en otros pacientes, es normal… solo respira y al tragar saliva relaja tu garganta.
Acató la orden con timidez, viendo como lo observaba atento.
—Me siento… —Suspiró cansado—. Bien. —Pudo toser aliviado, aunque sin conformismo.
—Me da gusto oír eso… —Miró al suelo, y alzó la mirada para verlo con seriedad—. ¿Te acuerdas de algo de lo que pasó?
El joven mirando hacia la ventana, cerrando sus ojos por la claridad, asintió aturdido.
—Bien… ¿Recuerdas el accidente?
—Volvió a asentir más atento—. Entonces, ¿recuerdas absolutamente todo…?—Todo —aclaró con su voz ronca.
Imágenes volaban por su mente, provocando un leve dolor de cabeza, con cuidado elevó su brazo y rascó su frente sudada.
—Veo que el progreso es evidente. Tus padres van a estallar de alegría al enterarse de que despertaste… pero ahora quiero que descanses —pidió, levantándose. Antes de marcharse detuvo su paso en la puerta abierta—. Poco a poco recobrarás las energías, ha pasado mucho tiempo…
Lo miró frunciendo el entrecejo, dando un pestañeo apresurado.
—¿Hace cuánto estoy aquí? —preguntó extrañado, con sus ojos adormecidos.
—Casi un año… —Suspiró—. Once meses…
Lo observó con extrañeza mientras desaparecía de su vista, y con angustia sintió su nerviosismo, intentó levantarse pero fue en vano, su cuerpo no soportaba su propio peso, solo logró acomodar su espalda detrás de una dura almohada, pensó y asimiló hasta quedarse inconsciente por el sueño.
Despertó por los gritos ejercidos por su madre y su llanto de felicidad, junto a su padre se acercó a la camilla y el joven les sonrió contento. Tomaron su mano y la cubrieron, la mujer dejando un beso sobre esta.
—No llores, mamá —habló con su voz desgastada, sonriéndole.
—Mi niño… —Lo miró conmovida—. Te extrañamos tanto…
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Hallarnos sobre el abismo
FantasiaUna novela realista... O casi. Fantasía en un mundo cotidiano. En los años dos mil, dos jóvenes que se vieron obligados a separar sus caminos, vuelven a encontrarse luego de un año. Y ya no son los mismos, aunque ella no lo sepa. Noah, debe ser capa...