20 - La flor más bella🌻

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Estaban en la estación para tomar el próximo autobús. Iban con poco equipaje, y con abrigos para no pasar frío por la noche. El día parecía inofensivo pero las nubes portaban un color tormentoso.

Esperaron en silencio hasta que el trasporte se detuvo delante de ellos, no tardó mucho en llegar. Subieron y se sentaron en los asientos intermedios, él, tenía las vistas de la ventana, mientras que Léa se encontraba a su lado.

Los minutos pasaron, podían oír el sonido bajo de la radio, el conductor manejaba de forma correcta evitando los altibajos de la carretera. Noah se perdió en sus pensamientos, tenía curiosidad por conocer a Alexa y saber qué había pasado realmente. También sabía que sería algo difícil para su compañera volver a encontrarse con la joven después de que no habían terminado bien.

Se distrajo al sentir el cabello de Léa caer ante su pecho, al girar su cuello, notó que estaba recostando con timidez, su mejilla sobre su hombro.

—¿Quieres dormir un rato? —preguntó casi susurrando.

Ella asintió, pero se apartó cuando Noah hizo un ademán de moverse. Creyó que lo estaba molestando pero al contrario, él la esperaba con su brazo extendido para sujetarla. Se sonrieron, incluso pudo escucharse un risa carismática en el ambiente. Léa se acercó y se acurrucó sobre el chico, sintiendo sobre su frente su mentón.

Noah pasó su brazo por la nuca de la joven y sostuvo su hombro, percibía su respiración, su cabellera acaloraba a su piel. Se recostó en el asiento adoptando una posición más cómoda, apoyando sus pies sobre un pequeño escalón en el suelo. Ella escondió sus manos en los bolsillos de su chaqueta, y se adentró a un ligero sueño. Por su parte, Noah no quiso imitarla, solo se limitó a apreciarla, y disfrutar ese tierno momento como si fuera un tesoro preciado.

El camino no fue denso, cuando cerró sus ojos de un momento a otro ya estaban en la parada. La chica aún dormía, y aunque no quisiera despertarla, debían bajar rápido porque ya todos lo estaban haciendo y si tardaban el conductor seguiría con su rumbo.

—Léa —murmuró mientras se alejaba de ella y le daba un leve golpe en su hombro.

Lo miró con serenidad, y mientras limpiaba sus ojos para adaptarse de nuevo a la luz del día, se levantó estirando sus brazos. Pisaron la acera y respiraron el aire fresco. Solo quedaba llegar a la casa que les había indicado y descrito Nathan.

La joven estaba algo aturdida ya que en su mente era recurrente una imágen sumamente confusa.

Una tarde, fría pero llevadera. La brisa bailaba entre las flores y se percibía un leve zumbido como canto ante los oídos atentos. Se encontraba de pie en el medio de un parque desolado, los árboles y arbustos ahuyentaban a los niños que no podían jugar allí por la vegetación.

Llevaba un abrigo blanco, con una bufanda gris que le brindaba calor. Sujetaba algo con su mano, lo veía con detenimiento, una bonita flor anaranjada. Al alzar su mirada se encontró con un sonriente Noah, la observaba con dulzura, mientras tomaba sus manos y le otorgaba una rosa blanca. Ella colocó su flor entre su cabello claro y oreja, provocando una risa amigable. Rodeó su cuello con sus brazos, podía sentir plena felicidad. El abrazaba sus caderas, y miraba a su alrededor.

Todo era silencioso hasta que oyó su voz como si tuviera vida propia, y sentía su agarre en carne viva.

—Que bonito te queda ese corte de cabello.

Ante ese comentario no dijo nada más, solo bastó con acercarse un poco, y sus labios ya estaban unidos con ternura y sencillez.

—¿Me escuchas? —Una voz la sacó de sus pensamientos. Lo miró al asentir—. Hemos llegado.

Hallarnos sobre el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora