17 - El que cura con las manos🌻

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Noah esperaba por Léa y Olivia en uno de los pasillos cercanos a la puerta principal, ese día en la facultad había recibido la calificación de su último examen y había resultado con un buen desempeño.

Al verlas llegar les sonrió, le gustaba la idea de que tuvieran una buena relación, después de todo eran dos personas muy importantes para él. La idea de pasar lo que quedaba de la tarde juntos fue de la chica rubia, se lo había propuesto en el descanso y fue una buena alternativa para despejarse de sus deberes, además, aún quedaba mucha comida del festejo y debían de terminarla para que no se echara a perder, o simplemente era una excusa que ponían al estar algo hartos de ver la nevera llena de aperitivos dulces.

Pasaron por una calle diferente, ya que Léa quería visitar una tienda y comprarse un abrigo que le había gustado. Ingresó en soledad al lugar; tenía una cristalera enorme en la que se podían apreciar las vestimentas con facilidad, los maniquíes vestían elegantes, y el ambiente era bastante moderno.

—Tengo algo que contarte —murmuró, sin apartar la mirada de Léa, que estaba mirando la prenda.

Frunció el ceño, la observó sonriente.

—¿Qué cosa?

Ella lo miró con precaución, y un segundo después la joven de cabello oscuro ya se paraba frente a ellos mostrando sus manos libres ya que no había comprado nada.

Siguieron caminando, distrayéndose con el ambiente y temas varios, cuando ingresaron a la calle siguiente. En la esquina había un contenedor de basura, negro y amplio. Estaban pasando por su lado cuando Olivia ahogó un grito que puso en alerta a Noah.

La miró, estaba anonadada, y señalaba en una dirección, hacia adelante. Desvió su visión de prisa, y pudo divisar a un sujeto con su rostro cubierto, estaba armado, apuntándole a alguien dentro de un supermercado, parecía estar saliendo de allí con un botín, pero se distrajo cuando los vio a lo lejos, y por su agresividad, no quería testigos.

Noah, por instinto, sujetó a Olivia por su muñeca, Léa estaba a sus espaldas. El tipo avanzó hacia ellos gritando, pero no podían entender lo que estaba diciendo. Se encontraban a unos metros de distancia, comenzaron a retroceder, pero al notar que acortaba los metros, corrieron asustados.

Léa fue la primera en perderse por la vereda, miraba hacia atrás, Noah no corría peligro. Pero oyeron un sonido cuando estaban atravesando la esquina, al lado del contenedor. Un disparo.
El joven que, había soltado a la chica, volteó perplejo. Ella se tropezó con una grieta que provocaba un levantamiento en las baldosas del suelo; logró cubrir su rostro con sus manos, y con la ayuda del joven, pudo recomponerse.

La morocha los apuró desde la otra calle y cuando se acercaron, observó preocupada a Olivia, pero ella asintió y aseguró que estaba bien. Siguieron escapando, pero el ladrón ya no los estaba persiguiendo. Se detuvieron en el parque, intentando recuperar el aire. Estaban demasiado alterados. Al llegar a la casa ya a salvo, ingresaron y esperaron para recuperarse del mal momento.

Noah, se dirigió a la cocina para servir tres vasos con agua fría y dejarlos sobre una bandeja, la cual llevó a la sala y posó sobre la pequeña mesa junto a los sofás. Léa se había ido al baño, pero ya regresaba sujetando su cabello con una liga.

Sonriente, miró a Olivia que se había sentado en el borde del sofá, pero su expresión cambió cuando vio su rostro. Estaba apagada, mirando hacia abajo, respirando agitada, como si algo le sucediera. De pronto, al analizar su cuerpo, pudo notar una mancha extraña en una zona de su abdomen, al alzar su mirada, con sus ojos denotando su exaltación, coincidieron, pero ella estaba desplomándose, deslizando su espalda por la parte baja del sillón, dejando caer sus párpados, viendo nublado.

Hallarnos sobre el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora