14 - Un festejo entre disturbios🌻

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Se hacían las doce de la noche y Alba festejaba un año más de vida, estaba realmente alegre, amaba los festejos y más si eran en su honor.

Noah había estado junto a ella en esos cinco minutos interminables, y le dio un abrazo dulce cuando la mujer gritó al cumplirse la hora exacta de la media noche. De obsequio le otorgó una pequeña caja de madera, dentro había un colgante, era plateado, de acero; llevaba un dije de gorro de pastelería. Lo había comprado por la mañana y no lograba hallarlo, hasta se había puesto nervioso ya que era el único regalo que tenía en mente, aunque Alba no era para nada modesta, él quería sorprenderla.

Por su sonrisa emotiva supo que le gustó, y cuando estaba a punto de envolverlo con sus brazos, su sobrina bajó las escaleras con una bolsa blanca en su mano.

—¡Felicidades, tía! —dijo, corriendo hacia ella.

La mujer ansiosa sacó una prenda del envoltorio, era un delantal, de un color rosa claro, tenía varias flores alrededor y en su pecho el nombre de Alba con una letra cursiva y delicada. Al igual que antes, quedó encantada y los tomó del brazo a ambos para acercarlos a ella.

—Les agradezco, niños —dijo, sonriendo y los sumergió en un abrazo grupal.

Léa sonrió pero al verlo a Noah se mantuvo distante, no sabía si el enojo seguía vigente, pero por la evasión del joven supuso que sí.

Noah se quedó con Alba un rato más, Léa ya había subido a su cuarto con el pretexto de que estaba agotada y quería estar con energías por la mañana para los preparativos. Ambos ayudarían en la decoración y organización para el íntimo evento.

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Ya estaba todo listo, solo quedaba esperar a los invitados. Habían dejado la sala casi vacía, los sofás ya no estaban y en su lugar habían sillas blancas con almohadillas color negro. Por el techo llovía una tela grisácea, y las paredes estaban cubiertas por la misma también. Las pequeñas mesas que antes yacían en el almacén se mostraban con bandejas en diferentes zonas del lugar, pero el centro estaba disponible formando una tímida pista de baile.

Noah llevaba consigo un traje, aunque el chaleco azul que acompañaba a su camisa con mangas cortas se posaba sobre su cama; hacía calor en la casa, los calefactores funcionaban desde hacía ya varias horas, para permitir que las personas portarán vestimentas de gala, era un requerimiento que Alba le pedía a todos, le hacía ilusión lo formal.

Estaba en la cocina, oyendo la melodía de una banda que no conocía, la música era lenta y tranquila, la primera visita tocaba el timbre de afuera. Se distrajo con la gente y no notó que Léa se dejaba ver detrás de la barandilla de las escaleras, cuando desvió su mirada, se quedó atónito. Llevaba puesto un vestido, largo hasta sus rodillas, ajustado hasta su cintura y su falda caía como una campana, era color rojo intenso, con brillos en todas partes, su cabello suelto por debajo de sus codos, y rizado, ya que había estado un rato en la peluquería junto a su tía, lo que él no sabía era que la mujer la había obligado a arreglarse. Ella dio un paso hacia el salón y volteó para verlo, coincidieron por un segundo, y sonrió tonta al verlo con su traje, pero él estaba tan centrado en ver su bello rostro que no reaccionó a tiempo.

Se dio la vuelta y apoyó sus manos sobre la mesada oscura, cerró sus ojos con fuerza y negó, en ese instante, recordó lo enamorado que estaba, era su perdición.

Durante la tarde se acercaron varias parejas, Alba no dejaba de sonreír, eso lo alegraba un poco, al verla pudo comprobar que llevaba puesto el collar que le había dado.

—¿Por qué estás solo aquí? —preguntó animada—. ¿Has invitado a alguien? ¿y Léa?

La miró rascando distraídamente la parte trasera de su oreja—. No tardarán en llegar, supongo…

Hallarnos sobre el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora