13 - Estamos rotos🌻

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—Mira eso —dijo, señalando hacia su izquierda, su tono de voz denotaba perplejidad.

Noah observó lo que la chica le indicaba; un automóvil había impactado contra un árbol, era por la tarde, el sol estaba cayendo detrás de las casas y el viento hacia bailar los cabellos.

Sin pensarlo, corrieron hacia el vehículo, no había nadie alrededor, parecía reciente; salía humo del motor del coche, era pequeño, algo viejo y sucio. Se paralizó al ver que una persona yacía dentro de él, en el asiento del conductor, tocando su rostro, a la altura de su sien, sus párpados caídos y respiración acelerada.

Léa golpeó su brazo para hacerlo reaccionar, abrió la puerta destrozada y se puso en cuclillas, se aseguró de que no hubiera nadie cerca, y volvió al chico tomando su rostro, mirándolo nerviosa.

—¡Noah! —exclamó en voz baja, fijó su vista en sus ojos y su rostro pálido—. Tienes que ayudarlo.

Estaba perdido, no podía dejar de imaginarse a él mismo en ese lugar, inconsciente, herido. Sus manos le temblaban, sus ojos se humedecían, pero ahí estaba ella, que con solo tomar su mano le aseguró que todo estaría bien. Suspiró con un nudo en su garganta y se aproximó temeroso. Se puso de rodillas ante el hombre de cabello blanco, estaba algo adormecido pero balbuceaba y se quejaba del dolor. Era su momento, después de procesarlo en su cabeza; tenía que hacerlo, debía intentarlo.

Puso su mano en la frente del sujeto, sintió la sangre en su palma. Oyó su respiración ronca, sus latidos daban brincos alterados. Con su otra mano, rozó su abdomen, parecía que el choque había provocado que su torso impactara contra el volante, y los cristales habían salido disparados contra su rostro golpeado, había sido duro. Los trozos de vidrio le habían rozado la ropa, solo llevaba una camiseta sin mangas, por el aroma supo que estaba ebrio.

Lo miró antes de sumergirse en su plena concentración, éste lo observaba aturdido. Se alarmó, pero negó con su cabeza al verlo perder el conocimiento nuevamente. Volteó y la joven estaba de espaldas, mordía sus uñas y se movía de un lado al otro, vigilando el entorno. Coincidieron y ella sonrió, queriendo transmitirle confianza.

Soltó el aire contenido, su rostro se enfrió, tenía que apresurarse. Dejó su visión a oscuras, no sabía si era crucial hacerlo pero así se concentraba más fácilmente, verlo en ese estado era un horror. Oprimió sus palmas contra su piel, y casi al instante comenzó a sentir vibraciones en su sangre. Su cuerpo entero se tornaba fuego, sus yemas ardían. Ya no sentía sus pies sobre el suelo, no oía nada. Parecía levitar, ingresar en una dimensión paralela en la que su fuerza y voluntad pretendían cesar con el mal insistente. Notó una gota en su nariz, cayó al suelo y la escuchó partirse, al igual que el sonido tranquilizador del suspirar. Abrió sus ojos, los brazos del paciente se relajaron, incluso movió sus labios como si estuviera en un profundo y plácido sueño, ya no se quejaba de dolor alguno.

Noah cayó al suelo, sus rodillas estaban tensas, al igual que su pulso. Intentó calmarse mientras pasaba su puño por su rostro mojado, se desesperó y sacó su abrigo de un tirón. Se quedó solo con una camiseta, que protegía sus brazos. Los analizó impaciente, y como lo recordaba, sus venas exaltadas le demostraban lo evidente. Léa se arrodilló a su lado y sin saber por qué, estaba llorando. Rodeó su cuello con sus delgados brazos, él no se opuso pero se quedó paralizado.

—Lo lograste —le dijo sonriente, imitó hasta el tono de voz que él había proyectado el día anterior.

Se reincorporó, y una luz roja molestó a sus ojos, era una ambulancia que se acercaba a toda velocidad. Dio un paso hacia atrás cuando los expertos comenzaron a sacar al accidentado del vehículo, ni siquiera notó la mirada de uno de ellos llena de rechazo.

Hallarnos sobre el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora